Henry no mostraba estar cagado por fuera pero por dentro le temblaba el corazón, su esposa sostenía un arma en su dirección y disparó a un lado deteniendo cualquier paso, tanto de él como de su mejor amigo, el grito asustado de los niños se oyó, se escondieron en un abrazo en el pecho de Lorenzo, el hombre no podía creer que una mujer como ella haya llegado hasta ese punto, secuestrar a dos inocentes niños para lograr algo que sería imposible, hasta este punto Henry le guardaba un inmenso cariño, no podía verla como una verdadera esposa pero cuidaba de ella con amabilidad y respeto, a ella y al niño que había aceptado como suyo, amado de forma inimaginable.
—¿Qué mierda estás haciendo? —Henry habla con voz firme, tratando de dar tiempo a que llegue la policía o alguién que los salve del lío en el que solitos estaban metidos.
—No estoy haciendo nada malo, simplemente quise invitar a los pequeños Miller a cenar. —sonrió mientras caminaba con lentitud hasta ellos, más de esos gorilas aparecieron justo a espaldas de la mujer.
—Sabía que estabas loca, perra. —ríe Lorenzo, Henry se vuelve a verlo con ojos grandes.
—Cállate, por amor a Dios ya no hables. —susurra el castaño, su mejor amigo baja la mirada mientras hace puchero. —Lucille, son sólo niños, están asustados y quieren volver con su madre. —la mujer soltó una carcajada.
—Ese es el verdadero problema aquí, su madre, esa maldita mujer es la causante de todo. —sus ojos grandes no mostraban más que la locura de su mente, ya no quedaba una pizca de la mujer que alguna vez conoció. —por su culpa traje a ese niño al mundo, si tan sólo ella no hubiera aparecido jamás yo no tendría que haber sufrido tanto. —sus ojos se impregnaron de lágrimas, rojos de ira.
—Lucille, las cosas no son como tu cabeza las pinta, Layla no- —es interrumpido de forma brusca, el sonido ensordecedor los hace ponerse rígidos nuevamente.
—Que ya deje de disparar al aire, por favor. —susurra su amigo, pálido como una hoja de papel.
—No menciones su nombre, es aún peor oírlo de tu boca, ella se robó todo desde el primer momento, pasé a segundo plano en tu corazón y la fortuna Harper de igual forma la tendrá ella por completo. —su voz se oía quebrada, sus manos firmes sostenían el arma de fuego con demasiada experiencia.
<< ¿A cuántas personas habrá matado para sostener ese objeto con total confianza? >>
Fue uno de los tantos pensamientos que corrían por la mente de Henry, su maldita familia había destruido hasta lo último en su vida, ya no sólo le hacían daño a él sino a toda persona que amaba y apreciaba, personas que consideraba más familia que su propia sangre, no había día en el que no rogara al cielo por no ser parte de los Harper, se sentía utilizado, un robot creado para heredar un imperio que no quería ni deseaba, su único objetivo era cuidar de su hijo y vivir en un bosque alejado de todo lo que conocía, cerca de un río o laguna para pescar con el niño, una vida tranquila donde llegar a viejo pudiera ser posible.
—Deja ir a los niños, me quedaré aquí en su lugar. —Henry levantó los brazos y Lucille se acercó a él meneando sus caderas.
—¿por qué iba a dejarlos ir si puedo tenerlos a todos? —susurra cerca de su oído, sintió frío al sentir el arma cerca de su cuello, cerró los ojos pidiendo a Dios.
—Vamos, ¿cuán loca puedes estar? —Lorenzo se caracteriza por ser un idiota, eso pensaba Henry y en ese momento lo confirmaba.
Lucille se volvió a verlo sin expresión, daba miedo, siendo sinceros, ambos adultos estaban que por poco se orinaban ante aquella mujer salida del mismo infierno que Satán. Sus dedos largos junto a uñas afiladas se acercaron con lentitud a los niños en brazos de Lorenzo, el hombre enseguida los hizo a un lado, cubriendo a los niños con su cuerpo, no iba a permitir que una bruja como ella les pusiera un dedo encima, Gean se volvió a verla y con el ceño fruncido habló muy claro para su corta edad.
—Cuando mi mami venga por nosotros usted querrá volver por donde vino. —la mujer hizo un pequeño gruñido antes de correr el rostro con enfado, Lorenzo y Henry se miraron sorprendidos.
—Eres igual a tu papá. —susurra Lorenzo, los niños ríen.
—Basta de charlas, amordacen y encadenen a todos nuevamente. —dió la orden y sus guardias no tardaron en saltar sobre ellos. —y esta vez no sean tan idiotas de soltar a los pequeños engendros, son demasiado listos a comparación de ustedes. —soltando esas palabras salió por la puerta y antes de desaparecer en la oscuridad cual demonio, se volvió hacia ellos cuatro con una sonrisa. —tengo el premio mayor y mi plan va a la perfección.
Henry trató de luchar pero eran cerca de diez tipos contra el y tres niños, Lorenzo ya se había rendido, cansado se sentó junto a los pequeños que nuevamente tenían sus ojos llorosos, Henry se sintió el peor ser humano sobre la tierra, trató de protegerlos y terminó encerrado con ellos, bueno, el lado positivo era que los habían encontrado y podrían defenderlos con su vida pero hasta ahí, si algo les pasaba a ellos esos niños ¿verían la luz del día? ¿volverían a brazos de su madre?
—Tengo miedo. —lloriqueo el hombre a su lado, el castaño rodo los ojos antes dejar ir un suspiro.
—Ya mejor pónganle la mordaza de una vez. —Lorenzo se volteó en dirección a Henry, ofendido. —¿qué?—pregunta divertido.
Lorenzo era la mejor persona que podía haber en su vida, siempre estaba para él, en las buenas y en las malas era el único que ahí se encontraba, jamás volvería a encontrar a alguien tan leal y servicial como él, el hombre era único en su especie, no había forma de falsificar o clonar a otro, existía una sola versión y lo mejor de todo era que él era la única persona en el mundo que podía disfrutar de su compañia hasta el último día de sus vidas.
—Oye, antes de que nos tapen la boca, quiero que sepas que tienes prohibido morir antes que yo. —las palabras de Henry salieron directo del corazón.
Editado: 15.10.2024