Dulce Venganza

|6| Pelea

Una absoluta pesadilla. 

Amber empezaba a temer del acosador que la seguía a todas partes, sin excepción alguna. 

Algunas veces tenía el descaro de cambiar de auto, con la intención que ella no se diera cuenta de que siempre le seguían los pasos, otras veces miraba al mismo hombre desde el otro lado de la calle, con vaso de café de forma distraída y centrado en su teléfono. 

Claro, eso cesaba cuando Amber se acercaba lo suficiente. 

El susodicho le daba una sonrisa cínica y un poco aterradora, y caminaba hacia la dirección contraria. 

Solo para aparecer de nuevo en otro lugar en el que ella estuviera. 

Ni las películas de terror se comparaban con esto. 

3 días del mismo juego, y Amber empezaba a ver notoriamente las señales en su oponente, por lo que, dedicándole la misma sonrisa, decidía que ya era hora de que su verdadero ser, intrépido e impulsivo, saliera a flote. 

«Ellos no saben con quién se están metiendo» 

Amber piso el acelerador de su auto y condujo hacia su trabajo, dispuesta a finalizar con la labor de su semana. 

De reojo notaba un moderno SUV que le seguía los pasos, por lo que decidió iniciar su plan.

Tras parquear en el área más alejada de la entrada, ella salió del estacionamiento rumbo a las oficinas. 

—¿Todo marcha bien, señorita Johnson? —inquirió la secretaria del señor Luck. 

—Todo está excelente. —replico Amber con una sonrisa en demasía, que en la mayoría de veces, salía forzada y falsa. 

La secretaria levantó una ceja cuando depósito las llaves sobre el mostrador, haciendo que estás emitiera un ruido estridente que hizo eco por toda la recepción. 

—¿Tienes algún problema con el coche? 

—Todo está perfecto, simplemente voy a dejarlo está noche, tal vez uno de los chicos pueda conducirlo. —Amber le guiño el ojo—. Ya sabes que no me enojo. 

La mujer soltó una risita. —Está bien, chica. Se lo haré saber a los demás. 

—¡Excelente! ¡Nos vemos mañana! —Amber levantó su voz al despedirse, dirigiéndose a la dirección opuesta de la entrada principal, que, en conclusión, era una puerta que servía para sacar la basura y demás utilidades. 

Solo que está vez, era el escape perfecto para Amber. 

Ella miro por ambos extremos de la calle, notando que está lucía casi desértica. 

Y es un casi, tomando en cuenta el auto que estaba parqueado al otro lado de la calle. 

Amber no dudo en correr hacia él y abrir la puerta para adentrarse, impregnando se rápidamente por el denso humo que estaba atrapado. 

—¿Quieres dejar ese cigarrillo, Leo? Me estoy ahogando. —Amber empezó a toser y a agitar su mano, con la intención de despejar el humo que estaba atrapado—. En serio que no respetas. 

El hombre empezó a reírse tras las maldiciones de Amber, por lo que bajo un poco el cristal de las ventanas y empezó a conducir, dejando atrás a los hombres que ingresaban por la entrada principal en busca de su objetivo. 

—Estoy encantado de ayudarte, y gracias por preguntar, me encuentro muy bien. —musitó su amigo de manera sarcástica. 

—Lo siento... Estoy un poco estresada. —Amber suspiro profundamente, observando por el espejo retrovisor en busca de algo que delatarse a sus persecutores. 

—Se te nota, si deseas puedo ayudar a aliviar esas dolencias. 

—Ni lo sueñes. —refuto Amber—. No suelo follar en la mesa donde me alimento. 

—Eres mala, Amber. —Leo mantenía su típica sonrisa maliciosa, algo que Amber solía encontrar molesto. 

Era el único amigo que aún conservaba del pasado. 

Él único que sabía socorrerla cuando las cosas se salían de control. 

Que fácilmente podía decirse que era siempre. 

Así que, a cambio, dejaba que Leo siguiera intentando ligarla, aunque ambos sabían que su amistad no trascendería a algo más. 

—¿Qué pasó con esa noviecita que llevaste al bar hace unos meses? —inquirió Amber, contraatacando a su amigo. 

—¿Celosa? 

—Ni en sueños. —bufo Amber cruzándose de brazos—. Simplemente quiero saber si eres del tipo infiel. 

—A ella no le importa compartir. —Leo levantó su hombro en señal de que no le importaba en los más mínimo—. No somos exclusivos. 

Amber frunció sus labios en señal de desaprobación. 

Sonaba igual que el mismísimo Devin “El Diablo” Foster. 

—¡Eres un cerdo! ¡Quién sabe cuántas habrán caído con eso! 

—No quieres saber, Johnson. 

—Deja de llamarme así, solo es Amber. —ella frunció sus cejas, amonestando un severo golpe en el brazo de su amigo. 

Leo hizo una mueca, mirándola de reojo. —¿Todavía no perdonas? 

—No quiero hablar de eso. —Amber miro por la ventana. 

—Los encontré hace unos días, me preguntaron por tí, Amber. Se me revolvió el estómago al tener que mentirles de nuevo. —su amigo libero un suspiro—. Se veían bastante mortificados... y arrepentidos. 

—Que así sea, Leo. Es el peso de sus acciones los que le remuerde la conciencia, no su amor por mí. —respondió Amber en un tono mordaz que no admitía objeciones. 

Leo sintió que la conversación se estaba tornando tensa, por lo que decidió cambiar la conversación. —Lo que tú digas, Amber. Por cierto, quiero saber para que me solicitaste de chófer siendo tú una muy buena. 

—Deje mi coche en el trabajo. —explico Amber, sin intención de darle más detalles a su amigo. 

No involucraría a nadie más que a ella. 

—Okey ¿A dónde piensas ir? 

—Te guiare, no te preocupes. Necesito ver de urgencia a alguien. 

Amber no tenía ni idea del poder que el hombre que la seguía podía tener, por lo que era escéptica al evitar enviar mensajes que comprometieran sus secretos. 

Talvez podían haber hackeado mensajes de su celular sin tener ella conocimiento. 

Aunque era un trabajo difícil, considerando que Denny era un maestro de la tecnología. 




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