Dulce venganza (edición)

La liberación

En un boulevard de elegantes tiendas, Flor se perdió mirando bonita ropa, tal vez prendas que nunca iba a poder usar y se olvidó por completo que llevaba un cuerpo masculino bien fornido y sobresaliente, y llamó la atención de las dependientes y de las clientas, esas que la miraban con caras coquetas.


—¿Lo ayudo en algo, señor? —preguntó una de las vendedoras y lo miró con curiosidad. Flor negó, un tanto descolocada—. ¿Busca ropa para su novia?


Flor cayó en cuenta de que llevaba el cuerpo de Kaled y asintió con la cabeza, un tanto torpe y desorientada. La vendedora le entregó un pequeño libro que mostraba la colorización de las prendas y ella la miró con temor.

Nunca había visto tantos colores juntos y tan ordenados, además de tantas variantes del rosa. 


—¿Conoce la talla de su novia? —preguntó la vendedora. Flor sintió que le clavaban un cuchillo en el pecho—. ¿Alguna referencia?


—Es gorda —contestó con la mejillas calientes, aceptando una realidad que le dolía mucho y la mujer le miró de pies a cabeza con poca discresión. Eso le molestó aún más—. ¿Qué? ¿Por qué me mira así? —preguntó rabioso y se cruzó de brazos encima del pecho—. ¿Acaso no puedo salir con una mujer gorda?


—No, no, yo no dije eso —titubeó la vendedora con ineptitud y se movió inquieta de lado a lado.


—Lo dijo con la mirada —respondió ella hablando desde el cuerpo masculino.


La mujer se sintió totalmente sorprendida al notar la sensibilidad del hombre respecto al tema y se tuvo que disculpar. 


—Lo siento —siseó cabizbaja y Flor sintió que ganaba—. ¿Y qué tipo de ropa le gusta a ella? 


—Colorida —dijo atrevida.


Y es que, ni en sus más locos sueños se atrevería a ponerse algo rosado o amarillo, pero Kaled no sentía vergüenza de nada y ella quería aprovechar de eso para vestir a su cuerpo con decencia.


Empezaba a cansarse de los pantalones negros anchos y de las faldas por igual. No entendía muy bien lo que le estaba pasando, pero le gustaba. Le agradaba sentirse un poquito más segura de sí misma, también menos ansiosa y angustiada.


—Entonces, ropa colorida —siseó la vendedora y caminó para guiarla hasta la entrada, donde la ropa de temporada embellecía las vitrinas.


Kaled apareció triunfante cargando algunas bolsas de compras provenientes de tiendas masculinas, y cuando se reencontraron, se miraron con dulzura. Flor se sintió aliviada de que llegara él para rescatarla y aunque no sabía cómo iba a reaccionar el hombre, se atrevió a ir más lejos, aprovechando de la confianza que le había quedado después de visitar la casa de la madre de los Ruiz. 


—Amor, que bueno que llegaste —habló y la vendedora miró el cuerpo de Flor con grandes ojos—. No sabía que te podía gustar para la comida del viernes con tu madre…


—Un vestido —contestó él y es que moría de ganas de ver el cuerpo de la muchacha en un vestido bonito.


Flor se quedó perpleja cuando el hombre dijo que quería un vestido, y se heló sin reacción alguna conforme el hombre se tomó su tiempo para elegir una prenda. 


Estaba sentada en las afueras de los probadores, donde se robó algunas miradas, a las que no les tomó importancia y es que estaba impaciente por ver a Kaled. Esperó nerviosa a por el hombre, quien no tardó en salir y modelar para ella ese vestido que su cuerpo lucía con belleza exagerada.


—Excelente elección —interrumpió la vendedora que los había guiado, y le sonrió con sinceridad a Flor, quien en el fondo era Kaled—. Se ve preciosa.


—Es preciosa —contestó con los ojos en blanco y cuando se dio cuenta de lo que había dicho se puso más nerviosa de lo normal.


¿Acaso se sentía bonita? Especuló con el corazón en descontrol. Era algo que jamás se había puesto a pensar y es que últimamente y de la mano de Kaled, se sentía más viva, más coqueta y más acalorada. 


El hombre la tenía soñando despierta todo el día y también la tenía soñando en las noches, cuando la abrazaba para dormir y le quitaba —poco a poco—, todos esos tontos miedos con los que había crecido.


—Vale, me voy a llevar el mismo vestido en negro y en verde —dijo Kaled cuando abandonó el probador, tan conforme que ella se sintió igual.


—Me veía muy linda —susurró Flor para que nadie los escuchara y Kaled la miró sorprendido—. Me gusta mucho tu estilo para vestirme —agregó y él la notó muy nerviosa.

 
Desde su baja altura la observó con los ojos brillantes y sin poder aguantarse, le tomó el perfecto mentón envuelto en barba y le besó los labios con lentitud, transmitiéndole una pasión que volvió loca a la joven.



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En el texto hay: amor y odio, cambio de cuerpo, trastorno alimenticio

Editado: 01.02.2021

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