Dulce y agria

Epilogo: Dar Gracias

Llegó el momento del receso, las alumnas salían del aula para un breve momento de esparcimiento, después de ello tocaría volver al salón de clases, seguir estudiando para un futuro tan ambiguo como el presente.

Una de ellas tardo en salir, tal como había tardado en salir de su hogar, los recuerdos del ahogamiento aún estaban frescos, sentía que no podía combatir contra eso ni siquiera con las palabras de sus compañeras y de su familia.

Eventualmente se levantó de su asiento luego de tener una mirada perdida y de respirar profundamente, tomando consigo un lápiz y una libreta tenía la esperanza de que las letras volvieran a salir.

Fue cerca de un árbol que era su favorito, allí era la morada anónima de su consuelo, donde sus poemas nacían en un papel de estudio y luego terminaban en su cuaderno que aún estaba esperando más versos de su parte.

La joven intentó escribir, pero apenas puso la punta del lápiz en el papel su mano comenzó a temblar, había escrito solo dos palabras y nada más.

Con frustración cerró la libreta de golpe y se puso la mano en el rostro para después lanzar el lápiz al suelo.  

 —Deberías tratar los útiles escolares con respeto—Escuchó decir a una amiga en tono burlón.

La chica alzó la mirada y encontró a una muchacha unos años mayor que ella sonriéndole.

—Hola.

—Aún no me siento bien contigo por lo que pasó — Se sinceró — Si hubiera sabido no te invitaba a la fiesta.

Llegaron a ella memorias de lo acontecido, en el mismo día sufrió la pasiva violencia de lo desconocido y el ansia reunida en los labios del otro, dos eventos que deberían estar separado por cientos de distancias pero que batallaban por compartir los mismos minutos.

 —He tratado de escribir otro poema desde que pasó lo de la piscina — Contó la adolescente de la mejor forma que pudo —¡No Puedo escribir nada!

—¿De verdad?

—Bueno…si pude escribir una cosa — Y le pasó la libreta, la amiga leyó en silencio.

No eran solo dos palabras, era un nombre.

La miró con cariño y le sonrió, como si fuera la hermana menor que nunca tuvo.

—Mi mamá a veces se pone a leer —Comentó—Creo que lo hace para parecer más inteligente de lo que es con el novio de turno, pero como sea, me dijo una frase de una autora que esta leyendo, “Cuando la vida es dulce, da las gracias y celebra, y cuando es agria, da las gracias y crece”

Hubo unos segundos de silencio.

—¿Se supone que debo dar las gracias por casi morir ahogada?

—No, se supone que deber dar las gracias al chico que te rescató.

—¡¿Qué?!

—Creo que él no lo sabe, ¡pero es un héroe entre las chicas! —Bromeó nuevamente — ¡Será mejor que te apures antes de que se te adelanten!, Después de clase iré a ver a alguien, ¡y ambos estudian en el mismo lugar!, es posible que me lo encuentre, ¿Por qué no me acompañas?

Tal vez era lo que necesitaba, estuvo rodeada de agua, pero en esos instantes estaba sedienta de realidad y de la historia que esta podría traer.

—Pero…no sabría que decirle

—Podría saber tu nombre, tal vez él también quiera escribirlo, ¿no te parece?

No tuvieron que decirse más nada, fue el momento para quitar el cerrojo a sus sentimientos, el momento no solo de escribir historias, sino también para vivirlas.




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