Dulce Venganza

|8| Los pajaritos deben aprender a quedarse callados

—Estoy escuchando bien, Amber. —Joey se inclinó hasta llegar a la misma altura que Amber—. ¿Quieres un jodido cambio de look? 

Amber resopló por enésima vez. —¿Acaso hay un problema? 

—Me extraña que de un día para otro se te dé por ser rubia. —Joey entrecerró sus ojos hacia Amber, intentando saber los motivos por los cuales tenía a su amiga de imprevisto en su negocio—. ¿Acaso estás alucinando? —Joey intento poner su mano sobre la frente de Amber, pero está se encargó de golpear la mano de esta para alejar esas ideas. 

—Deja de decir tonterías, Joey. —la mirada de reproche que Amber le dio, hizo que Joey levantara sus manos en señal de paz. Por lo que, con las aguas más tranquilas, Amber se acomodó más libremente en la silla—. ¿Me lo vas a hacer o no? —Amber hizo el ademán de levantarse de la silla, pero Joey la tomo con fuerza por los hombros y la hizo que volviera la posición de antes. 

—Lo haré. —respondió Joey, mirándola por el espejo—. Tú siempre dices que odias a las rubias, por qué todas ellas se ven plásticas y falsas. 

Amber no tenía argumentos para contrarrestar las palabras de Joey. Ese era el momento en el que maldecía internamente por hablar sin pensar. 

Las palabras que salieron alguna vez de sus labios se estrellaban contra ella. 

«Piensa» 

Para despistar de las verdaderas intenciones a su amiga, Amber se encogió de hombros. —Alguien me dijo que el rubio me quedaría perfecto, así que decidí atreverme. 

«Te estás volviendo una mentirosa terrible» refutó Amber en su mente. 

—Debe ser alguien especial ¿Eh? —Joey movió sus cejas de manera maliciosa, haciendo que Amber pusiera los ojos en blanco. 

—Deja de crear esas estúpidas suposiciones ¡No estoy saliendo con alguien! —exclamo un poco alterada—. No siquiera tengo tiempo después del trabajo. —mintió.

La realidad es que no tenía ni puta idea de cómo los últimos días pasaban, y Amber ni tenía ni un mísero segundo para salir a divertirse o pensar en ella misma. 

Hasta ahora.

Todo por andar jugando al escondite con los hombres del poderoso Devin Foster.

Recordaba con una sonrisa como los había destrozado.

Tus debilidades, podían era tus fortalezas.

—No lo creo de ese modo. —Joey saco a Amber de sus pensamientos—. Esa sonrisa me dice todo lo contrario.

—No estoy pensando en alguien... más bien es en una historia que un compañero del trabajo estaba contando y me pareció graciosa.

Joey no creía en esa excusa. —¿Cuál es esa historia?

—De cómo su hermana derribó a tres hombres. —Amber escondió su sonrisa, encontrando la mentira más verdadera que haya existido.

—¿Cómo fue eso? 

Amber vio el interés en Joey, por lo que procedió a contarle a detalle la historia que su "compañero de trabajo" relataba, argumentando los ganchos y la buena defensa que su "hermana" posee.

—Al final tuvo que aplicar una pequeña dosis de sedante para dormirlos. —Joey estaba aplicando una mezcla de tintes en el cabello de Amber, oyendo atentamente las palabras de su amiga.

—¡Wow! Debe tener una mano fuerte, si la conociera, realmente le mostraría mi admiración.

Amber solo sonrió ante la declaratoria. —Supongo que haría lo mismo.

—¿Y no sucedió algo más?

—Seguramente los dejo ahí y huyó, o que se yo... No creo que una opción viable sea quedarse a esperar que revivieran.

—Puede ser. —concordó Joey—. Pobre chica, no me imagino el temor que sintió tras verse rodeada por tantos hombres.

—El temor fue para ellos, no sabían con quién se metían. —Amber empezó a reírse, causando que ambas explotarán en una carcajada que llamo la atención de otras clientas y trabajadoras.

Nadie decía nada por qué ya conocían el comportamiento alocado de ambas mujeres.

Joey quitó la capa protectora del pecho de Amber, instándola a qué se pusiera de pie. —Puedes sentarte en las sillas de espera, te llamaré cuando sea el momento para lavarlo.

—Okis. —Amber se dirigió a las sillas que daban vista a la calle.

Podía culpar a su instinto de ser tan precavida, pero con los últimos acontecimientos, era imposible pasar por alto la manía de mirar por el rabillo del ojo o sobre su hombro.

Los últimos tres días, justo después de que enviará su mensaje, alto y claro al Diablo. Había vivido en una relativa tranquilidad.

Sin nadie que la siguiera.

Sin las espeluznantes miradas que podían sus pelos de punta.

Pero esa calma relativa, era muy sospechosa.

No era estúpida.

Devin Foster probablemente estaba planeando otra manera de persuadirla, y si su plan era tomarla por sorpresa después de unos cuantos días, realmente seguía sin saber con quién trataba.

Algo en su periferia captó la atención de Amber, por lo que está dejo aun lado las revistas, que eran una fachada para su verdadero propósito, y miro fijamente al elegante auto estacionado al frente del negocio donde su querida amiga trabajaba.

Ese auto era como un faro de luz en plena oscuridad. Por qué entre todos los autos destartalados y viejos, ese Jeep resaltaba.

Era imposible ver a sus ocupantes, puesto que los vidrios eran oscuros.

«Mis días de descanso han culminado» refutaba Amber con un puchero, sin importarlo que aquella figura detrás del auto miraba todos sus movimientos.

—¡Amber! —exclamó Joey a sus espaldas.

—¿Sí?

—¡Es hora! Vamos a lavar tu cabello. 

—Dame un minuto. —Amber no se movió de su posición, sin dejar de mirar abiertamente el Jeep.

—¿Miras algo importante?

—Ese auto me parece hermoso, me parece extraño que nunca lo haya visto.

—Por esta zona casi nunca circulan autos tan lujosos, así que también es nuevo para mí. Jamás olvidaría haber visto un auto así, seguramente esta averiado y pronto alguien vendrá por él.

—Talvez. —divagó Amber, dándole una mirada al auto para después enfrentarse a su amiga—. ¡Vamos! Ya quiero ver mi nuevo look.




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