Dulce y amarga espera (dyae) // Clichés musicales

1. Reunión en la biblioteca

El silencio es lo que más aprecio de un lugar, y aunque no puedo esperar tanto silencio de una ciudad como México, me consuela saber que aún hay bibliotecas. Son el lugar perfecto para personas con poca tolerancia al ruido y que por supuesto, aman la literatura, personas como yo.

Sin embargo, mi tranquilidad fue interrumpida por una persona que justamente no es alguien que le complazca permanecer callada. Ese alguien, es una amiga que puedo considerar lo bastante cercana para soportar mi mal humor.

 

—Oye Dante, ¿No te parece aburrido pasar horas enteras aquí? —dijo acercándose a un sillón en el fondo de varios estantes llenos de libros donde yo me encontraba, sentado mientras leía un libro de Rubén Darío.

 

—En absoluto, a menos que seas alguien con poco sentido común para venir, considerando que estas en una biblioteca, donde cada uno está en lo suyo—respondí sin apartar la vista, pasando la página.

 

Tal vez fue demasiado “ruda” mi respuesta, pero solo dije la verdad.

 

—Tienes razón... —expresó suspirando, sentándose a mi lado y recargando su cabeza en mi hombro, como si fuera a dormirse.

 

—No deberías dormir aquí, Abigail —dije sin prestarle mucha atención

 

—Si no puedo hablar con nadie, ni siquiera contigo. Lo mejor sería esperar a que termines, ¿no crees? —explicó en voz baja, acomodándose en el sillón

 

—Cierto, pero hay mejores maneras de matar el tiempo. —le comenté y continué en tono afable— Por ejemplo, leer un libro de los muchos que hay, seguro alguno capta tu atención.

 

Estaba sumergido en mi lectura, así que tardé en darme cuenta de que no había escuchado una respuesta de su parte.

 

—¿Abigail? —había estado sin voltearla a ver y como no contestaba, gire mi cabeza para encontrarme con ella, ya dormida sobre mi hombro izquierdo.

 

Le pase la mano encima de su campo de visión y tal parece, que había caído en un sueño bastante profundo. Entonces aproveche el momento, dejé mi libro a un lado y la observé. Tenía una piel blanca preciosa y cabello negro hasta los hombros, el cual estuve tentado a tocar.

 

—No deberías tomarte tantas libertades conmigo, porque cosas como estas solo alimentan el cariño que te tengo —expresé en voz baja mientras la contemplaba.

 

Tal vez no soy un hombre que expresé abiertamente sus emociones, pero cuando lo hago, suelo ser un poco intenso.




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