Dulce venganza

Capítulo 39

Lorenzo colgó la llamada, Henry tenía el ceño fruncido, se acercó al auto estacionado a unos metros y entregó las llaves a su esposa. La rubia algo confundida las tomó, Henry no dió mucha explicación pero Layla dejó ir un suspiro en cuanto su esposo volvió a entrar al edificio. Un mensaje por parte de Walter llegó a su celular, un programa publicitario se encontraba en sus manos, esta era su oportunidad de mostrar uno de sus tantos talentos, después de todo el presidente de Ternac era bastante listo a la hora de seguir su teatro para escapar, Layla le estaba agradecida.

La rubia condujo el auto de su marido hasta la casa de Matías, el hombre aún no llegaba pero la esposa de éste la recibió, se sentó en el sillón de la sala observando como la bonita joven se sentaba frente a ella con algo de dificultad debido a su vientre hinchado, un embarazo de ocho meses no parecía nada fácil para aquellas joven que era más panza que persona. Layla sonrió, Marissa era bastante baja de estatura y se veía bastante adorable con su barriga grande, el silencio las rodeaba, la rubia veía como la castaña frente a ella acariciaba con delicadeza su estómago, su mano inconscientemente se dirigió a su propio vientre, al notar lo que hacía y los pensamientos que estaban cruzando su mente apartó con rapidez la mano.

—¿Te encuentras bien?—pregunta la dulce voz de la embarazada.

—Oh, sí, no es nada. —los ojos negros sonríen.

Un sentimientos que jamás sintió se instaló en su pecho, miles de preguntas se comenzaron a formar en su cabeza, la curiosidad invadió cada espacio y la tristeza inundó su ser. No estaba segura de lo que sentía pero su mente se encontraba repleta de imágenes de ¿Y si hubiera sido positivo?, Layla no estaba lista para esa responsabilidad, tampoco quería traer a un niño al mundo en esa familia, pero no pudo evitar el amargo sabor de lo negativo de la prueba. La rubia estaba confundida con tales sentimientos encontrados, simplemente negó y sonrió en dirección de Marissa que sentada frente a ella la observaba en silencio.

—Lamento no haber asistido a tu boda, estuve con ciertos problemas y el embarazo era de alto riesgo hasta hace un par de meses.—Layla negó, de todas formas esa boda era algo que ella jamás quiso.

—¿Para cuando tienes fecha?

—Dentro de dos semanas ya conoceremos la cara de nuestro bebé.—la joven sonreía con los ojos brillantes de ilusión.

—Serán unos padres excelentes. —afirmó Layla con una sonrisa.

—Gracias, algunas veces comienza el pánico de si todo saldrá bien en el parto o si haremos un buen trabajo, creo que es algo normal pero da miedo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, estar en cinta no era nada fácil, los cambios de emociones y el cambio en su cuerpo, el peso de su vientre y el miedo a lo que se viene en el futuro, pero Marissa estaba feliz con sus desiciones, el casarse y formar una familia era algo que desde hace tiempo deseaba. Ambas mujeres entablaron una tranquila conversación en tanto esperaban a que Matías llegase a la casa, hablando del nombre de su bebé y mostrando algunas de sus prendas.

—¡Llegué! —escucharon el grito del hombre desde la puerta.

—¿Por qué la demora? —pregunta su esposa levantándose con algo de dificultad.

—Tuve que dar unas vueltas, ¿como están?—acaricia el abultado vientre besando la mejilla de Marissa.

—Bien, estuvimos hablando con Layla y dió varias pataditas, creo que le agrada. —la mujer hablaba con una voz tan dulce que Layla creyó pronto tendría diabetes.

Los ojos de Matías pasaron de su esposa a su prima, la rubia tenía la mirada algo ida, pidió a Marissa si podía dejarlos a solas un rato, la mujer se despidió de Layla y entró a su habitación a descansar. El hombre dejó ir un suspiro antes de sentarse a un lado de la bonita muchacha, estaba algo sudado como si estuviera nervioso.

—Esto no va a salir bien, van a descubrirte y se acabó.

—Eso no pasará. —el ceño de la rubia se fruncio, el día que Matías dijera que todo saldría bien se acaba el mundo.

—Yo no estoy seguro de todo esto. —Matías secó sus manos sudadas en sus propios pantalones.

—Todo saldrá como lo planeado, nada se interpondrá en mi camino. —la determinación en su voz hizo que Matías sonriera.

—Bien, ¿qué es lo que sigue? —Layla sonrió de lado y acomodando su cuerpo en el sillón habló.

—El punto inicial es Henry...

El castaño mira con ojos serios a su amigo, Lorenzo no dejaba de hablar y a Henry no dejaba de hablarle su estómago, observó la hora en su reloj de muñeca y eran cerca de las dos de la tarde, su celular sonó, le sorprendió ver el nombre de su esposa marcado en la pantalla.

Atendió ante la mirada de Lorenzo, el hombre levantó ambas cejas divertido, adoraba molestar a su amigo.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me llamas? —era extraño que Layla marcara su número.

—Dijiste que me invitabas a almorzar. Estoy esperando en casa, quiero comer Sushi. —y colgó.

Henry quedó con los ojos y boca abierta, su esposa cada día era más extraña, la entendía menos. Se paró de la silla en la que se encontraba sentado y abrochando su saco negro se despidió de su amigo.

—Dices que no estas interesado en ella, pero ahí vas corriendo en cuanto te llama. —Lorenzo se burla de él.

—Debo tenerla cerca, estamos casados después de todo. —Salió de la oficina dejando a su amigo atrás.

Layla vestía un lindo vestido tejido color crema, era corto y un par de botas largas que la hacían lucir elegante a la vez que abrigaban sus pies y parte de sus piernas, su largo cabello rubio atado en una coleta alta y su cara con un maquillaje natural, se veía perfecta. Henry llegó y al bajar de su auto la vio, su corazón dió un vuelco, los ojos negros de su esposa lo volvían loco, sus nervios comenzaron a ser notorios y sus mejillas se tiñeron de un suave color rojizo.

—¿Qué mierda te está pasando Henry Harper? —piensa para sus adentros, abrió la puerta de copiloto para Layla.




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