Actualización doble.
2/2
Espero que les guste.
***
Les costó un largo rato recomponerse y es que siguieron hablando sobre lo ocurrido, acerca de lo que Kaled había dicho sin ser consciente del daño que causaba y como aquello, como sus malas decisiones, habían repercutido del mismo modo en Florence, su hermosa e inocente asistente de fotocopias.
Cuando la cosa se sintió y se vio más calma, Flor se metió a la ducha y dejó que el agua caliente se llevara esa extraña sensación de cansancio que su cuerpo aún sentía. Por otro lado y dejando de lado los insoportables dolores menstruales, Kaled se preocupó de preparar el desayuno y de avanzar con el trabajo pendiente, pues tras aclarar sentimientos y mostrar la verdad, no estaba dispuesto en ir a la oficina.
Flor no lo merecía y tras la cita con sus médicos a cargo de su delicado caso, quería llevarla a comer a un lugar especial y luego a la playa a ver el atardecer.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó en cuanto la vio salir del cuarto de baño, con el cuerpo húmedo y los ojos enrojecidos por todo lo que había llorado.
—Mejor —respondió ella con una tímida sonrisa en los labios—. ¿Y tú?
—Mejor. Me tomé un té de manzanilla y el dolor ya se fue —comentó feliz y se acercó para ayudarla con la ropa—. Hoy no iremos a la agencia, así que puedes vestirte como quieras.
—¿En serio? —investigó ella y le miró con preocupación—. ¿Y por qué no vamos a ir?
—Porque no me interesa.
—Kaled… —siseó Flor a modo de reproche y le miró por igual.
—Es cierto —refutó Kaled y se lanzó en la cama, aún con su ropa deportiva—. Después de reunirnos con tus doctores, quiero que vayamos a comer, co-como una… —titubeó y se puso nervioso—, como una cita.
Flor dejó lo que estaba haciendo y le miró con grandes ojos. Dejó las manos quietas cerca de su cuerpo para esperar a que el hombre dijera algo otra vez, para que le confirmara aquello que acababa de oír.
—¿Qué dijiste? —preguntó cuando él no dijo nada.
—Que quiero llevarte a una cita —afirmó Kaled y las mejillas se le pusieron rojas—. ¿No quieres ir? —preguntó nervioso y es que la joven seguía muda y pálida.
—Sí-Sí, sí quiero ir, pe-pero…
—Pero, ¿qué? —preguntó él y Flor negó con la cabeza, liada por lo que estaba pasando entre ellos—. Es raro porque vamos en cuerpos cambiados, pero las intenciones son las mismas, muñequita.
Flor sintió una dulzura muy particular por el hombre y aunque estaba intentando mantenerse distante de él, tal vez por los pasados recuerdos, esos que aún estaban grabados en el fondo de su corazón, no pudo aguantarse mucho y tuvo que correr para lanzarse a sus brazos y besarle en los labios infinitas veces.
Como no estaba en su cuerpo, el impacto resultó más violento y el masculino cuerpo de Kaled cayó sobre el de Florence, el que terminó aplastado entre besos y risas que solo armonizaron esa relación tan pasional que crecía y se fortalecía entre ellos.
Desayunaron juntos y disfrutaron de la mañana sumergidos en una sincera charla que solo los hizo transparentar más sus sentimientos.
Cuando la hora de la cita médica llegó, Kaled se puso más nervioso de lo normal, pero tuvo que disimular que todo estaba bien para mantener tranquila a Flor, quien viajaba con una amplia sonrisa a su lado.
Aparcaron en el centro médico al que Florence asistía y antes de bajar, conversaron en detalle sobre lo que allí ocurriría. La joven le reveló a Kaled que primero evaluarían su cuerpo y que un doctor de medicina general la revisaría de pies a cabeza, buscando indicios de que las cosas seguían mal.
—Te van a preguntar por el desayuno, la cena de ayer y muchas otras cosas que debes analizar bien antes de responder —siseó ella y le tocó la pierna, para luego agregar—: confío en ti, sé que todo saldrá bien.
—Gracias —respondió Kaled y se estiró por encima de la caja de cambio para besarle la boca y luego el rostro con dulzura—. Nos vemos en una hora —respondió y se marchó.
El hombre caminó por el lugar con timidez, tocándose las manos con ansiedad y recordó cada cosa que Flor le había dicho antes respecto a la oficina a la que debía dirigirse.
—Hola, Florcita —escuchó antes de llamar a la puerta y encontró a la abuela de la joven en la afueras del lugar.
—A-Abuela de Flor —siseó Kaled y la mujer se echó a reir con su ronca voz—. ¿Qué está haciendo aquí?
—¿Qué estás haciendo tú aquí? —burló ella y le miró de pies a cabeza para detallar cada cambio que su nieta había experimentado.