TAMARA
Mi cabeza estaba dando vueltas, el apellido de Miranda es Lavalle, ¿De dónde es?
Tanto drama por no decirme su nombre completo y mira la forma menos esperada en la que me enteré.
Nos condujeron por el pasillo y tuvimos que detenernos en una ventanilla para recuperar nuestras pertenencias y firmar el libro de salida, joder, esto quedará en mis antecedentes, aunque ahora que lo pienso, no importará mucho si pienso irme.
— ¿Y bien? ¿No piensas darme una explicación?
Miranda estaba terrible, su cabello estaba totalmente descolocado, sus famosos cachetes estaban rojos e irritados por la paliza que le dio aquella anciana.
— Ahora no Tamara— susurró.
Levanté una ceja, pero sabía que no podía insistirle, ese es el pacto que tenemos, si insistes se cambia un secreto por otro secreto, no estoy preparada para hablar.
Miranda frenó en seco y se quedó aturdida mirando en frente, en cambio sonreí cuando vi al chico de las estrellas parado junto a su amigo el acosador.
— Señoritas— saludó Max.
Sé que no fue una buena idea haberle llamado pero fue lo único que se me ocurrió que podía ser efectivo, al menos no me falló.
— Hola Max— saludé, me acerqué un poco más y pude ver sus preciosos ojos, ser alta al parecer tiene una ventaja.
— Estuvimos esperando por la cena ¿Cómo fue que terminaron aquí?— preguntó.
Miranda bufó y puso los ojos en blanco, colocó sus brazos en jarra por debajo de sus pechos.
— Larga historia, ¿Pueden llevarnos a casa?— dijo en tono arisco.
Theodor rondó a mi amiga para saludarla, ella solo subió al auto y él la siguió. Miri podía ser como fuera, pero nunca dejaba de ser una chica difícil.
Max se acercó a besar mi frente pero se detuvo a olfatear.
— Hueles asqueroso— dijo en un tono asquiento.
Que ganas de llorar me daban, no puedo creer que el chico más apuesto que he conocido en mi vida, me vea en uno de mis peores momentos otra vez, era un golpe directo a mi ego.
— Tomaré un baño, lo prometo.
Con cabeza gacha y resignada comencé a caminar con pasos lastimeros hacia el auto, debía lograr mi objetivo. Escuché como lanzó una pequeña carcajada y caminó la poca distancia que nos separaba y besó mi frente.
Así, sudada, con mal olor y acabando de salir de una estación de policía, mi corazón latió fuertemente por esta clase de sentimiento nuevo que este hombre me hacía sentir, jamás había experimentado algo tan extraordinario como esto. Quería seguir sintiéndolo, lo malo, es que debía guardármelo solo para mí, no puedo aferrarme mucho o me costará partir.
— Mucho mejor castaña— al llegar al auto, caballerosamente me abrió la puerta.
Miré por el retrovisor y Miranda miraba a través de la ventana para evitar mirar a Thed a la cara, este solo colocó una mano sobre su muslo, me impresionó el hecho de que ella lo permitiera, de por sí es muy esquiva con el tacto de los hombres.
Cuando llegamos al complejo de apartamentos mi amiga se bajó rápidamente y el acosador siguió tras sus talones.
— Ese par es bastante extraño.
— ¿Por qué tú amigo molesta tanto a mi amiga?— pregunté cerrando la puerta.
Levantó los hombros—, supongo que busca aferrarse a la idea de que Miranda le atrae, durante mucho tiempo buscó sentirse así de nuevo.
— No entiendo.
— ¿Guardarías un secreto?— sonreí confiada, si supiera la cantidad de esos que guardo bajo llave—, Thed hace unos años se divorció.
¿Qué?
— ¿Él?
— Si, las cosas no fueron muy bien, él quedó destrozado y con una pequeña adicción al alcohol.
— ¿Así esperas que ellos dos estén juntos?
— Desde que se dio cuenta de que Miranda le atrae disminuyó su dosis de alcohol considerablemente, un excelente avance.
Me quedé muda, no tengo nada que decir.
Solo espero que las cosas salgan según lo planeado, no estamos en condiciones de prueba y error, esta es la muestra definitiva.
Al entrar en mi apartamento, Max dejó salir un silbido, revisó brevemente el lugar.
— Me gusta cómo se siente.
— Me alegro.
Entré a mi habitación cansada, necesitaba una ducha con urgencia, Max me seguía pisando los talones, le hice una seña para que parara, revise rápidamente que no hubiera nada incriminatorio y permití que siguiera, parecía un niño pequeño descubriendo algo por primera vez. Miró asombrado mi armario que en comparación es más pequeño que el de Miranda.
— Joder— fue lo único que salió de su boca tras un largo rato.
Se sentó frente al tocador, analizó las lucecitas pegadas a la pared y asintió en aprobación, no sabía si agradecer o qué, reprimí un carcajada.
— Mmm supongo que estás cómodo así que ¿podrías esperarme mientras tomo una ducha?— Asintió en respuesta. Abrí los cajones para sacar un pijama y salí al pasillo para entrar al baño.
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Editado: 12.08.2019