Continuamos nuestra conversación y gracias a Dios que no me preguntó acerca de mi primera impresión, porque no sabría que decirle.
Todo iba bien, pero fuimos interrumpidos por un chico de aspecto amable y alegre. Justo la clase de persona que no me agrada, claro que, siempre hay una excepción a la regla.
—¿Abigail? —preguntó pasando por nuestra mesa, tratando de captar la atención de mi amiga
—¡Alex! —exclamó Abigail al reconocerlo, entonces se levantó y lo hice también, por cortesía y porque odio que haya gente hablando parada mientras yo estoy sentado.
—¡Nunca me imaginé que te encontraría en estos rumbos! —comentó con asombro el muchacho con cabello castaño
Era un chico atractivo, simpático y con una sonrisa radiante, pero eso no fue lo primero que noté, si no su monstruosa altura. Podía jurar que medía 20 cm más que yo y eso dice mucho. ¿Sería malo que su estatura no hiriera mi orgullo? Es decir, seguramente él desde su perspectiva yo era un simple enano.
—¡Tampoco pensé que nos toparíamos por aquí! —dijo Abigail con una sonrisa y añadió mirándome, como si fuera a presentarme— De hecho, vine con mi amigo.
—Mucho gusto, soy Alex —me extendió su mano y me dio la sonrisa más grande que he visto en mi vida. Estoy seguro de que presumía de sus dientes alineados y casi blancos. Puede parecer que este celoso de sus dientes perfectos, pero no es así. De hecho me incomoda.
—Lo sé —dije en tono seco y añadí aceptando su mano— Soy Dante
La sonrisa de Alex se fue desvaneciendo al escuchar mi forma de hablar. No lo culpo, después de eso, creo que me ganaría el desagrado de cualquiera. De seguro espera agradarle al otro en cuestión de segundos.
—Sabes, me recuerdas a mi abuelo, era algo gruñón, pero eso me hacía reír —dijo soltando una risilla y Abigail le siguió la corriente, pero por pena de hacerlo quedar como un total bobo.
—Si el malhumor de tu abuelo te daba gracia, de seguro lo sacabas de juicio todo el tiempo y por ende te saco de su testamento —comenté tratando de que fuera gracioso, pero por su expresión facial, parecía no entender mi chiste y me preocupe cuando vi que Abigail sacudía ligeramente su cabeza, por lo que tuve que explicar lo que dije.
Después de eso, no me volvió a dirigir la palabra.
—Por cierto, ¿Estás libre mañana? —preguntó un poco apenado hacia Abigail
—Si, ¿Por qué?
—Entonces, ¿Te gustaría ir al acuario conmigo?
Lo único que envidio de los extrovertidos es su capacidad para invitar a las personas.
Abigail aceptó gustosa, pues a ella le encantan los acuarios. Después se pusieron de acuerdo acerca de la hora, lugar de encuentro, etc. La verdad dejé de prestar atención a su charla desde que la invito a salir, no puedo evitar sentirme enojado por eso, así que preferí pensar en otras cosas.
Este sentimiento no es propio de un simple amigo y por eso mismo debo decirle lo que siento, pues no creo soportar más situaciones así en el futuro.
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Editado: 18.05.2023