Dulce venganza

Capítulo 25

Layla observaba a su abuelo esperando su respuesta,el hombre,que no aparentaba para nada su edad,miraba a su nieta con ese rostro sin expresión.

—No—fue lo único que salió de su boca de forma rápida y sin vueltas.

—¿Por qué no?—pregunta haciendo puchero la joven rubia.

—No empieces con tus cosas,te conozco bien,Layla—la joven esposa sabía que su abuelo no daría respuesta solo con llorarle un poco.

La rubia con ojos tristes se acercó a su abuelo por encima del escritorio y susurró.

—Ellos están desesperados,la inseminación artificial es una muy buena opción—volvió a su lugar en cuanto su abuelo abrió los ojos sorprendido.

Layla sonrió por dentro,la expresión del anciano quería decir que estaba involucrado en toda la idea de su embarazo para obtener la fortuna de los Harper,dejó ir un suspiro y continuó con su teatro.

—En esa casa no tengo libertad,no puedo respirar—sus ojos se llenaron de lágrimas pero a su abuelo poco le importaba lo que pasara con ella.

La rubia al ver que su abuelo no le daba importancia a su malestar en aquella casa rápidamente cambió de plan para que el hombre accediera a mostrarle aunque fuera una parte de aquel contrato.

—Muestrame el contrato y cuando la inseminación de frutos pediré una buena bonificación por maternidad—habla suave,su abuelo alza una ceja,la joven sonríe.

—¿Y eso en que me beneficia a mi?

—La mitad de mis ingresos son suyos—Desgraciadamente.

El anciano sonrió y mientras pensaba en cómo utilizar a su nieta sacó el contrato de uno de los cajones de su escritorio,lo posó frente a la joven y habló.

—La idea de todo esto surgió de los Harper,hija—habla el hombre,Layla no creé una sola palabra de su boca.

Ella sabía que su familia era de todo menos inocente.

—No tuvimos más opción que aceptar la propuesta—la sonrisa del mayor le causó asco a la bella mujer que leyó el contrato con lentitud.

Al terminar de leerlo la joven ocultó todas sus emociones detrás de una sonrisa.

—Las reglas básicas del contrato las estás cumpliendo—habla el hombre con suavidad.

Layla simplemente asiente dando a entender a su abuelo que entendía todo y que no era nada loco todo lo que salía de su boca,algunas de las cláusulas le parecían demasiado absurdas a la joven rubia.

—"Por poco y dejo de ser humana"—piensa negando,perdiéndose en sus pensamientos.

—Pero la más importante de todas es que respetes a los Harper—la joven sonríe.

—Entiendo—fingir se le estaba volviendo fácil.

Volvieron a la fiesta luego de guardar el contrato nuevamente en su lugar,su abuelo la llevó del brazo hasta su abuela,la joven saludo con la cabeza para alejarse con rapidez,no sabía donde se había metido su esposo y no veía a su primo Matías por ningún lado.

—¿Dónde están?—susurra para si misma.

Se sienta en uno de los sillones vacíos del pasillo,escuchando la suave música y los altos alaridos de su familia a lo lejos a su espalda.

Cerró los ojos descansando un momento,tratando de no pensar en todo lo que estaba ocurriendo,aún le costaba creer que la habían vendido para que diera a luz al heredero de una familia,para ellos Layla era simplemente un recipiente de miles de dólares que los Miller ofrecieron con todo gusto.

—Mi familia es un asco—susurra.

—Ni que lo digas—Layla escuchó la voz de su esposo y como el sillón se hundía a su lado.

Abre los ojos mirando a su lado,el hombre bebía de una copa con vino tinto,sus ojos azules la observaban de esa forma fría a la que ya se había acostumbrado,Henry dejó ir un suspiro,y habló mirando el paisaje que les regalaba la ventana frente a ellos.

—Ahora entiendo un poco tu loca forma de ser,están todos para el psiquiátrico—la rubia lo vuelve a ver sin expresión.

—Como si tu fueras muy normal—susurra mirando nuevamente hacia la ventana.

—No seré muy normal,pero soy guapo—habla con voz suave,hasta se podría decir que Henry se encontraba algo relajado.

—Cuando tenga al niño tomaré el dinero y me iré muy pero muy lejos—los ojos negros de su esposa se llenaron de lágrimas que no dejó rodar libres por sus mejillas rosadas.

—Eres más cruel de lo que creí—Henry bebió lo último de su vaso y se paró del sillón dejando a la rubia atrás.

Layla muchas veces no entendía a su esposo y tampoco iba a esforzarse en hacerlo,ya no estaba interesada en volverse alguien importante para él,con lo que sucedió esa misma tarde le había quedado muy en claro que las primeras palabras que su esposo le había regalado el día de su boda era lo máximo que podía ser para ese idiota,solo una herramienta para traer a su heredero al mundo.

Se paró del sillón volviendo a la ruidosa fiesta que su familia había organizado,pasó por al lado de varios primos y tios que poco la veían,una mano la detuvo de uno de sus brazos haciendo que detuviera su andar.

Sonrió al verlo.

—¿Dónde estabas?—pregunta con su voz grave.

—Eso debería de estar preguntando yo—la rubia reclama con el ceño fruncido a su primo.—¿Dónde te habías metido?

Matías sonríe y la arrastra hasta el jardín,lejos de los ojos y oídos chismosos de sus familiares.

—¿Qué dijo el abuelo?—pregunta sentando a su prima en el banco frente a la bonita fuente.

—Todo salió bien,leí el contrato—sonríe sin ganas.—Me vendieron como si fuera nada—susurra mirando al cielo.

—Lo siento,lamento no poder ayudarte—la chica niega mirando al hombre.

—Tu eres lo único bueno que me queda—se apoya en el hombro de su primo haciendo puchero.

Matías acaricia la cabellera rubia preocupado.

—Estoy asustado de lo que vaya a pasar—muerde su labio inferior mirando las estrellas.

—Tengo todo bajo control,no tienes que preocuparte por mí—Layla cierra sus ojos dejando de pensar por un momento,respirando con suavidad.

Su paz dura poco.

—Lamento interrumpir pequeños tortolos—una vez más la voz de Henry la hace abrir los ojos y maldecir.




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