Dulce venganza

Capítulo 53

—¿Tienes algo que decir? —preguntó la joven, su esposo la miró con una cara de total confusión.

—Sí, —dijo—¿no te dije que hoy no salieras?—la rubia fruncio aún más el ceño.

—En verdad eres un idiota. —susurra, rueda los ojos y sigue su camino hasta su oficina, ignorando los llamados del castaño.

Henry no entendía lo que estaba pasando, tal vez su esposa estaba en esa etapa de cambios de humor, un chocolate caliente con media lunas creyó que calmaria su mal genio. Layla dejó su bolso de manera brusca sobre el sillón que decoraba una parte de su oficina, era un lugar amplio y bastante acogedor, le gustaba su lugar de trabajo.

Se sentó en el mismo sillón, dejando ir un suspiro y cerrando los ojos para tratar de calmar su animo, sus pensamientos volvieron al cambio de habitación, ¿por qué cambiar de un momento a otro?

Toc Toc.

Oyó la puerta de su oficina ser golpeada con delicadeza, se sentó recta y dió paso a la persona que tocaba, creyó que sería su esposo pero se sorprendió al ver a Jackson, algo confundida se paró y se acercó a él.

—¿Qué haces aquí? —pregunta.

—Solo quería pasar a saludar. —una sonrisa burlona se posó en su rostro.

Layla sabía muy bien que si Jackson aparecía nada bueno traía.

Se miraron con seriedad por un largo rato, Layla no caería ante sus provocaciones, siempre la hacia poner de los nervios y en estos momentos eso era lo que menos necesitaba, aún se encontraba mareada y las náuseas presentes.

—¿A qué vienés? —pregunta sentándose en la silla giratoria de su escritorio.

—Solo pasaba a ver si aún seguias aquí, es extraño que Henry aún te mantenga a su lado con Lucille aquí. —la rubia rueda los ojos, ahí está su verdadera razón de la visita, ver hasta donde aguanta la chica.

—Jackson, ¿no tienes que ir a molestar a alguién más? —el joven niega con una sonrisa.

—Solo quiero felicitar a la joven que logró escapar de la garra de los Harper. —Layla alzó las cejas sin comprender. —debe de sentirse muy bien el no tener que seguir luchando para quedar embarazada y obtener las acciones de la familia. —Los ojos ajenos la miraron con un deje de superioridad.

Y como si nada, después de soltar esas palabras y dejar a la pobre rubia confundida, se fue, Layla odiaba verlo, si Jackson se acercaba a ella solo era para llenar su cabeza de tonterías. La joven salió a tomar algo de aire a la azotea del edificio, se encontraba sentada en el banco de madera que era parte de un tejado con plantas a su alrededor, era un lugar bastante tranquilo para relajarte un rato de todo el peso de trabajar en ese lugar. A los pocos minutos de estar ahí oyó pasos que subían con prisas las escaleras, se quedó sentada sin moverse de su lugar, las voces de Lucille y Henry llegaron hasta ella.

—Tu madre dijo que te ibas a casar con alguien, ¿qué querías que hiciera? —la voz de la mujer se escucha con claridad.

—Que no aceptaras su dinero e hicieras como si no existiera. —Henry se encontraba bastante furioso con ella.—ahora deberías volver a casa, en tu condición no es bueno que andes de un lado a otro.

¿Condición?

Layla no pudo evitar que las palabras de Jackson chocaran de lleno con las que acababa de escuchar, ¿era ésta la razón por la cual ya no era necesaria? ¿a esto se refería Jackson? ¿Lucille está embarazada?

Su vista volvió a esas dos personas a lo lejos, no pudo oír más de su conversación debido a sus pensamientos, pero lo que sus ojos vieron le dejaron muy en claro que con los Harper, sin importar quien sea, sin importar su cambio para con ella, seguirían siendo la misma mierda de siempre.

Los labios de su esposo estaban siendo besados con dulzura por aquella bella joven, Layla no entendía ese sentimiento en su interior, era algo raro, una mezcla extraña entre ira y decepción, apretó sus manos en puños con fuerza, sus ojos se llenaron de lágrimas, estaba tan sensible que esa escena la sentía como una verdadera traición. Se escondió hecha en una bolita sobre el banco, las plantas eran lo suficientemente grandes como para hacerla desaparecer detrás de ellas, los escuchó discutir pero no prestó atención a sus palabras, se enfocó en sus propias manos, observó el brillante anillo que compartían con Henry, sonrió de lado, de seguro él también era falso.

Henry recibió una llamada a su celular, se encontraba bastante distraído, no era un buen día y deseaba que no empeorara, al atender la llamada se sorprendió al oír la voz de Matías.

—¿Que sucede? —pregunta, era extraño que ese hombre lo llamara.

—Ven al hospital, tu esposa acaba de desmayarse y necesito regresar a casa, no quiero dejarla sola. —no terminó de escuchar las palabras por completo, tomó las llaves de su auto y corrió con rapidez al ascensor.

—En cinco minutos estoy ahí.—dijo, para a continuación colgar.

Henry pensó que su esposa se había estado esforzando de más, casi ni descansaba debido al proyecto y no hacia caso en quedarse en casa y tomar un descanso, esa mujer no entendía razones, una vez que toma una desicion es completamente imposible hacerla aflojar. El castaño llegó y Matías huyó directo a su casa, su esposa había llamado debido a que lo necesitaba por algo relacionado a su pequeño bebé, pero Henry no indagó demasiado, se acercó a su esposa una vez habló con Matías sobre lo que había pasado, la joven se encontraba recostada sobre la camilla de hospital, en su brazo una vía para pasar suero.

—Te dije que debías descansar. —cubrió el cuerpo de su esposa con cuidado.

—Estoy bien, no deberías de haber venido. —Los ojos negros de Layla miraron con cierto enojo a los azules ajenos.

—Mi esposa acaba de caer desmayada ¿y me pides que no venga a verla? —Layla rueda los ojos.

—No soy tu esposa realmente, deberías de volver a actuar cruel y frío como solías ser, no tienes porque seguir fingiendo ser algo que no eres. —Soltó las palabras con rabia, entre dientes.




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