Dulce venganza

Capítulo 72

Layla despertó estirando su cuerpo con gracia y elegancia, abrió sus ojos en grande al ver a tres niños pequeños justo a un lado de la cama, mirándola en silencio, sus cabellos desordenados y sus ojitos hinchados debido a que acababan de despertar, saludó a los niños con una sonrisa, los pequeños se subieron a la cama con algo de dificultad, los mellizos fueron los primeros en hablar.
—Señor papá no está—dijo el pequeño.
—Creo que no volvió a casa anoche. —siguió su hermana.
—¿Anoche? ¿Cuando salió? —preguntó la mujer.
—Sí, yo vi a papi salir de noche—Johnny se encontraba en medio de sus dos hermanos, mirando con sus ojitos grandes e inocentes a la madre de estos. —dijo que volvería pronto pero no a regresado. —juntó sus manitos en preocupación.
Layla volvió su vista al reloj despertador sobre la mesa a un lado de la cama, eran casi las seis con treinta minutos, un mal presentimiento se instaló en su pecho pero no hizo más que sonreír para no preocupar innecesariamente a los pequeños de la casa. Tomó la acción de inhalar y exhalar varias veces seguida por sus hijos, más calmada ofreció a los niños bajar a desayunar algo sabroso y nutritivo, sin dejar de pensar en su ex esposo y las palabras de la noche anterior, tenía miedo de los movimientos que fuera a hacer este sin consultar o al menos avisar.
—Señora, ¿puedo tener más leche? —la voz suave de Jonathan hizo que lo volteara a ver de forma inmediata, al igual que se sorprendió al ser llamada señora.
—Puedes llamarme Layla, no tienes que ser tan formal, cariño. —Sus inocentes y grandes ojos la miraron brillantes.
—Señora Layla—dijo con alegría, la castaña solo negó con la cabeza riendo.
—Haz lo que te haga sentir cómodo—acarició la cabeza del niño y sirvió leche tibia en su caso nuevamente.
A los pocos minutos se oyó una fuerte frenada frente a la casa, como si alguien en locura acabara de llegar, Layla les dijo a los niños que continuarán desayunando, vería que pasa y volvería. Con cautela se asomó a la ventana, un auto bastante conocido estaba estacionado justo en frente de las puertas de la mansión, segundos después salió un hombre bastante golpeado del interior del vehículo, lo reconoció al instante.
—¡Lorenzo!—gritó corriendo a abrir la puerta para dejarlo entrar.
El hombre caminaba con dificultad, tenía varios golpes visibles y no dejaba de sostener su lado derecho del abdomen, Layla corrió con rapidez hasta el teléfono luego de dejar al amigo de su ex recostado en el sillón, sus manos marcaron el número de ese doctor que recordaba, una persona en la que Henry confiaba para la salud de todos en aquella casa. La voz grabe se oyó del otro lado, calma y serena, escuchando lo que la joven algo desesperada le comunicaba.
—Debe darse prisa, por favor. —pidió la mujer observando como Lorenzo en el sillón se retorcia.
—Haga el favor de revisar si no tiene alguna herida más grave que solo golpes. —Layla se puso pálida, pero asintió al instante. —bien, estaré ahí en solo unos minutos.—Layla agradeció y el hombre colgó.
Se acercó hasta Lorenzo, sentándose sobre sus rodillas y notando hasta ahora la enorme mancha de sangre en la camisa blanca que este traía encima, estaba empapada, eso no lo podía producir una simple golpiza. Levantando con cuidado y quejas por parte del mayor Layla pudo observar el agujero que Lorenzo tenía en su abdomen, con ojos llorosos corrió al baño más cercano para buscar agua y toallas, debía de parar la hemorragia hasta que el doctor llegara, el hombre se dejó pero debido a la pérdida de sangre sentía que iba a desmayarse en cualquier momento, debía dar indicaciones antes de que fuera demasiado tarde para el hombre que no había llegado con él.
—Debes—habló con dificultad—llevar la evidencia hasta el juez—Layla lo volvió a ver confundida—y salvar a Henry—la mujer se quedó en silencio.
—¿dónde está? ¿qué fue lo que hicieron? ¿él se encuentra igual de herido? —Layla por dentro se moría por preguntar por su ex, no sabía donde estaba, o si estaba bien siquiera, su corazón dolió.
—Lleva los documentos, están en el auto. —fue lo último que dijo con total esfuerzo, Layla temblando corrió hasta los niños.
—Ocurrió algo pero no se asusten, mami volverá con papá y cuidarán de ustedes ¿está bién? —besó la frente de tres yos abrazó con fuerza.
Comenzó a correr escaleras arriba para vestirse y llamar a una de las chicas de servicio para que cuidara de los pequeños y Lorenzo. Antes de irse verificó que llegara la mujer y el doctor, dió un fuerte abrazo a los niños prometiendo que volvería pronto, los niños ya se encontraban acostumbrados a tales situaciones, era lamentable pero estar envueltos en un ambiente como ese los había vuelto niños sin miedo a nada.
Layla subió al auto en el que Lorenzo había llegado, antes de encender el motor buscó los papeles que debía de entregar junto a la dirección, Lorenzo no le había dicho a donde llevarla pero encontraría la forma, un gran sobre color mostaza con varias manchas y huellas de sangre se alzó ante ella desde la guantera del auto, buscó la dirección en el dorso de ese paquete y suspiro aliviada al verla escrita, inclusive el nombre de el juez se encontraba ahí.
