MAXWELL
Mi brazo izquierdo me dolía a horrores, abrí mis ojos y miré el entorno. Bufé, verdad que estoy en un hotel.
Me quité las sabanas de encima y me levante de la cama, tal vez anoche había dormido sobre mi brazo y por eso dolía tanto, pero vaya que noche. Fue una excelente fiesta. Aunque no lo digo exactamente por eso, sino de a quién acompañe toda la madrugada.
Caminé al baño y me miré en el espejo, esto es un buen indicio del cambio que estoy tomando, ya las ojeras bajo mis ojos no se ven tan prominentes cuando bebo alcohol sin parar, claro, porque anoche no bebí ni una sola gota.
Giré sobre mis talones para utilizar el sanitario. Se quedó en solo una idea
OMG ¡Qué asco!
Tamara tenía la cara metida en el escusado y unas manchas naranjas con grumos resbalaban de la pared. Wau eso era vómito.
Uff que puto asco, puedo tocar cualquier cosa menos el vómito y la mierda, son dos cosas totalmente desagradables que por todos los millones del mundo no tocaría.
¿Será que la levanto?
— Tamara— llamé.
No hizo caso alguno.
— Tamaraaa— llamé otra vez pero con la voz un poco más gruesa.
Nada, esa mocosa tenía el sueño profundo.
— ¡Tamara levántate!— grité más fuerte pero no pasaba nada, su rostro estaba a centímetros de hundirse junto a su vómito.
Tragué saliva, esa sensación desagradable que tenía en mi garganta fue provocada por el vómito que estoy viendo, tengo que apurarme porque o sino también mi vómito estará ahí.
Me acerque al cuerpo dormido de la mujer y la zarandeé un poco.
— Tamara, despierta, ve a la cama a dormir— que chica tan pesada, ya debería estar despierta.
— ¡Levántate!— grité en su oído.
Tamara se levantó rápidamente.
— Miri, yo no volví a fumar.
Parpadeé, ¿Qué rayos?
Salí del baño presuroso, no tenía ya ganas de hacer pipí, puedo esperar hasta llegar a mi casa.
— Tranquila, Miranda no está aquí— la calmé.
Ella miró a su alrededor detallando cada cosa que había en la habitación, las ventanas, el balcón, el televisor y la cama hasta que llegó a mí.
— Ahh, hola Max.
Fui hasta la poltrona en donde estaba mi pantalón color caqui y mi guayabera para vestirme.
— Hola Tamara, ¿Te sientes mejor?
Llevó su mano derecha hasta su mejilla del mismo lado y la tocó.
— Sí, gracias a ti.
Sonreí. Esa era una buena respuesta.
— ¿Quieres desayunar conmigo?— pregunté.
Levantó sus cejas sorprendida.
— Claro, pero deberás decirme qué fue lo que hice anoche.
Asentí, no era nada de lo normal que quisiera saber lo que hizo.
Tamara entro veloz al baño. Muy probablemente se estaba poniendo presentable, porque sí que se veía fatal. Todo su cabello castaño estaba enmarañado con arena y su maquillaje estaba corrido por toda la cara, especialmente el delineador, la hacía parecer un mapache.
— ¡Lista!— salió del baño y me tomo de mi brazo.
Vaya que cambio.
Mil veces preferiría verla sin maquillaje, se ve más natural y bonita.
Bajamos hasta el restaurante del hotel y mientras íbamos en el ascensor Tamara me contaba acerca del odio auto-proclamado que Miranda desarrolló hacia Thed.
— Auch, ¿Si recuerdas la perfecta patada en sus bolas?
Lancé una carcajada, cómo olvidar ese show tan maravilloso.
— Claro que si castaña, hasta a mí me dolió.
Ahora ella reía.
Tomamos asiento en una de las mesas y enseguida llegó el mesero.
— Buenos días señores, ¿Desean ver el menú?
Tamara lo miró fijamente y sacó su lengua, linda maña la de esta jovencita.
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Editado: 12.08.2019