Walter observó a su alrededor, eran más de cinco personas, expertas en artes marciales y combate, pero sonrió de lado, a los pocos segundos un fuerte sonido se oyó, la puerta de madera fue derribada como si de una simple galleta al agua se tratara,un hombre grande vestido de negro fue el primero en verse, seguido por varios hombres más que cargados en armas comenzaron a disparar, sin esperar un solo segundo más, sin preguntar ni esperar más órdenes.
—Gregory, justo a tiempo. —Walter se paró de donde estaba sentado y abrochando su propio saco se acercó al hombre vestido de negro.
—Siempre, señor. —su sonrisa era tan brillante como su ego mismo.
—Toma a tres de nuestros hombres y quiero que vigilen la casa del viejo verde, este tipo se dió cuenta de todo, necesito saber cada mínimo movimiento y que es lo que trama. —Gregory no hizo más que asentir con firmeza.
Salieron de ahí con prisa, ya en la camioneta el celular de Walter comenzó a sonar. El nombre de Layla apareció en la pantalla y contestó al segundo, escuchando los gritos nerviosos de todos aquellos detrás de la llamada, una suave sonrisa apareció en su rostro, Gregory observaba su comportamiento desde el espejo retrovisor.
—Estoy bien, no fuí a reunirme con ellos sin estar preparado, recuerden con quien están hablando, por favor. —se sentó despreocupado en el asiento, pero su rostro se volvió serio a los pocos segundos. —Esto es aún más serio de lo que esperabamos, tener pruebas claras no será tan sencillo.
—¿Cómo lo logran? ¿qué carajos hacen para estar a dos pasos delante de mí?—Layla estaba cansada, frustrada.
—Recuerda que alguién te traicionó, de seguro dió más información de la que creíamos. —La castaña bajó la mirada, guardando silencio.
No lograba superar ese dolor, no estaba segura de llegar a superar esa pérdida alguna vez, Matías dolía como jamás creyó que podía doler, su pecho ardía de una manera inexplicable, era como si le clavaran un hierro caliente directo en el pecho, sus ojos se llenaron de lágrimas de manera involuntaria, la única persona en la que había puesto su total confianza, a quien consideraba su única familia la había vendido al enemigo, a quien quería y protegía con todas sus fuerzas la había entregado a manos de aquellos que juraban hundirla en lo más profundo.
—Lo mejor será que los enfrente cara a cara. —Layla secó con rapidez la lágrima que había comenzado a rodar por su mejilla. —Juntando las pocas pruebas que tenemos, es momento de ir a enfrentar esta pesadilla.
Se sentó en el sillón luego de colgar, Henry la observó por un par de segundos antes de acercarse a ella y en completo silencio abrazar su cuerpo entre sus brazos, haciendo ver que no estaba sola, que ya no estaría sola jamás. Los brazos de la joven rodearon su espalda y ocultando su rostro en el pecho de su ex esposo comenzó a llorar, lloraba de forma desconsolada, de una manera tan desgarradora que te hacia poner la piel de gallina, lloraba una pérdida en la que no había un cadáver frío ni un ataúd que lo contuviera. Lloraba la pérdida total de su confianza, le lloraba a aquella niña inocente, sus lágrimas iban dedicadas a aquella persona que no pudo jamás proteger por si sola, a ella misma.
—Todo estará bien, haré que todo esté bien. —Henry acarició a la castaña con cariño, ya no podía seguir de brazos cruzados, era su turno.
—¿Qué harás? —pregunta con sus ojos llorosos y voz ronca.
—Dejame esto a mí—su frente fue besada con dulzura, la castaña se abrazó a él con fuerza, respirando su perfume.
Layla cayó dormida un par de minutos después de acostarse, los niños fueron acostados y arropados en sus respectivas camas, Henry se preparó, sus padres habían salido del país, a unas supuestas vacaciones a París, ¿ir a Francia de la nada? Era más que obvio que estaban ocultándose como los cobardes que eran. Llamó a Lorenzo con toda la seguridad de que su amigo lo esperaba atento pero el hombre contestó con voz adormilada.
—¿Hola? —Henry dejó ir un suspiro al oír la voz del otro lado.
—¿Estabas durmiendo? —Lorenzo secó la saliva que escurria por la comisura de sus labios, sentándose derecho en el asiento del auto.
—Claro que no, siempre vigía. —respondió, Henry negó terminando de abrochar su abrigo.
—Te veo en cinco. —colgó en cuanto oyó el "okay" de su amigo.
Salió de la casa, se volvió sobre su espalda al oír pasos en las escaleras, observó al pequeño niño de no más de cuatro años, sus ojos eran tristes, algo asustados también, Henry lo haría por él, por sus hijos y Layla.
Se acercó al niño y extendió sus brazos ofreciendo al pequeño sentír el calor de su padre una vez más, Henry besó las mejillas regordetas de Jonathan y desordenó aún más su cabello.
—Volveré, lo prometo. —besó su frente, se quedó ahí varios segundos, segundos que no quería que pasaran tan a prisa. —Te amo, cuida a tus hermanos por mí.
El niño sonrió y corrió escaleras arriba, sería el orgullo de papá y cuidaria de todos hasta que él volviera. Henry se fué una vez escuchó la puerta de la habitación ser cerrada, Lorenzo temblaba de frío parado apoyado en el capó de el auto, cerró la casa con seguro y se acercó a su amigo, el hombre al verlo lo maldijo por la demora.
—¿por qué la tardanza? —preguntó una vez subieron al vehículo.
—Johnny tenía miedo. —Lorenzo no dijo nada, su corazón se hacía pequeño cada que mencionaban a Jonathan y la palabra "miedo" juntos. —además, podías esperar dentro de el auto.
Lorenzo sonrió.
—No sería lo mismo, una pose genial lo es todo.
—Lo és si esperas a una chica, no a tú mejor amigo. —dijo Henry negando con la cabeza mientras encendía el auto, Lorenzo hizo puchero.
—Hum, ahora que volvió tu ex ya no soy importante en tu vida, claro. —su voz grave se volvió aguda y Henry lo volvió a ver asqueado.
—Ahg, no hagas eso—arrugó la nariz y Lorenzo largó una carcajada.
—Hay que liberar un poco la tensión para llegar relajados a la acción. —sacó la cabeza por la ventana con una gran sonrisa pero volvió a los segundos arrepentido de su acción.
Editado: 15.10.2024