Dulce Venganza

|1| ¿Acaso son los hombres iguales?

Bien dicen que los chismes son el alimento del alma. 

—¿¡Cómo diablos se te pudo olvidar nuestro maldito aniversario!? —Amber miraba con suspicacia a la pareja que peleaba en la calle, sus gritos resonando por toda la calle, provocando que varios transeúntes disminuyeran el ritmo para observar con morbosidad la escena. 

—Podemos hablarlo adentro —el hombre intentaba calmar a su mujer— este no es lugar para tus arranques tóxicos. 

—¿Arranques? —la mujer emitió una estruendosa carcajada, sin importarle que estuvieran mirándola—. ¿Crees que soy tóxica, idiota? —la expresión de la mujer cambio drásticamente, de ser sarcástica a estar a punto de llorar—. Yo he hecho todo por ti y así me pagas... pensando eso de mí. 

—No... —aquel hombre intentaba susurrar, pero era algo sumamente difícil en su desesperada situación. 

—Mi madre siempre dijo que eras un inservible, y tenía razón. —afirmó ella con la barbilla en alto—. Pero tuve que aprenderlo a las malas ¿No? 

—Amor... 

—¡No me digas amor! —exclamo la mujer—. Ya no soy tu amor ¡Hemos terminado! Quiero tus cosas fuera de mi apartamento antes que yo misma te las tire a la basura. —la mujer le dio una última mirada—. ¡Eres un inepto! 

—¡Cas! —el hombre permaneció en el mismo lugar, viendo a su pareja marcharse enfadada y triste por la situación. Pero en cambio hizo algo que Amber jamás hubiera deducido. 

El hombre se encogió de hombros en dirección a su novia, y empezó a caminar en la dirección opuesta. 

«¿Es enserio?» inquirió Amber «¿No iba a seguirla o estar preocupado por su relación?»

Era increíble que el hombre no mostrará un ápice de remordimiento por la anterior escena. 

—Canallas. —murmuró Amber para sí misma. 

Realmente tenía ganas de darme un buen golpe al tipejo ese. 

Sus instintos violentos desaparecieron al momento que Callie, una de sus mejores amigas y el único cerebrito de la zona -que trabajaba en una de las empresas más importantes en el centro de la ciudad- apareció en su radar, empujando la puerta destartalada del viejo edificio en el que habitaban. 

Callie o Callypso, como quisieran llamarle, avanzaba al auto tan rápido como sus altos tacones se lo permitían. Tras abrirse la puerta del copiloto, Amber no dudo en arrancar su elegante coche a toda velocidad rumbo al centro de la concurrida ciudad. 

Pero, dos cuadras más adelante, el hombre al que Amber quería golpear le hacía una parada a su auto. Por lo que detuvo el auto y bajo los cristales. 

—¿Sí? 

—¿Eres Uber? —inquirió el hombre, mirando su teléfono y el centre del coche consecutivamente. 

Amber colocó sus dos manos sobre el volante. —¿Acaso crees que este coche hermoso y elegante está apto para ser Uber? 

—Mujeres. —susurro el hombre—. ¿Me llevarás o no? 

Amber enarco una ceja de forma divertida. —Mi coche es alérgico a los idiotas ¡Bye! 

Sin esperar respuesta, Amber piso el acelerador, dejando a aquel hombre expulsara galimatías sobre ella. 

—¿Escuchaste? —Callie giró sobre su hombro, intentando ver a aquel hombre, algo inútil, puesto que se encontraban a una distancia pronunciada—. Creí escuchar un "vete a la mierda" de su parte. 

—Créeme... —Amber soltó una risita— el que se irá a la mierda es él. 

—¿Y ahora qué pasó? ¿Que hizo ese hombre para que le dijeras "mi coche es alérgico a los idiotas"? 

—Simplemente estoy apoyando ¿Acaso entre mujeres no lo hacemos? 

Callie asintió distraídamente. —Pero no aplica para los desconocidos. 

Amber bufo. —Es mejor así. 

—Si... sí, lo que tú digas. Solo después no vengas a quejarte. 

—¿Por qué habría de quejarme? 

—Todavía lo preguntas. —Callie soltó un suspiro—. ¡Casi te masacran en el bar el fin de semana, Amber! ¡Por Dios! 

—No fue para tanto. —Amber se encogió de hombros, sin dejar de mirar al frente—. No es mi culpa que lo hayan rechazado por tener el paquete pequeño, simplemente tuve que recordárselo para bajar esos aires de arrogancia que me estaban asfixiando. 

—Si, y casi te hace arrepentirte de decirlas si no lo hubieran sacado del bar tan pronto como quiso propagarse. 

—No es gran cosa, además no necesito que alguien me defienda —comentó— puedo defenderme muy bien solita, el que hubiera salido llorando era él. 

Callie empezó a reírse de las palabras de Amber, sin responder a los comentarios de su amiga testaruda. 

—No puedo contigo, Amber. —musitó Callie entre risas—. Eres única. 

—Solo para ustedes. —Amber le guiño el ojo a Callie, provocando que ambas estallaran en risas. 

Tras hacer una breve parada en la cafetería matutina de Callie, Amber estacionó frente al lujoso edificio de Blackstone Industries. La empresa en la que su amiga trabajaba desde las pasantías en la universidad. 

—La Callie que conozco ya estuviera cruzando esa puerta. —comentó Amber de manera despreocupada—. Te noto muy pensativa. 

—Es sobre el trabajo... —Callie hizo una pausa—. Y bueno, tengo curiosidad sobre la persona que deja flores y chocolates en mi oficina. 

—¿Sigues recibiendo esos regalos? —inquirió Amber—. Puede que sea alguien cercano a ti. 

—No pueden ser personas cercanas a mí, Amber. Antonio y Juliet no lo harían. 

—Me olvidaba que tú no relacionas mucho la amistad con el trabajo. —declaró Amber—. Entonces ese acosador tuyo está detrás de ti como perro faldero y tú ni por informada, Callie. 

—¡Ay! ¡No tengo tiempo para enamorarme! —Callie abrió la puerta del coche—. Hablamos después. 

—¡Sí! ¡Sí! ¡Huye, Callie! —exclamó Amber con sorna. 

Amber vio desaparecer a su amiga entre las inmensas puertas principales, por lo que decidió arrancar su auto para encaminarse a su "trabajo", que para sus conocidos constaba de poner un letrero y manejar el Uber todo el día. 

Pero era bastante cómico, que para alguien deductivo como Callie, jamás se diera cuenta de que el auto era demasiado elegante, por lo que era fácil para cualquier empleado en Blackstone Industries pensar en un servicio de coche exclusivo. 




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