Dulcemente Locas

Capítulo 3

MIRANDA

(Al día siguiente)

 

Tantear el territorio siempre ha sido bueno, verificar el perímetro y ver las montañas que se encuentran en tus territorios, sentir en tu mano los ríos fríos o cálidos que se encuentran ahí, sería lo más reconfortante que podría hacer, si tan solo tuviera tierras o me encontrara en épocas feudales.

Abrí mis ojos adormilados, la pereza se extiende desde la coronilla de mi cabeza hasta la planta de mis pies, mejor seguir durmiendo, el frío se coló por la ventana, señal de que aún era de mañana, como decía, mejor seguir durmiendo. Giré sobre mi costado derecho y cierro mis ojos, lindo pecho peludo, después tendría tiempo para seguir admirando esos tonificados pectorales.

Estaba por entrar al limbo del sueño, espera... ¿Pecho peludo? ¿Pectorales?

Abrí mis ojos de golpe exaltada por aquella idea tan descabellada, efectivamente, comprobé lo que mis ojos vieron.

¡Oh!

No, no, no, no.

¡Mierda ¿Qué hice?!

Levanté la sabana azul cielo que cubre mi cuerpo, pasé mi mano por cada parte a ver si tengo moratones o algo, pero nada, eso fue lo que encontré ¿Qué hice anoche?

El hombre que aún seguía acostado a mi lado se levanta también exaltado y al verlo comencé a gritar, no tenía nada puesto, estaba completamente desnudo ¿Por qué entre todas las personas en esa fiesta tenía que ser él?

El intento de playboy descarado tapó fuertemente mi boca con la palma de su mano, dejé de gritar de inmediato y a cambio lo mordí.

— ¡Auch!

— ¿Qué me hiciste? ¿Me secuestraste? ¿Me vas a traficar? ¿Me vas a matar?

— Cállate cachetes, solamente tuvimos una noche de calentón, déjame decirte que te mueves de una forma espectacular.

No puede ser, de razón tengo este amargo sabor en mi boca.

— ¡Hey! no estuvo tan mal ¿o sí?- fulminé con la mirada a ese chico que desde ayer estaba acosándome, me levanté de la cama.

— Entiende una cosa intento de playboy, lo que pasó aquí olvídalo, todos esos gemidos eran falsos, el tamaño de tu pene ni siquiera se asemeja al tamaño de un maní, porque es tan pequeño, que ni los mejores científicos han logrado identificarlo, así que más te vale que dejes de joderme la puta existencia acosándome, ya tuviste lo que querías, ahora déjame en paz antes de que pierdas la poca hombría que te queda— tomé mi chaqueta y salí presurosa de esa habitación, conociendo lo poco de ese chico, saldría detrás de mí.

Rayos, ¿Por qué no me acordaba de nada?

Azoté la puerta a mis espaldas y luego de calmarme empecé mi búsqueda para encontrar a Tamara e irnos a casa. Pasé por la habitación de Liz para tomar mis tacones y mi bolso, si no la encontraba en menos de treinta minutos me iría sola, debo prepararme para la fiesta de la playa de esta noche.

Dónde estarás babosa.

La planta baja de la casa seguía en total silencio, caminé en puntillas para no despertar a nadie, los sillones habían vuelto a su lugar y la mesa de centro tenía un florero encima, señal de que alguien ya había despertado.

Salí presurosa de esa casa y caminé a la parte trasera en donde estaba el jardín, ¡Jo! pero a quién tenemos, me acerque a la pareja que estaba tirada en el césped, ya veo porque no encontraba a la desgraciada.

— Tara, levántate, debemos ir a casa— zarandeé su delgado cuerpo.

— Mmm tengo sueño.

— Yo también— tomé el brazo derecho que rodeaba la cintura del chico ¿Ese no es...?

¡Oh pero si es el amigo del bastardo que me estaba acosando!

— Tamara ¡Levántate de una puta vez!

Giro sobre su costado derecho y me miró con esos ojos profundos color miel que tanto me gustaban, lastimosamente tenía ojeras debajo de estos.

— ¿Iremos a casa?— estiré mi mano para ayudarla a levantar.

— Sí, sin desvíos.

(...)

Tiré mis tacones al armario para que les hiciera compañía a los demás zapatos, bajé el cierre del vestido violeta que utilice para la boda y lo deje en el suelo. Mi ropa interior del mismo color seguía en su lugar y no parecía haber sido removida la noche anterior.




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