Dulce Venganza

|5| Alguien me está siguiendo

Amber sabía reconocer cuando estaba en problemas. 

Pero la sensación de sentirse observada estaba logrando que no solo perdiera la concentración en la carretera, sino también en la conversación que Callie intentaba entablar con ella. 

—¡Amber! —Callie levantó un poco su voz para captar de nuevo la atención de su amiga, que freno de golpe tras darse cuenta que estaba a punto de cursar un semáforo en rojo—. ¡Casi nos matas! 

—Joey no se salvará de nuestros traseros pronto, Callie. —la mencionada agitó su cabeza en respuesta, mirando tentativamente al frente—. Lo tengo todo controlado. —trato de tranquilizarla. 

Era una vil mentira. 

Amber tenía el maldito mundo de cabeza. 

Desde esta mañana sentía la necesidad de mirar por encima del hombro, y se empezaba a cansar de esa maldita incomodidad que la atormentaba. 

Jamás en su vida había tenido miedo de las repercusiones de sus acciones, que en su mayoría eran impulsivas, ni de su manera deslenguada para hablar, que en su mayoría eran impulsivas... hasta ahora. 

No tenía ni puta idea de por qué se arrepentía de haber conspirado con su amigo para que todo New York se enterará de la pelea por parte de Olivia Landru y Devin Foster. 

La modela es, en simples palabras, una auténtica perra perfeccionista en Instagram, parecía que fuera amiga de Ginny, la ex amiga de Callie, ambas enseñaban demasiado de su perfecta... que, en realidad, no era más que una fachada para engañar a la gente. Aunque con semejante cacho que le coronaron, se vería una nueva perspectiva. 

Mientras que Devin Foster, el imbécil más arrogante con su expresión fría y vacía, no hacía más que ganarse el repudio de Amber. 

Ambos necesitaban un escarmiento por sus acciones. 

Con ese pensamiento fijado en su mente, Amber sentía que sus acciones eran más plausibles. 

Amber había sufrido depresión de joven, a consecuencia de las redes sociales. Cada foto sonriente y cada descripción amorosa, la hacía replantear el por qué le había tocado vivir en una familia del que nunca se sintió parte, y de la que nunca sintió que recibió amor. 

Estuvo a punto de cometer estupideces... pensando que de ese modo acabaría con ese hoyo que cada día se extendía más y más, hasta el punto dónde no encontraba un retorno visible. 

Más adelante entendió que la gente puede sonreír... 

Sonreír y ser infeliz. 

Sonreír y sentirse miserable. 

Lucir feliz, aunque también tengan la misma oscuridad que carcome por dentro. 

De ahí quizá nació esa extraña sensación de querer desentrañar las historias perfectas. 

De mostrarle a la gente que la perfección no existe, así seas un magnate poderoso o un boxeador de pacotilla como su padre. 

AlInfiniti muestra la verdadera cara de los famosos. 

Ese blog anónimo ha sido el motivo por el que Amber inclusive tomo el trabajo de chófer. 

Por qué si no pudo alcanzar su mayor sueño de graduarse como periodista, por lo menos pondría en práctica lo que había aprendido durante el corto tiempo que se integró a la universidad. 

Ese blog era como una parte por la que respiraba, aunque sobre ellos giraran algunas demandas de difamación. Aunque nada llegaba a más, puesto que no conocían la identidad de los autores. 

Y esperaban seguir así. 

—El domingo tengo que asistir a un evento de caridad para mascotas abandonadas. —comentó Callie en un suspiro—. le diría a Joey que me acompañará, pero se negara diciendo que tiene mucho trabajo ¿Qué hay de ti? ¿Me acompañarías? 

Amber ya estaba negando con su cabeza. —Sabes que por el trabajo es imposible que pueda ir, lo siento mucho. 

—Está bien, de todas formas, las horas pasan rápido al lado de mi acompañante canina. 

—Si no deseas ir puedes quedarte viendo películas con un tarro gigante de helado y pizza. —Amber se relamió los labios al pensar en la comida—. O podemos hacerlo ahora. 

Callie se río tras ver las expresiones de Amber. —Tengo trabajo por hacer. Además, es mi obligación asistir, tengo que darle una buena impresión al grupo de socios y a mi jefe. 

—Talvez no estén allí. 

—De todos modos, el rumor llegara a sus oídos, aunque no estén presentes. 

—Sin importar que vayas o no, tendrás ese puesto que tanto anhelas, Callie. 

—Tengo que tener todos los campos cubiertos, Amber. 

—Si tú lo dices. —tarareo Amber mirando por el espejo retrovisor. 

—Detente ahí, Amber. —Callie le señalo a Amber un restaurante de comida mexicana. 

—¿En el restaurante? —inquirió Amber. 

—Sí, ya es tarde para intentar hacer algo de cena. Por esta vez yo invito. 

