Dulce venganza

Capítulo 67

—¡Mamá! —gritaron ambos niños al ver a su madre.

—¿Estás herida, mami? —preguntó con su voz quebrada la pequeña niña, se aferraba con fuerza a los brazos de su madre.

—No la aprietes con fuerza, debe de estar lastimada después de salvarnos. —el niño pequeño habló, su cara oculta en el pecho de su madre, sus ojos apretados aguantando las lágrimas.

—Mami está bien, mis pequeños

—habló ella, besó y abrazó con fuerza a sus hijos.

Layla aspiró con miedo sus cabellos, oliendo el rico olor a shampoo de coco con el que habían sido bañados, sus manos acariciaron cada detalle del rostro de sus mellizos, desde la punta de su respingada nariz hasta su pequeño y regordete mentón, sus ojos se llenaron de lágrimas de solo imaginar volver a pasar por algo así, los abrazó nuevamente con fuerza, con miedo a soltarlos y que fueran parte de su imaginación debido al desespero que había sentido antes.

Lorenzo apareció con Jonathan en sus brazos, el pequeño tenía sus ojos rojos y algo hinchados, el niño tenía rasgos parecidos a los de su madre, pero eran mínimos, le dolió en el corazón no poder darle una familia completa, le dolió como si él fuera él culpable de todos los desastres, solo deseaba darle felicidad a aquella frágil personita en brazos de su mejor amigo, con algo de miedo se acercó lentamente, sus ojos se encontraban llorosos, se culpó una vez más por haber permitido que siendo tan pequeño haya sentido él odio y rechazo de una de las personas que se supone debía de cuidarlo y protegerlo.

Lo tomó en brazos, él niño se aferró a su cuello llorando, sintiendo todo el dolor que su padre sentía en su pecho, Jonny sabía que algo malo había sucedido, tenía muy claro que su mamá no volvería a casa y que su papá se encontraba asustado de todo lo que estaba por venir, tenía miedo de que su pequeño niño de lindos ojos desapareciera.

—Te amo, lo sabes ¿verdad? —Henry miro directo a los ojos del pequeño niño.

—Te amo. —repitió con su dulce voz, ambos lloraron volviéndose a abrazar.

Los más pequeños cayeron dormidos en cuanto la adrenalina en sus cuerpos bajó, se sentían a salvo con sus padres y pudieron descansar con tranquilidad. Por su parte Henry, Layla y Lorenzo se encontraban en la Sala de la casa de este último, en silencio, procesando todo lo que había pasado en tan poco tiempo, Layla sentía un dolor inexplicable en su pecho, sentía que ahora en verdad no tenía a nadie, además de sus pequeños, a quien considerar familia o de su total y ciega confianza. Decepcionada levantó la mirada hasta su ex esposo, el hombre tenía la mirada perdida, Layla imaginaba todo lo que pasaba por su cabeza pero no tenía certeza de haber acertado en alguna.

—Debemos movernos pronto, esto nos dejó muy en claro que los Harper tienen planeado destruir todo a su paso con tal de llegar a la cima de todo el poder.—dijo Lorenzo.

—Por lo que pude investigar están metidos en algo más oscuro que la política. —Layla dejó ir un suspiro preocupada, mirando a Lorenzo volvió a hablar. —Tienen tratos con varios países alrededor del mundo, entre drogas, armas y trata de personas. —ahora sus ojos viajaron hasta Henry, no muy segura de decir lo siguiente frente a él.

—Está bien, solo dilo. —él no levantaba la mirada, sus ojos estaban fijos en un punto en la habitación.

Layla relamio sus labios secos antes de hablar, había pasado noches y días buscando hasta lo más mínimo de los Harper, no fue nada fácil, tuvo que hacer todo en completo silencio y lejos de todos, casi borrando su existencia y la de sus hijos del mapa, pero lo había logrado, había encontrado tantas cosas que esa familia había hecho que algunas de ellas, en su mayoría, le causaban ganas de vomitar, tantas fotos y videos que tuvo que ver y analizar, guardar y archivar, todo había quedado en su memoria, su cabeza sufrió un tiempo debido a aquellas imágenes que no lograba borrar de ella.

—Además del tráfico de armas, drogas y la trata—hizo una pausa, cerró sus ojos y en voz baja habló—ellos fueron culpables de la muerte de mis padres.

Ambos hombres de volvieron a verla con ojos grandes, sorprendidos ante sus palabras, todo lo que escuchaban les resultaba repugnante, Henry se sentía un monstruo, ahora entendía a la castaña frente a él en sus tiempos de casados, debió de soportar el mismo infierno en su familia, él como un completo idiota no hizo más que lastimarla y seguir las palabras de aquellas personas que se hacían llamar "padres".

De un momento a otro Henry se encontraba arrodillado frente a ella, Layla sorprendida se paró de golpe, no entendía lo que el mayor hacia en aquella posición frente a ella. Lorenzo se encontraba de igual forma sorprendido pero una pequeña sonrisa se asomó en la comisura de sus labios.

—Lo siento, soy un Harper y estoy frente a tí en este momento, por favor torturame como lo harías con cualquiera de ellos, lo merezco. —Layla se quedó en shock en su lugar. —Desde el primer momento ellos sabían cómo terminaría todo, el daño que causarían y no les importa más que su propia vida, pero si te hace sentir mínimamente mejor, torturame y haz conmigo lo que te plazca.

La castaña se acercó hasta él, sus tacones negros resonando en el hermoso piso de mármol pulido, el vestido rojo que traía puesto, junto a su largo cabello castaño que casi llegaba a sus caderas la hacían ver cómo un verdadero ser del inframundo, sus ojos negros miraron por un largo tiempo al hombre arrodillado frente a ella.

—Espere tanto tiempo verte así, de rodillas suplicando, espere que rogaras por mí con desesperación, y ahora que estás como siempre lo deseé—se agachó a su altura, tomando su cara en sus manos, haciendo que sus ojos se encuentren. —me duele en el alma—Layla no lo podía creer, pero verlo así no era algo que la hiciera feliz como tantas veces lo soñó.




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