Dulce venganza (edición)

Destrúyeme

Actualización 2/2

Disfruten mucho.

 

*** 

Flor se subió al auto de Kaled con muecas de sorpresa y es que nunca se había imaginado viajando allí, envuelta entre esos asientos de cuero y tapices elegantes. Aún recordaba a las chicas de la oficina hablando de la nueva adquisición de cuatro ruedas de Ruiz, esa que creó gran alboroto entre las aspirantes a modelos y asistentes. 


Tocó la puerta con la punta de sus dedos, delineando la suavidad y el aroma a limpio que desprendía, y admiró el amplio entorno con curiosidad, para luego escuchar el rugido del motor, del cual el hombre alardeó con una melancólica sonrisa en la cara.


—¿Por qué la cara triste? —siseó ella con preocupación y buscó cómo ajustarse el cinturón de seguridad.


—Porque no soy muy materialista que digamos, pero tendré vender a este muchacho cuando la cosa se ponga más roja —dijo, en referencia al aprieto económico que enfrentaban.


Notó lo incómoda que estaba Flor, conforme luchaba con el cinturón y le ayudó como ese caballero romántico que pocas veces era. Le cerró el cinto con cuidado y luego le besó la mano, acción que se vio extraña desde la distancia. Pero ellos estaban encerrados en su propio mundo y no les importó nada.


—Ya lo vamos a solucionar —siseó ella de manera alentadora cuando se recuperó de ese beso tan dulce y apasionado, y respiró con suavidad para no verse tan obvia.


Kaled solo le sonrió en respuesta, se acomodó el cabello en la espalda y miró al frente, serio y con las dos manos en  el volante.


Condujo del mismo modo, frío y distante, hasta que llegaron a las afueras del restaurante en el que comerían con la cita que la madre de Kaled había orquestado para él.


Kaled en el cuerpo femenino aparcó en el subterráneo, y buscó un sitio donde tener buena recepción telefónica, y es que se iban a comunicar de ese modo en caso de que alguna emergencia surgiera. 


—Deja el teléfono en silencio, pero encima de la mesa, donde puedas ver mis mensajes —dijo Kaled con seguridad y se acomodó en el asiento del auto—. Mamá dijo que la joven se llama Mirta Bugueño y tiene veintitrés años; puedes preguntarle a la recepcionista por ella y te guiará hasta la mesa elegida.


—Entendido —respondió Flor mirándose en el espejo y encontrándose con las bonitas facciones del hombre, esas que la tenían loca—. Cualquier cosa te voy a escribir, y si la chica se pone muy intensa, me voy a escapar al cuarto de baño.


—Excelente —contestó Kaled y le tocó la pierna por encima de la caja de cambios—. Confío en ti, Flor. Lo sabes, ¿verdad? 


Ella le miró con grandes ojos y con una mueca de temor que a Kaled le causó ternura. La joven titubeó algunos segundos, pero respondió con un suave susurro que armonizó ese tenso ambiente en el que estaban atrapados.


—Sí.


Sus mejillas se pusieron calientes y el pecho se le apretó produciéndole un extraño dolor. Y aunque habría querido decirle muchas cosas, muchas verdades que guardaba, produciéndose más hambre emocional que ninguna otra cosa, solo sonrió y abrió la puerta para bajar del vehículo.


—Suerte —habló Kaled cuando la notó angustiada.


—Gracias —respondió ella, cortés como siempre y se fue.


Dejándolo solo en ese extraño vacío que no comprendió muy bien, pero que le dolió. Y es que ver y sentir a Florence Diaz tan angustiada le hacía sentir lo mismo a él, y si bien confiaba en la chica y en que todo saldría bien, se quedó inquieto en el interior del auto, con los brazos cruzados, sin saber qué hacer o cómo ayudarle. 


En la primera planta del restaurante, Flor se sorprendió cuando se encontró con un lugar tan refinado que no supo cómo comportarse, pero todo se le hizo fácil cuando los trabajadores del lugar le reconocieron sin mayor problema. 


—Señor Ruiz, que bueno verlo otra vez —siseó una de las camareras qué pasó a su lado y le miró de pies a cabeza.


—Dios mío —siseó Flor cuando entendió lo que estaba pasando.


No supo porque, pero se sintió celosa y muy pequeñita. Tuvo que esconder la mirada y fijarse en los pies de Kaled,  y es que los ojos se le llenaron de lágrimas en cuestión de segundos. Estaba tan sensible que no sabía cómo enfrentarse a ello sin terminar más lastimada.


Y es que se había fijado en Kaled en cuanto él la había contratado, cuando le había hablado de su empresa con orgullo y pasión; cuando la había mirado a la cara como ningún otro hombre había hecho; se había fijado en él sabiendo que nunca podrían encontrarse, que pertenecían a mundos completamente diferentes y que él, jamás, la vería en serio. 



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En el texto hay: amor y odio, cambio de cuerpo, trastorno alimenticio

Editado: 01.02.2021

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