Dulce venganza

Capítulo 40

Después del almuerzo Henry llevó a su esposa a un pequeño parque que hacía tiempo no frecuentaba. Se sentó en uno de los tantos bancos y Layla a su lado, la joven tiritaba de frío, al caer la tarde el frío se intensificó, la rubia se acercó aún más al cuerpo de su esposo, Henry sonrió, se quitó tu saco y lo colocó con cuidado sobre los pequeños hombros de la chica.

—¿Y este milagro? ¿Por qué de la nada me cuidas tanto? —Pregunta, colocando de forma correcta el abrigo sobre sus hombros.

—Tú misma lo dijiste, lo mejor es llevar la fiesta en paz. —sus brazos se estiraron a lo largo del respaldo del banco. —Si te trato bien y te cuido, será más fácil fingir que...nos amamos.

Layla agachó la mirada, sus ojos pasaron del suelo a su esposo, trago y dejó ir un suspiro, los ruidos de los vehículos pasando a sus espaldas era lo único que podían oír, la rubia abrió la boca para hablar pero no estaba segura de qué palabras usar. Su cabeza se apoyó en el hombro del hombre, varios de sus mechones cayeron con delicadeza sobre su rostro pero con cuidado los apartó detrás de su oreja, Henry no tenía idea de cómo reaccionar, su brazo justo detrás de ella fue lo único que movió, de forma lenta y no muy seguro lo colocó sobre la pequeña cintura.

—Si te hubiesen dado la opción de elegir, ¿Qué sería de tu vida? —la pregunta el joven no se la esperaba.

—¿A qué viene esa pregunta? —la rubia se encoge de hombros.

—Simple curiosidad, ¿nunca te has puesto a pensar en eso? ¿en el cómo sería tu vida con alguien a quien amas? —su susurro Henry lo oía con claridad.

En el momento exacto en el que la suave voz abandonó los labios de su esposa todos los demás molestos sonidos se apagaron, era increíble la claridad con la que podía oír los susurros que la rubia dejaba salir. También le parecía impresionante el como el frío se había convertido en calor en cuanto ella había apoyado su cabeza en su hombro, el ambiente había cambiado, Henry volvió a tener ese extraño sentimiento en su pecho, era una sensación pesada, incluso molesta, le parecía que su corazón dolía, una forma poco común de dolor, era raro pero no se sentía tal mal.

—Es tonto pensar en ello, de todas formas no podemos cambiar nada. —se paró de golpe dejando a la rubia confundida.

—Es cierto. ¿volvemos a casa? —Henry asintió.

Layla lo siguió hasta el auto y en el camino hasta la casa no soltaron palabra nuevamente, Henry estaba confundido, nervioso y con sentimientos revueltos. Después de esa tarde las cosas cambiaron entre ellos, Layla se acercaba a él la mayor parte del tiempo, el olor del perfume de la joven quedaba impregnado en su ropa, la mirada de su esposa se quedaba rondando en su mente todo el día, se estaba volviendo loco con solo escuchar su voz. Henry no tenía muy en claro si estas nuevas sensaciones se debía a alguna enfermedad o de verdad estaba teniendo sentimientos por la mujer con la que vivía.

Se encontraba sentado en el sillón con su ropa cómoda, tomando una taza de café y leyendo un libro de su autor preferido cuando su celular sonó, el tono de llamada lo hizo bufar pero al ver el nombre en la pantalla sonrió.

—Hey, ¿buenas noticias?

—La chica al fin puede reunirse con nosotros, paso por tí en veinte minutos. —Henry saltó de su lugar después de colgar la llamada de su amigo.

—Esta vez no te dejaré escapar. —acomodó su corbata mirándose en el enorme espejo de la habitación.

Layla casi rogó que Marissa asistiera a la reunión con Lorenzo y Henry, la mujer había dado a luz hacia poco pero se veía radiante. Después de casi diez minutos rogando la bonita esposa de su primo accedió, a Marissa no le hacía ninguna gracia mentir o engañar a la gente pero al ver el desespero de Layla no pudo negarse.

Marissa se reunió con ellos, Lorenzo dijo que era perfecta pero Henry no estaba convencido, cuando la mujer estuvo a nada de firmar el contrato que los haría socios y dueños de proyectos sin duda increíbles, Henry la detuvo.

—¿Qué estás haciendo? —susurra Lorenzo a su amigo, no podía creer que después de tanto tiempo luchando por tener a esa mujer en sus manos la detuviera de aquella forma.

—Tú no eres la genio de la que tanto se habla. —Marissa tragó y observó a su alrededor.

Layla observaba la situación desde la camioneta en la que se encontraba, acceder a las cámaras de Seguridad no era para nada difícil. Matías a su lado casi sale corriendo en busca de su esposa pero tenía a su hijo en brazos y no podía hacer mucho, Layla entendió que su esposo era más astuto de lo que imaginaba, no sería tan fácil de engañar.

—No firmaremos nada sí ella no se presenta en persona ante nosotros, de otra forma este contrato será completamente inválido.

—Dile que transfiera el diez por ciento de sus acciones en Harper Enterprise a mi cuenta. —el audífono en el oído de Marissa habló y firme dijo las condiciones para que la rubia se presentara.

—No hay problema, mi Secretaría lo puede transferir en solo segundos. Pero ella debe presentarse en este preciso instante.

Layla no esperaba que él aceptara de forma tan rápida, tenía entendido que Henry estaba enterado sobre su plan con Walter, le había resultado más listo de lo que creía. Su esposo sonreía confiado, Layla necesitaba ese diez por ciento para continuar con su plan pero, el miedo la invadió, no estaba lista para presentarse como quien era en realidad frente a él, aún no era el momento.

—Sí aún no puede reunirse con nosotros, el trato de cancela.

Lorenzo entró en pánico, su amigo había enloquecido. Le sonrió nervioso a la mujer frente a ellos, Layla le dijo a Marissa que saliera, no era el momento de reunirse con él, faltaba mucho para eso. Lorenzo se paró de su lugar deteniendo a la mujer de marcharse, con su rostro casi suplicante de que no cruce la puerta sin dejar su firma en el papel sobre la mesa.

—Tres días, dejaremos que lo piensen tres días.




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