Dulce venganza

Capítulo 38

Layla entró a su antigua habitación, la cama era lo único que ocupaba el cuarto, llorando corrió la manta y sábana que cubrían con firmeza el colchón, aún temblando se acostó y no podía parar de hipar, su llanto era fuerte y desgarrador, cuando estaba pensando en que su esposo no era de tal forma él le demostraba todo lo contrario, le confirmaba que era un ser humano sin corazón, que no piensa más que en sí mismo y no se detiene ni un segundo a pensar en el dolor ajeno, en los sentimientos que pueden ser heridos o en el corazón de su esposa.

Cuando el sol golpeó de lleno en su cara ella abrió con lentitud sus ojos, aún estaban hinchados y algo rojos debido al llanto hasta tarde en la madrugada, le costó conciliar el suelo, tenía los nervios a flor de piel, estaba alerta a todo a su alrededor, a la defensiva ante cualquier ataque.

No escuchó ningún ruido que le alertara la presencia de su esposo, se levantó y caminó con una nube negra sobre su cabeza, su espíritu se encontraba por el suelo, su alegría esa mañana no existía y su cuerpo aún temblando.

—Nos vemos en una hora—la chica detuvo su andar. —A las diez tengo una reunión—Layla pegó la oreja a la puerta, escuchó la risa de Henry. —Claro, el grandioso Lorenzo William no se toma nada en serio.

—¿Lorenzo William? ¿Será ESE Lorenzo?

Layla se alejó de la puerta y caminó al baño, si eran la misma persona su plan daría inicio mucho antes de lo planeado, veinte minutos después salió de la habitación dando pequeños saltos arreglando su tacón, una de las chicas del servicio se acercó a ella.

—Señora, ¿necesita ayuda? —Layla niega.

—Si mi esposo pregunta por mí, díganle que estoy en la Universidad.—lo mejor era que Henry no se enterara de nada referente a ella.

Lorenzo no pudo evitar preguntar por la cara larga de su amigo, Henry tenía un semblante oscuro, sus brillantes ojos azules eran como una ventana abierta de par en par, Lorenzo pudo notar que había algo diferente en ellos, el castaño frente a él se perdía mirando a la nada, sus pensamientos inundando su mente y dejando una mirada confundida en su rostro, cualquiera notaba los sentimientos que en el interior de aquel hombre luchaban por salir pero, su dueño no estaba listo para afrontarlos.

—¿Quieres hablarlo? —Lorenzo pregunta con cautela a su amigo.

El castaño niega.

—Olvídalo, hay que reunirnos con los inversionistas a las ocho quince. —su amigo asiente en acuerdo. —No podemos perder el tiempo de esta forma.

Layla llamó a Matías, lo vería en quince minutos en la puerta de Ternac Nationals. Aquí daba comienzo a su plan, con una empresa en pleno desarrollo, los Harper la toman como competencia al ver lo rápido que la compañia esta creciendo. Layla tenía esta arma secreta,reuniéndose con el presidente de dicha compañía, con el diez por ciento de las acciones y las ideas de nuevos proyectos en las palmas de sus manos, al inicio fueron algo difíciles de convencer pero nada es imposible en esta vida, en menos de treinta minutos Layla se encontraba firmando un contrato con Ternac Nationals.

—Si esto no sale bien, estamos acabados. —susurra Matías.

Layla sonrie en dirección a su primo, la joven estaba en un noventa y cinco por ciento segura de que todo saldría a la perfección. Si todo marchaba sin problemas no tendrían que haber obstáculos en su venganza, en poco tiempo debía de ver a ambas familias de rodillas, justo frente a ella.

—Ternac es quien me llevará a las puertas de Harper Enterprise.—susurra esta vez la rubia en dirección a su primo.

~Toc Toc~

Llamaron a la puerta y una hermosa joven entró con elegancia, caminando hasta posarse a un lado de Walter, presidente de Ternac.

—Los señores William y Harper se encuentran en la entrada, vienen a hablar sobre el nuevo proyecto.

Layla sonrió, todo iba de acuerdo a lo planeado.

—Insisten en hablar sobre eso, siendo que varias veces explicamos que no puede ser.

—Señor, si usted accede a verlos y hacerles creer que tiene a la chica del proyecto del que tanto hablan en sus manos, le daré lo que usted quiera. —los ojos decididos de la joven sorprendieron al hombre.

—¿Qué ganas con todo esto? —pregunta con curiosidad.

—Aquí no se debe preocupar por lo que gano yo, sino por los beneficios para su compañia. —Layla sonrió inocentemente.

—Comenzaremos con esto. —Matías entregó varios documentos a Walter.

Allí se encontraban varios documentos de Ternac, a la compañía no le estaba yendo muy bien, la fachada de amenaza que mostraban ante Harper y WW Americans no era nada más que eso, sus ideas se habían acabado y Layla era su única salvación, la chica los había escogido por una buena razón y esa era que había estudiado la compañía desde sus inicios, desde cero y tenía proyectos que los harían ser dignos competidores contra los Harper.

—Estoy dentro. —fue lo primero que soltó el presidente viendo varios de los proyectos que la rubia presentó con orgullo.

Primera parte del plan completa.

—Entonces, nos retiramos para que pueda atender a sus visitas. —se pararon de sus asientos.

—Espere, reciba esto, por favor. —la rubia volvió su rostro a un lado, en dirección a su primo.

—No podemos aceptarlo.

—Insisto.

No querían faltar el respeto a Walter y aceptaron el paquete color mostaza que contenía varios billetes. Matías salió por la puerta principal pero Layla prefirió salir por la trasera, lo que la rubia no esperaba era chocar con su esposo.

—¿Layla?

Por un segundo la mujer entró en pánico, Henry no tenía idea de que era lo que su esposa hacía en ese lugar, no quería ni podía sacar conclusiones, simplemente preguntó el motivo de su encuentro en esa compañía.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a una entrevista para mis prácticas.—la respuesta salió por si sola.

Henry hizo pequeños los ojos, su esposa ocultaba algo.




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