Dulcemente Locas

Capítulo 7

MIRANDA

 

 

Fui demasiado ingenua y cualquier sinónimo referente a la palabra boba, tonta, necia, estúpida e idiota para pedirle a ese pedazo de acosador que me acompañara, ¿Cómo no se me cruzó por la mente que terminaríamos durmiendo como indigentes en la banca del parqueadero en la ¡Playa!?

Psdta: no es que tenga algún tipo de discriminación hacia estas personas.

— Cálmate Miranda, si quieres te regalo un móvil nuevo— lo miré furiosa, creo que a este idiota le gusta verme enojada o con mi ira a punto de estallar.

— ¡Cállate de una buena vez, me tienes harta!— grité furiosa.

Nos quedamos dormidos en la banca y ¿Cuál fue el resultado?

  1. Nos robaron los celulares, ¡Mi puta billetera! y la camisa costosa y de marca del idiota que lastimosamente me acompañaba en este dolor de cabeza.

— Por lo menos tienes la llave de tú auto.

— ¿Cómo dices que te llamas?— pregunté irritada, aun no conocía el nombre de ese engendro del mal.

— Theodore— respondió tan alto y varonil como pudo.

Lleve mis manos a la cabeza frustrada por este accidente, me he quedado sin dinero y no tengo celular para llamar a Tamara.

— Ese es el nombre de una persona estúpido y ridícula— reí.

— Mi madre me puso así, ¿Tienes problemas? habla con ella.

Me levanté de la banca y tuve toda la intención de ir a mi auto que menos mal tenía la llave escondida en mi bikini.

— No puedo creer que Liz no haya tenido la decencia de decirme que tenía un hermano tan molesto y acosador, además que no tolera que una mujer le saque el dedo mágico— refunfuñé.

  • Deja de hablar sola, pareces maniática— señor, te lo pido de corazón, dame paciencia sino quieres que envíe a tú hijo antes de tiempo.

Theodore pisaba mis talones por donde caminaba, ni que fuera un perrito guardián.

— Deja de seguirme.

— No.

— ¿Por favor?

— No.

— Theodore me estas cansando, en verdad eres muy molesto e inmaduro— volteé para verlo y estaba parado muy cerca de mí, mostrando a todo el mundo con orgullo el perfecto bronceado de su piel y los también muy elaborados bíceps.

— Tú eres amargada y yo no he dicho nada— levantó sus hombros para restarle importancia al tema.

Seguí mi camino.

— ¿Por qué fuiste a la fiesta de anoche? ¿Quién te dijo?— pregunté.

— En un grupo de Instagram— Le daba puntos por ser un buen actor, aunque conmigo no funcione. Naah, no le daré vueltas al asunto.

— Mira chico acosador, esto no lo hago muy seguido pero discúlpame por sacarte mi dedo, ¿vale? ya puedes dejar de seguirme—. Giré sobre mis talones para ver la reacción de Theodore, que cara tan molesta.

Pasé mis dedos entre mi cabello para tratar de arreglarlo y de controlar mis puños para borrarle esa estúpida sonrisita que había en sus labios.

— Miranda, solo quiero estar contigo, ¿hay algún problema con eso?— respondió.

Asentí.

— No te soporto, no soporto tu aire de mujeriego que cree poder conquistarme porque solo soy una chica difícil, no soporto tu voz, no soporto tu aroma, no soporto como te vistes, ¡no soporto nada de ti!— respiré-. Ya tuvimos sexo ¡Supérame!

Seguí caminando para evitar que me respondiera.

— ¡Mierda Theodore, bájame!— grité cuando sus brazos rodearon mi cintura y cadera para levantarme y colocarme sobre sus hombros.

— No entiendo el por qué te caigo mal si ni siquiera hemos hablado, solo me insultas, me pegas y otra vez me insultas, no me das oportunidad de hablar contigo, Miranda, me agradas, eso es todo.

— ¡Pero tú a mí no, eres un estorbo hijo de tú madre!

Me dio una nalgada sonora, creo que me dejó rojo el lugar donde impactó el golpe.

Caminamos, bueno, no creo que yo haya caminado por que el estúpido me llevaba en su hombro y no tuvo intención de bajarme, él caminó casi 3 cuadras para llegar a la cafetería más cercana.

El lugar estaba bastante concurrido, la puerta era de vidrio con bordes de madera blanco y su fachada era de color café con un toque demasiado llamativo de color amarillo.

— Te cortaré las bolas sino me bajas ahora mismo— amenacé.

— ¿Prometes que no te vas a escapar?

No respondí.

— Entonces no te bajo hasta que estemos adentro— me dio otra nalgada y caminó hasta abrir la puerta donde una campana alertó nuestra llegada.

Mi frente se golpeaba de vez en cuando con su espalda baja, baboso, apenas me suelte, correré.

La gente que estaba sentada en las mesas me veía con burla, desgraciados, si supieran la posición tan cómoda en la que me encuentro, él siguió su camino y pasamos por el lado de una pareja que nos veían asustados, yo también lo estaría si viera alguien así, me compadecí de ellos y saludé con mi mano.




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