—Recuérdaselo a Joey, nos debe muchas. —Amber se está uno frente al local. 

—¡Lo haré, créeme! Ya regreso. —Callie salió del auto y se adentró al restaurante, dejando a Amber sola en una calle poco concurrida. 

El sonido de un coche alertó a Amber, por lo que, enfocando su mirada en el retrovisor, se vio cegada por la intensa luz que emanaba de las lámparas del coche. 

Por la oscuridad, a Amber se le complicaba mirar quien era la persona que manejaba, o sus acompañantes. Sin embargo, pudo ver a un hombre un poco flacucho enfundado en un costosísimo traje, salir del auto con una sonrisa y caminar por la acera en su dirección. 

Era extraño ver a gente tan... ostentosa por estos lados donde las personas que habitaban solamente tenían para ropa económica y harapos. 

El hombre seguía caminando por la acera, con una mirada en su teléfono, por lo que Amber dedujo que estaba de pasada y se detuvo para comprar algo exprés del restaurante. 

Lo que no se espero fue que el hombre levantara la vista del auto y le guiñara el ojo, antes de acercarse a la puerta y tenerla para una Callie que hacía malabares con las bolsas de comida. 

Amber se tensó, sin dejar de mirar a aquel extraño. 

Era imposible que pudiera verla. 

El maldito auto estaba polarizado. 

Nadie desde el exterior podía ver a sus ocupantes. 

—¿Qué mierda...? 

Tenía que haber una explicación para eso.

—Te aconsejaría que no intentes nada contra Devin. 

—Solo te digo que no divulgues nada ni lo pongas en el ojo de la prensa. No te gustará su reacción, porque créeme, dará contigo tarde o temprano. Por mucho que te escondas, nunca estarás lejos de su alcance. 

Amber se quedó con el corazón atorado en la garganta, sin pensarlo volvió a mirar por la ventana, intentando ver a aquel hombre, sin embargo, aquella silueta había desaparecido por completo de su vista. 

No podía ser eso. 

—Simplemente estás paranoica y relacionando todo lo que pasa a tu alrededor con él. —susurró Amber para sí misma, intentando convencerse de sus argumentos. 

—¡Tengo todo lo que te gusta! —Callie se adentró al auto, por lo que Amber rápidamente puso en marcha el auto se alejó del restaurante. 

Forzó una sonrisa. —Te debo una. Por cierto ¿Conoces al hombre que te sostuvo la puerta? 

—No, justo iba a hacerte la misma pregunta. Me indico que te diera saludos de su parte. ¡Oye! No aceleres tan abruptamente. 

—Quiero llegar rápido al departamento. 

—Somos dos, pero se buena conductora y evita un accidente. ¿Ese hombre es algún ex? —inquirió Callie. 

—No... de seguro es algún conocido que identifico mi auto. —respondió Amber intentando sonar despreocupada. 

—Hummm... okey. —Callie se encogió de hombros, procediendo a tomar de su bebida. 

Amber no quiso alargar la conversación, sintiendo su piel con escalofríos y un nudo atorado en su garganta, lo último que tenía en cuenta era seguir divagando sus respuestas. 

Algo estaba mal. 

Sentía la leve sospecha, pero con el extraño suceso, solo había confirmado sus dudas. 

Alguien estaba marcándole los pasos, y no para un buen fin. 

Antes de llegar a su apartamento, Amber dio algunas vueltas a los alrededores, intentando descifrar si el auto la estaba siguiendo. Cuando se dio por vencida, se encarrilo hacia el destartalado edificio que solía llamar hogar. 

Y como una maldita película de terror, el auto estaba esperando en la entrada. 

Y está vez, si podía mirar al hombre en el interior. 

El mismo que había tenido la hazaña de guiñarle el ojo. 

—Al fin. —Callie suspiró y sin mediar palabra salió del auto cargando las bolsas—. ¿Vienes, Amber? 

Amber alejo el contacto visual, armando todo su valor para salir del auto con la frente en alto, actuando como si no hubiera notado nada. 

—Déjame ayudarte, Callie. —Amber le quitó algunas bolsas a su amiga, mirando de reojo como el auto encendía sus luces—. Será mejor que entremos rápido, está haciendo frio. 

—Pensé que era la única. —Callie sonrió e ingreso al edificio, seguida por Amber. 

Podía sentir la mirada de aquel hombre como dagas aterrizando en su espalda, lo que le provocaba unas inmensas ganas de darse la vuelta y responderle de la misma manera. 

O bueno... tenía muchas maneras de vengarse. 

Como un parabrisas roto. 

Pero si quería tener a su observador con la guardia baja, debía hacerse la estúpida y seguir con su camino, como si este nuevo problema no fuera lo suficientemente importante como para requerir otro segundo de su atención.




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