Layla temblaba, Matías le ofreció un vaso con agua, bebió un sorbo tratando de mojar su garganta para que salieran las palabras, Henry había desaparecido de un momento a otro pero estaba bien, podía derrumbarse tranquila y ser vulnerable frente a su primo sin tapujos. La castaña secó sus lágrimas una y otra y otra vez, pensando mil maneras de rescatar a sus pollitos de las manos de esa mala persona que se los había arrebatado.
—¿Dónde están? —preguntó acariciando la foto de ella abrazando a ambos niños recién nacidos.
—Los encontraremos. —Matías apoyó una de sus manos en el hombro ajeno, tratando de transmitir su apoyo.
—Soy la peor madre del mundo. —dijo volviéndolo a ver.
—No pienses así, estamos rodeados por los enemigos, nos confiamos y terminó pasando antes de tiempo. —el hombre trató de hacerla sentir mejor pero Layla no dejaba de temblar.
—Los quiero de vuelta—susurra—los necesito para vivir, sin ellos no puedo respirar. —se abraza a su primo y se desborda en llanto sobre su hombro.
Matías sentía un pinchazo en el corazón al verla así, pero no había mucho que pudiera hacer, si se involucraba demasiado su familia sería la que estuviera en riesgo, lo mejor para ellos era esperar y ver.
Henry abrió las puertas de su casa de golpe, su mirada barrió la entrada en busca de una persona en concreto, al no verla gritó su nombre, ni una señal de su parte, subió escaleras y revisó cada parte de su hogar, su hijo salió de su cuarto tallando sus ojitos, confundido por los gritos de su padre.
—¿qué sucede? —pregunta con voz adormilada.
—Ay hijo, te desperté, perdón. —tomó al niño en brazos y lo acuno, observando a su alrededor. —¿donde está tu tío? —pregunta extrañado al no ver a su mejor amigo.
—Tío Lorenzo dijo que tenía un asunto que atender y se fué. —eso era extraño en verdad, Lorenzo no era de dejar solo a Jonathan. —Pero está bien, Sarita está en casa, ella me cuida. —el niño se abrazó al cuello de su padre y bostezando cerró sus ojos.
Dejó al niño en la cama una vez cayó dormido y bajó a la cocina, el cuarto de Sarita estaba a un lado, una puerta algo más pequeña que las de las habitaciones de arriba lo recibió, tocó con cuidado y abrió, Sarita dormía plácidamente.
—Sarita, despierte. —la mujer abrió los ojos de golpe al oír la voz.
—Ay señor, que susto. —la mujer de avanzada edad colocó sus manos en su pecho, asustada.
—¿Sabe a dónde se dirigió Lorenzo?—la mujer asintió.
—Primero escuché a la señora salir y poco rato después al señorito Lolo, parecía bastante enfadado en realidad, dijo algo como: "Sarita, cuide de Johnny que voy a cazar a un monstruo"—Henry se apoyó en la pared, sus sospechas eran ciertas.
—Maldita sea. —susurró.
La anciana lo volvió a ver con ojos grandes, Henry se disculpó amablemente por interrumpir su sueño y agradeció la información, tomó las llaves de su auto y salió, llamando a su mejor amigo en cuanto su trasero se apoyó en el asiento de conductor. Un pitido, dos, y al tercero contestaron, Lorenzo susurraba palabras poco entendibles, se escuchaba a lo lejos el sonido inquietante de máquinas en funcionamiento, parecía estar metido en una fábrica.
—Rastrea el celular, soy malo con las indicaciones, pero tienes que venir ya. —fue lo último que dijo su mejor amigo antes de colgar.
Henry hizo lo que el hombre le dijo, estaba a media hora del lugar, no pregunten como pero en menos de quince minutos ya se encontraba cerca de la fábrica, era un lugar medio abandonado que ya casi nadie recordaba, tenía grandes máquinas de producción que eran extremadamente ruidosas, sus puertas eran grandes y viejas, daba algo de miedo ciertamente.
Estacionó bastante lejos, no quería que lo escucharan llegar, tomó un palo que encontró en el camino y se adentró por las puertas de atrás, estaban abiertas y no haría ruido al entrar, se encontró con Lorenzo a unos metros, estaba escondido grabando algo, se acercó con cuidado e hizo que su amigo saltara casi causándole un mini infarto.
—Casi me matas de un susto—susurró el hombre golpeando el hombro ajeno.
—Lo siento. —se escondió junto con él, observando lo que su amigo grababa.
Dos pequeños atados, sus ojos vendados y de rodillas, la rabia subió rápidamente y Lorenzo lo sostuvo de un brazo al instante, sabiendo que su amigo estaba a punto de saltar y armar tremendo lío. A los pocos minutos se acercaron varios hombres hasta los pequeños, les dieron agua y sus ojos fueron liberados de las vendas, los niños tenían ojos afilados y no parecían muy asustados, solo algo confundidos.
—¿Es agua de la llave? —pregunta una voz suave y dulce.
—No, es de botella, si quieres te traigo el envase. —el hombre se sentó a un lado de la pequeña explicándole con cuidado.
—Quiero ir al baño. —habló ahora el niño, Lorenzo y Henry se volvieron a ver.
—Estos niños son increíbles. —susurra Lolo con una sonrisa. —los tienen en la palma de su mano.
Henry sonrió, se encontraba bastante aliviado de que no estuvieras siendo golpeados y maltratados, observó como los niños hicieron una señal con su cabeza, uno a otro, tenían un plan, querían volver a casa. El castaño se giró hacia su amigo, dando varias instrucciones de lo que harían a continuación.
Sacarían a esos niños de ahí y los devolverían con su madre, era un riesgo hacerlo solos pero no esperarían a que llegara la policía, Lorenzo asintió, de acuerdo con las ideas locas de su mejor amigo, pero era ahora o nunca. En cuanto el niño volvió del baño junto al guardia ambos hombres salieron de su escondite, el niño no fue atado gracias a su aparición, sonriendo corrió hasta su hermana y con rapidez la desató, los adultos repartían golpes y de igual forma los recibían, Henry dió una muy buena patada al guardia que había dado la linda explicación a la pequeña, justo en sus partes bajas, el hombre cayó al suelo sosteniendo sus genitales. Lorenzo tiraba puños y algún que otro salto, el guardia lo miraba confundido, distraído por los extraños movimientos del hombre fue golpeado desde atrás por el palo que Henry no había soltado nunca.
Editado: 15.10.2024