Dulcemente Locas

Prólogo

MIRANDA

5 meses antes

 

 

Todo estaba planeado, el escape, las coartadas, dónde llegaríamos, absolutamente todo, ya no podíamos dar vuelta atrás, esto era lo que queríamos desde que llegamos a este lugar.

— Miri tengo mucha hambre— se quejó por undécima vez Tamara.

Escondí el encendedor que nos ayudaría en esta misión en el bolsillo del camisón de Tamara, ella comenzará a actuar para nuestro escape, estoy plenamente confiada de que podremos hacerlo, las 2 juntas somos mentes brillantes, al principio desconocía por qué el psiquiatra no quería que ella y yo nos conociéramos, pero aquí, ella y yo somos inseparables, podría hasta pensar que nuestra relación es un tanto enfermiza.

— Deja de quejarte llorona, siempre a esta hora es lo mismo contigo— dije burlesca saliendo de mi habitación en busca de alguna enfermera que nos diera comida.

— ¿Todo listo para esta noche?— preguntó, asentí, claro que estaba listo, había esperado mucho para que esto se diera, siete meses aquí encerrada empeora tu juicio antes de volverlo a la normalidad, sales peor a como entraste.

— Iré a tu cuarto exactamente faltando diez minutos para las nueve en punto, llevaré las llaves que me dio Liz.

Ella se separó del camino y se fue por otro camino, así era ella...

Al caer la noche luego de haber terminado con el intento de "cena" que daban en este lugar (Así lo llamaríamos, me da mucha pena admitir que estoy internada en un psiquiátrico) que no era más de dos tajadas de pan, la mitad de un cuadrado de jamón y queso viejo guardado en esa despensa llena de ratas, me acosté en mi cama, en la espera de la llegada de Tamara.

Cerré los ojos.

— ¡Mira que te lo dije babosa!— el zape fuerte que sentí en mi frente me hizo despertar de golpe— ¡¡Muévete!!

Tire las cobijas a un lado y de un brinco me levante de la cama, los nervios comenzaron a envolver mi cuerpo, tomé el maletín debajo de mi cama y me coloque las zapatillas rápidamente, al fin y al cabo Tamara tenía razón, practicar esta salida, valió la pena.

Afuera, todo era un total caos, los enfermeros iban y venían por todas partes, estaban evacuando todo el edifico. El plan perfecto.

Antes de que mi amiga llegara a mi cuarto, debía provocar un incendio en la sala comunal, haciendo que los detectores de fuego se encendieran y así todo el mundo se alertara, tomamos la oportunidad y escapamos entre la gente.

— Perfecto— ya casi lo lográbamos.

La castaña sacó las llaves que Liz, nuestra enfermera a cargo le entrego hace dos días, eran las llaves que conducían al sótano y la puerta de salida que había en éste.

Preparé mis piernas para correr.

— Nena, hora de correr— ella sonrió como si le fuera dicho lo que estaba pensando exactamente.

Salimos a trote por todo el sótano hasta encontrar la puerta de metal color azul, metí la llave en la herradura y esta cedió, la abrí bruscamente provocando un sonido ensordecedor, señal de que estaba oxidada.

— ¡¿Quién está ahí?!— se escucharon pasos y una respiración demasiado pesada, era un hombre.

Tamara y yo nos miramos y entre risas salimos a correr, por fin el viento de la fría noche erizaba mi piel, cuanto extrañaba esta sensación. No dejamos de correr hasta llegar a la parada de autobuses más alejada del centro asistencial, quién quiera que nos estaba siguiendo dejó de hacerlo.

— ¿Miranda, sientes esto?— mi amiga me veía con los ojos cristalizados, al parecer pensábamos igual.

— Sí, es la brisa de la libertad— me acerque a ella y nos fundimos en un fuerte abrazo—. Esto te lo debo a ti.

Cerró sus brazos entorno a mí y cantó.

-Libre soy, Libre soy... No puedo ocultarlo maaas....

Estallé en carcajadas, pero no le lleve la contraria, pues tenía toda la razón.

 

 

 

 

Una nueva historia!!




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