Layla despertó luego de dormir tres horas, había llegado tarde a casa la noche anterior y demasiado cansada, pero todo eso había pasado a segundo plano cuando vió a su esposo, se sentía horrible al casi besarlo, odiaba que Henry se adueñara de sus emociones de aquella forma, de sus acciones como esa noche, odiaba que la mirara de esa forma dulce a la que no estaba acostumbrada, odiaba que su tonto corazón bombeara a lo loco de solo recodar lo cerca que habían estado, pensó en lo que pudo haber pasado si el anciano de los Harper no hubiera estado ahí, lo que hubieran hecho si nadie los interrumpia.
-Debo estar loca.
Se levanta con peresa, algo mareada, dormir poco en pleno trabajo pesado no era algo bueno. Tenían que presentar este proyecto antes de un mes y solo tenía una oportunidad, no podía darse el lujo de tener distracciones en esos momentos, estaba cerca de graduarse y cumplir con su objetivo de tomar todo de su familia y los Harper, ahora no era momento para dejarse llevar por sus tontos sentimientos que partecían no querer extinguirse . Desayunó con una velocidad increíble, las chicas del servicio la miraban con preocupación, Layla parecía haber perdido algo de peso, trabajaba desde que salía el sol hasta entrada la madrugada, ni Henry se esforzaba tanto en los negocios.
Henry observó el mensaje en su celular, con su mirada perdida, realmente no estaba prestando atención al texto, sus pensamientos se encontraban revueltos, la noche anterior no pudo dormir muy bien, en su mente no dejaba de aparecer la hermosa rubia con la que se encontraba casado, ahora mismo no podía dejar de pensar en ella, tenía un mensaje de la mujer por la que antes saltaba al solo oír su nombre y no podía siquiera leerlo.
-¿Qué me hiciste?- pregunta mirando ahora la fotografía de él junto a su esposa que descansaba en la pared de su cuarto.
Llegó a su oficina en Harper interprise a eso de las once de la mañana, todos estaban extrañados debido al horario en el que se presentaba, pero no dijeron palabra alguna, su superior esa mañana se comportaba bastante raro, bebió más de cinco tazas de café en menos de una hora y no dejaba de teclear en su computadora, con su ceño fruncido descartaba y firmaba papeles, parecía obligarse a si mismo a trabajar.
Observó el reloj de pared, eran ya cerca de las seis de la tarde, un mensaje cayó a su celular, el nombre de Lucille apareció en la pantalla e ignoró por completo la invitación de la bella joven a cenar. Tomó su abrigo y salió luego de despedirse de su secretaría que ya se encontraba en la purta por salir de su horario laboral, condujo con tranquilidad hasta su nueva compañia, Lorenzo había estado monitoreando a sus empleados y a su esposa con el trabajo, este era un proyecto muy importante para ellos, saldrían a la luz pronto y debían dar el ciento diez por ciento.
Observó desde la puerta de la sala de reunión, su esposa se encontraba concentrada en lo que escribia, Henry pensó que se encontraba frente a un ángel, su voz era suave al hablar con sus compañeros de equipo que acataban sus ordenes como robots, sus ojos brillaban y tal parecía haber nacido para ese trabajo. Sonrió alejándose de ahí, caminando hasta su oficina en el piso de arriba, hizo llamadas y firmó algunas peticiones, mirando la hora en su reloj de muñeca se sorprendio, eran cerca de las nueve cuarenta de la noche, pensó en su esposa, últimamente llegaba tarde a casa y caminó hasta la sala de reunión en el primer piso, la vió al asomarse a la puerta, se encontraba dibujando algún plano de algo, tenía media lengua afuera y un lapiz detrás de la oreja, se veía demasiado atractiva a ojos de Henry, tanto que hasta a él le asustaban sus pensamientos.
El castaño pensó en ir a comprar algo de comer, tanto para Layla como para las otras dos personas que se encontraban aún trabajando, su ex tutor de universidad y la vivaz Vivian que alegraba a más de uno con sus ocurrencias.
-Les traje algo para cenar, es bastante tarde y de seguro ni cuenta se dieron.- Henry apoyó las cajas de comida en la mesa vacía a unos metros de donde se encontraban, Layla se sorprendió al verlo pero le agradeció, en verdad se encontraba hambrienta, en las últimas semanas sentía más hambre debido a tanto trabajo.
El hombre se sentó junto al señor Lorens, observando a su esposa charlar amena con Vivian, la joven era en verdad bellisima, Henry no podía creer no haberlo notado hasta ahora, tenía una forma de hablar delicada y una risa escandalosa, hasta ese momento había notado que su esposa era ambidiestra, que recogía su cabello en un moño con un broche de forma rápida y sus pelos sueltos que escapaban del agarre de la pinza terminaban détras de su oreja libre, pudo notar que no le gustan las burbujas de las bebidas y que prefiere beber agua directamente de la botella, le hizo gracia el como se quemó con los spaghettis al no soplar antes de meterlos a su boca, y los ruidos que hacía al desesperar para que estos se enfrien en su boca.
-¿Puedo participar en el proyecto?- la pregunta simplemente salió, no esperaba decirla en voz alta pero deseaba ver más de ella.
Layla frunciendo el ceño lo tomó del brazo, parándolo y sacándolo de la sala para llevarlo fuera de ahí.
-No tengo idea de las razones por las que quieres involucrarte en esto pero no lo hagas, te agradezco el diez por ciento de las acciones pero no te quiero aquí metido, aléjate de mí proyecto.- Henry sabía que su esposa buscaba hundir a varios y sin pensarlo estaba dispuesto a ayudar, pero no podía decirlo directamente, ella se negaría, estaba seguro.
A Henry le dolió que la rubia lo quisiera fuera de todo eso, al castaño lo asustaban sus propias emociones, se encontraba en pánico cada que no sabía que hacer o que decir ante su propia esposa, tragó y volvió a insistir.
-Sé sobre esto y créeme que no seré una carga para ustedes, soy tan o más listo que tú, quiero ayudarte porque sé bien que se está complicando.- Layla abrió la boca para negarse pero alguien los interrumpió.
Editado: 15.10.2024