Dulce venganza

Capítulo 58

Los ojos de la mujer eran fuego, mirando de arriba a abajo a la castaña que tenía enfrente, le resultaba bastante familiar, juraba haber visto esa mirada fuerte alguna vez. Lucille mostró una perfecta y aperlada hilera de dientes, Layla escondió a su pequeño hijo detrás de ella, cual Leona defendiendo a su cria, su sangre la sentía hervir, jamás había levantado siquiera la voz a sus hijos y venía ella a empujarlo como si fuera un muñeco, Lucille dirigió su mirada hacia abajo, sus grandes ojos se encantaron con los de una pequeña niña que la miraba de forma seria, era pequeña pero su mirada lo transmitía todo.

—¿Son tuyos? —preguntó con un tono de voz bastante descortés.

—Son hijos de un amigo, los traje a dar un paseo. —habló Matías, Lucille no creyó del todo sus palabras, la pequeña niña a su lado se parecía bastante a alguien.

-Oh, no deberias de andar con niños por aquí, es una compañia sería no un parque de juegos. —Lucille sonrió a duras penas, de una forma que hizo que Layla apartara la vista.

—Ya nos ibamos, Layla solo quería venir a levantar unos papeles, con permiso, Lucille. —Matías tomó a su prima del brazo, estaba seguro de que un par de minutos más ahí parados y correría sangre.

—Un placer tenerte nuevamente con nosotros, Layla. —la castaña se volvió a ver a la mujer, sus ojos le decían de forma muy clara que había llegado en el momento menos esperado.

—Si tienes ojos tan temblorosos, quiere decir que mi trabajo hasta ahora, vino funcionando muy bien. —Susurra Layla volviendo su vista al frente, viendo como sus pequeños caminaban tomados de la mano frente a ella.

Henry caminaba con nerviosismo de un lado a otro sin poder asimilar todo lo que su mejor amigo le había comentado, eran demasiadas cosas en tan poco tiempo. Se sentó en su silla un momento, miles de pensamientos pasaban por su mente, no sabía como actuar o que decir, Lorenzo lo observaba en silencio a unos metros, sentado de piernas cruzadas en el gran sillón que nuestro Henry tenía en su Oficina.

—Tu abuelo ofrecerá una fiesta en grande para el tercer aniversario de la compañia que tan bien has administrado, estoy muy seguro de que ella revelará su regreso en dicho lugar. —habló con tranquilidad Lorenzo, dándole un buen mordisco a la manzana que de forma relajada había tomado de encima de la mesa ratona.

—No puedo creer que esté de regreso, no puedo creer que volveré a verla. —con emoción en su rostro sonrió, de oreja a oreja, como si fuera un niño pequeño al cual le dicen que su mamá regresó a casa después de un largo día sin verla.

Lorenzo escupió lo que estaba comiendo al darse cuenta de que la fruta no era real, mirando mal a su amigo dejó la manzana en su lugar y se acomodó el saco.

—Si ves algo diferente en ella, no te espantes. —Henry lo miraba con ojos confundidos, ladeando la cabeza sin entender a lo que el hombre se refería. —Simplemente ten cuidado y no te hagas demasiadas ilusiones.

—No espero que Layla salte de felicidad al verme, tengo muy en claro que lo que menos quiere es que aparezca mi figura ante ella, pero yo vivo con la necesidad de volver a respirar. —Henry bajó la mirada, la foto en sus manos lo hizo sonreír con nostalgia. —Sigue igual de bella. —acaricia la fotografía en sus manos, donde Layla venía bajando del avión, radiante y hermosa como el primer día.

—Preparate para mañana y por amor a todo lo bueno ya podrias comprar algo de fruta real o algún snack, tengo espuma de plástico en los dientes.—Lorenzo se quejó mientras salía de la Oficina.

Henry no le prestó atención, ésta estaba en aquella fotografía, observando cada detalle de su ex esposa, lo hermosa que se veía con su cabello castaño y su piel reluciente, el hombre sonreía, aunque por dentro se encontraba ansioso y muy nervioso, eran emociones que jamás creyó volver a sentir. Guardando la foto en el primer cajón de su escritorio avisó a su secretaria que cancelara todas sus reuniones del día de hoy, tenía poco tiempo para ir por un traje nuevo y prepararse.

Gean comía su empanada sentado junto a su hermana, la niña comía de igual forma, mirando a lo lejos a unos niños que en su mundo jugaban en algunos de los juegos del parque en el que se encontraban, su madre por su parte se sentó justo a un lado con Matías, su primo observó detenidamente los gestos de la mujer, como susurraba por lo bajo, con el ceño fruncido y los puños apretados.

—¿Cuando se casaron? —pregunta ella a la persona a su lado, Matías se queda en silencio por un momento, pensando si contestar.

—A los pocos meses de tu partida, al parecer ella estaba embarazada. —se arrepintió de su respuesta casi al instante, el rostro de la joven se fruncio en dolor.

—¿Tienen un hijo? —Layla susurra, no quería que sus pequeños oyeran su conversación.

—No lo sé con exactitud, se sabe muy bien que Lucille dio a luz a un niño, pero nadie lo vió hasta el día de hoy. —eso era algo muy extraño, ¿por qué ocultar a un pequeño?

—Es suyo, estoy segura de eso. El niño debe de tener cerca de la edad de los mellizos ¿no es así? —el hombre dejó ir un suspiro, la mujer se notaba muy molesta.

—¿Por qué estás tan enojada? —Layla se enderezó y abriendo los ojos en grande negó.

—No estoy enojada, es simplemente molesto. —hizo una pausa, observando el cielo que comenzaba a tornarse de un muy bonito color naranja. —Es como si me hubiera engañado, siento molestia porque el muy maldito me recalcaba cada que podía el hecho de no poder estar con nadie más, y allá fué él a revolcarse sabe el señor cuantas veces con ella.—su tono de voz fué cada vez más bajo y Matías solo pudo acariciar su espalda en consuelo.

—Creí que ya nada con referencia a él podía hacerte sentir así. —la joven se perdió por un momento, las palabras de su primo resonaron en su interior.

Era cierto, se repetía cada mañana que no sentía nada por su ex esposo, que ya había pasado demasiado tiempo lejos de él como para seguir sintiendo lo que sintió en aquellos días. Mirando a sus hijos se dió cuenta de que sería algo imposible olvidar su presencia en su vida, tenía dos figuras que eran su viva imagen y a medida que crecían, en especial su hijo varón, se parecía a su padre hasta en personalidad, se parecía tanto que algunas veces le asustaba no poder lograrlo sola.




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