Abrió la puerta de golpe, se había sacado los tacones y corrido lo más rápido que su cansado cuerpo le permitió, el maldito auto se había quedado parado a mitad de camino, alguien lo había vaciado, no podía esperar a que llegara la ayuda por ellos, Layla corrió más de diez kilómetros hasta llegar a casa de su primo, su maquillaje se encontraba corrido y su ropa sucia, había tropezado y caído al suelo varías veces en su desespero. Henry la seguía de cerca, sin entender nada, sin saber el porqué del llanto y dolor de la joven.
—¿Dónde? ¿dónde están? —preguntó caminando hasta el hombre que la esperaba sentado una de las sillas de la mesa del comedor.
—Lo siento. —fue lo único que pudo dejar salir, cabizbajo y en las sombras.
—¡No necesito tus malditas disculpas! —gritó con frustración. —¡Dime donde están! —Matías se volvió a verla con ojos rojos, Layla lo tomó por la camisa acercando su rostro a centímetros, susurrando. —¿dónde están mis hijos? —la rabia en su voz era palpable, si no le daban una pronta respuesta la joven comenzaría a enloquecer.
—No lo sé, ellos entraron y simplemente se los llevaron, tenían armas y tengo familia. —la voz raspando su garganta hizo que más lágrimas salieran, Layla lo soltó de forma brusca, se tiró al suelo y comenzó a buscar algo.
Henry recién entraba a la casa, observando todo con confusión, Layla lo tomó de la muñeca haciendo que bajara al piso, el castaño la miraba confundido.
—Busca—pidió—una de las baldosas esta suelta, una caja de madera.
Henry sin preguntas comenzó a buscar junto con ella, Matías en una esquina se hizo bolita sosteniendo sus rodillas, su esposa e hijos habían corrido a casa de sus suegros luego de que se llevaran a los mellizos, se quedó mirando a la castaña que buscaba con desespero aquella caja de madera que ocultó en un agujero que tenían en el suelo, su rostro reflejaba el dolor, desespero y miedo.
Layla estaba asustada porque tenían lo que más le importaba, habían encontrado su punto débil más rápido de lo pensado y no pudo protegerlos, la mujer los encontraría y juró sacarle los ojos a quien haya puesto en peligro la vida de sus hijos, fuera quien fuera le saldría caro el haberse llevado a lo único que amaba. Encontró la caja y Henry se sentó a su lado al segundo, era una caja de madera común, nada impresionante, pero al abrirla varias armas aparecieron en su campo de visión, el primer pensamiento de Henry fue huir, incluso sus ojos vieron a la puerta abierta a unos metros de donde estaban pero se quedó en su lugar, observando como la hermosa mujer secaba sus lágrimas susurrando dos nombres que le parecieron perfectos.
—Mamá los traerá de nuevo a casa Gean y Giana, lo prometo. —sacó de aquella caja una foto de dos niños, Henry los vió.
—¿Tus hijos? —Tal vez no era el momento pero no pudo evitar sentirse sorprendido.
—No era este el plan—se giró a verlo, entregando aquella foto a sus manos. —pero no tengo opción. —se paró y camino escaleras arriba, se cambiaría rápido por algo más cómodo y movería cielo, mar y tierra hasta encontrarlos.
Matías se quedó junto a Henry que se había parado hasta sentarse a un lado del antes mencionado, tenía tantas preguntas, Matías habló con voz rasposa debido al llanto.
—Son mellizos, Gean es el niño y Giana la niña, tienen casi cinco años y una inteligencia superior. —su voz se quebró—los acaban de secuestrar y no pude evitarlo.
Henry se paró en su lugar, acababa de entender el desespero de su ex esposa, sus niños habían sido secuestrados, corrían peligro y su corazón dolió, pensó en su hijo, si alguien lo lastimaba o se atrevía a poner un solo dedo encima de él con mala intención se volvería loco, ahora entendía por completo lo que pasaba y tomó la decisión de ayudar a Layla a encontrar a sus pequeños.
—Me voy—Layla bajó las escaleras a toda prisa, tomó las llaves de la camioneta de su primo y salió por la puerta.
Henry guardó la foto en uno de los bolsillos de su pantalón y siguió a la castaña hasta la camioneta, sin decir palabra alguna se subió al asiento de acompañante siendo observado por la mujer, ésta fruncio él ceño negando con la cabeza, sus ojos se llenaron de lágrimas y sus labios fueron mordidos con fuerza, tratando de evitar el llanto.
—Los vamos a encontrar, lo prometo. —sus ojos hablaron con total sinceridad y convicción.
—Son inocentes, no debí de haberlos traído, si algo les pasa será por culpa mía. —la idea de sus pequeños sufriendo algún tipo de maltrato la estaban quebrado por completo.
—Vamos, todo estará bien, créeme.
—No puedo pedir que lo entiendas, no estuviste con ellos desde el momento cero, no los viste crecer poco a poco, hablar tiernamente y caminar con torpeza, Dios mío no puedes sentir ni la mínima parte de lo que estoy sintiendo y eso, eso también es mi culpa. —Henry simplemente la abrazó, no quiso seguir viendo esos ojos negros llorar de aquella manera.
Minutos después se encontraban leyendo un mensaje en el celular de Layla, no sabían de quien era aquel número ni como habían logrado dar con el de ella pero gracias a ese mensaje podrían dar con el paradero de sus niños o al menos tener una idea de quien o quienes habían cometido el secuestro. No pudieron ir con la policía, aquél mensaje lo había dejado muy en claro, si querían que los niños estuvieran a salvo no debían de meter a la policía en sus asuntos, descartaron la ayuda del gobierno, tampoco podían contarles a sus familias, ningúna de las partes sabía sobre la existencia de los mellizos, o al menos eso querían creer.
—Estamos solos en esto. —Llevaban cerca de seis horas buscando algún indicio que les diera la más mínima pista del paradero de los niños, pero aún nada.
Matías se acercó a la habitación en la que estaban trabajando y se sentó a un lado de Layla, le entregó un sobre color mostaza que la joven abrió al instante, fotos de sus niños amordazados fue lo que vió, su pecho dolió, gritó con desespero, golpeó el suelo con fuerza, la estaban haciendo mierda. Eran dos niños de cuatro años, atados de manos, con los ojos cubiertos, Layla lloraba pensando en lo asustados que debían de estar, en las mil cosas que pasan por sus pequeñas cabecitas sin entender nada, Layla cayó al suelo siendo acunada por los brazos de Matías.
Editado: 15.10.2024