Arrancó el motor y apresurada condujo hasta ese lugar, pero se dió cuenta de que llegar no sería nada fácil cuando notó una camioneta siguiendo su rumbo, maldijo por lo bajo y trató de perderlos pero para su mala suerte parecían tener un radar para encontrarla. Hizo un par de maniobras, comenzó a llover y tomó eso a su favor, conduciendo en reversa metió el auto en un pequeño callejón escondido al ver que los había perdido por un par de minutos, bajó del vehículo con documentos en mano y cubriendo su rostro con la capucha de su abrigo largo comenzó a caminar.
El clima era frío, te calaba la piel, el viento era helado y el caminar se ponía difícil. A medida que luchaba por subir la calle empinada debido a la fuerza del viento, Layla, sostenía con fuerza entre sus brazos, aquel sobre, lo protegía como si fuera lo más valioso en esos momentos, incluso si llegaba casi congelada o sin energía debido a la fuerza que debía imponer al caminar, ese sobre debía de llegar a sus manos sin importar nada más.
Sonrió al verse a solo un par de pasos y su energía parecía subir de golpe, corrió lo más rápido que sus cansados pies le permitieron y abrió la puerta con todas sus fuerzas, varias personas se volvieron a verla, una hermosa castaña ensopada por la lluvia, cansada y con dificultad para respirar, varios hombres quedaron algo tontos al verla y muchas mujeres admiraron su belleza, se veía hermosa aún en ese estado.
—Disculpe, necesito entregar evidencia al juez. —se acercó al mostrador y habló a la joven que ahí se encontraba. —su nombre es Jhon McQuaid—la mujer abrió grande los ojos.
—Es el juez encargado de el caso Harper—susurra la mujer en el mostrador.
—Así és, ¿puede llevarme hasta ahí? —Layla se abrazaba a ese sobre, no se lo entregaría a nadie más que no fuera al juez ella misma.
—Sigame—Layla no dudó ni un segundo en seguir a la dama.
Caminaron hasta un largo pasillo, se podía oír la voz de un hombre hablando alto, parecía ser un abogado ejerciendo su labor, una puerta fue abierta y Layla asomó la cabeza antes de entrar, el la habitación se encontraban varias personas, en su mayoría Layla los conocía, familia Harper e incluso parte de su familia se encontraba allí, con decisión se acercó hasta el juez.
—¿quién eres? —habló el hombre, mirando a la mujer que desde abajo lo miraba con ojos filosos.
—Mi nombre es Layla Miller, perdí a mis padres cuando tenía cerca de diez años, conocí a la persona con la que sería obligada a casarme, años después así pasó, sufrí abusos y malos tratos, me obligaron a hacer miles de cosas que no quería, fuí golpeada, abusada, e incluso acosada, mis hijos secuestrados y fuí traicionada. —el silencio en aquella Sala era increíble, todos se encontraban en shock.
Layla se volvió a ver a su ex esposo, pudo ver el dolor en los ojos azules, él se encontraba arrepentido de todo lo que había pasado, ella había entendido la clase de familia en la que se encontraba, la forma que tenían de manipular a los demás a su antojo y lo entendía, ya lo había perdonado, a él y a nadie más.
Le sonrió y volvió su vista al juez nuevamente, extendió el sobre en su dirección, el rostro de los acusados de aquella demanda contra demanda se volvió pálido cual papel, el rostro del juez se deformó al ver aquellas imágenes, incluso tenían fecha y nombres de las personas fallecidas en el dorso de cada fotografía.
—Tienen que ver este horror. —las imágenes fueron pasadas a los fiscales y demás involucrados en demostrar la inocencia o culpabilidad de los individuos.
El juez observó a cada uno de los presentes, sus ojos volvieron a los ojos negros frente a él, le agradeció y con voz firme dió la orden de que tanto los Harper como los Miller fueran arrestados, dejando ir a Layla y Henry, todos en aquella sala comenzaron a gritar y a llorar, su sentencia aún no se había marcado pero sabían que no había salida esta vez, a este juez no podían comprarlo y después de toda esa evidencia cadena perpetúa era lo menos que podían obtener.
—¡Se dictará la sentencia el próximo jueves 20 a las catorce horas! —el martillo golpeó con fuerza y los Harper gritaron un nombre.
—Esto no terminará así ¿me escuchan? los mataré—gritó Marisa con desespero mientras era arrastrada por dos oficiales de policía.
—Siga haciendo amenazas contra la vida de los demás, ni en seis milenios logrará salir impune de esto. —habló el juez antes de retirarse.
Layla y Henry fueron los últimos en salir de ese lugar, de forma lenta y cansada, se sentaron en el pasillo, justo en el frío asiento de metal que los esperaba.
—Gracias—Henry se volvió a ver a su ex.
—¿por qué? —pregunta.
—Por todo, no pude ver las pruebas de ese sobre, no tuve la suficiente valentía para hacerlo, pero tú fuiste y buscaste en cada rincón, viste cada una de ellas y leíste todo para poder acabar con esto. —se apoyó con cuidado en el hombro de a Henry. —Gracias.
Una parte de Layla ya se sentía en paz.
—Haría lo que fuera por ustedes. —beso la cabeza castaña y envolvió sus brazos a su alrededor.
Solo un par de segundos después saltó de su asiento haciendo que Layla se pusiera derecha de una vez, con ojos desesperados Henry preguntó.
—¿Lorenzo? —la preocupación en su voz enternecio a la joven.
—Está en la mansión, el doctor se encontraba revisando sus heridas. —¿qué fué lo que pasó?
Henry tomó la mano de su ex y camino rápido hasta la salida, Layla lo detuvo.
—Aún no estamos a salvo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.