Dulcemente Locas

Capítulo 16

THEODORE

 

Mando al carajo el vestirse bien, mando al carajo los malos tratos y mando al carajo mi puto orgullo, tenía que hacerlo. Caminé por la acera que se dirigía al paradero de buses y agarré con mayor firmeza la bolsa con la botella de jugo que hace rato iba a tomar. Me parecía graciosa la cuestión de que Tamara hiciera la compra en el mismo lugar donde compro mis cosas.

Al salir del supermercado me encontré a Miranda pasando para ir a la parada de autobuses y ahora estoy como un imbécil detrás de ella. Ver las delicadas curvas de su cuerpo y sus caderas balanceándose y caminando como si estuviera bailando me hacían volver un tanto loco. Esas botas largas le hacían bien a sus muslos.

El bus paró y ella subió, me apresuré para alcanzarla. Pasó unas monedas al conductor y buscó un asiento libre. Hice lo mismo para que en mi cara no se notara que esta era mi primera vez tomando el bus, ni siquiera sabía cuánto costaba el pasaje.

Entre y me quedé de pie al ver que no había ningún asiento libre.

Miranda veía algo en su teléfono, de la nada ella levantó la vista y me miró directamente, me sentí expuesto, como si fuera contestado al llamado que telepáticamente le estaba haciendo. Colocó los ojos en blanco y luego se llevó el dedo índice a la boca, queriendo decir que mi presencia le daba nauseas.

Sonreí.

Ella intentó esconderse tras su cabello con rayitos morados, sus labios comprimieron una risita inocente y sus mejillas adquirieron el tono de un atardecer, esa imagen tan sencilla quedará grabada en mi mente por siempre.

Me daba vergüenza que ella me viera en estas fachas, ¿Quién diría que Theodore Lenpad se subiría a un autobús en sandalias? Ella lucia tan perfectamente hermosa y yo tan perfectamente desastroso.

Perdí la cuenta de las veces en que el autobús se detuvo, Miranda vió la calle y suspiró cansada, se colocó de pie y produjo un sonido, irritante, chillón y desagradable con su boca para que el conductor se detuviera. Pedí permiso mil veces entre la gente para pasar y bajarme con ella. 

Al pisar el pavimento, ella salió como alma que lleva el diablo corriendo. Me quedé parado, en shock.

<<Corre Lenpad, corre>>

¡Pero tengo chanclas!

<<No importa>>

Salí corriendo detrás de ella sin importar mi atuendo o la gran incomodidad por mis zapatos, solo quería verla, estando el riesgo latente de que me aventara la madre. Crucé la esquina y mi sandalia siguió de largo, perfecto. Ahora estoy sin una chancla.

Miranda entró a la biblioteca pública y yo tratando de controlar mi respiración entre un par de minutos después, cachetes estaba impoluta, como si no fuera corrido hasta aquí, tenía unas cuantas gotas de sudor por su frente, pero pasó la mano derecha para secarse. Sacó cuatro libros y los colocó sobre el escritorio.

El jersey que llevaba puesto tenía mapas por doquier, no quiero imaginar el olor bajo mis axilas, arrastré mi pie con la chancla dañada y ella simplemente al verme lanzó una carcajada limpia, me sentí avergonzado nuevamente.

— Vaya, vaya y yo que creí que mi acosador tenía buen estado físico— la ironía salía de cada poro. La bibliotecaria le pidió su credencial y ella sacó una tarjeta de su cartera.

— ¿Cómo carajos puedes correr tan rápido con esas botas?— me agaché para colocar las mano sobre mis rodillas.

— Bailarina— guardó silencio— Te lastimaste el pie— informó.

Efectivamente, mi dedo gordo del pie estaba lleno de sangre y me escocia, quizá pasó cuando la sandalia se dañó.

La mujer tras el mostrador nos señaló el baño detrás, volví a levantarme y fui donde me señalaba. Entré al baño y primero me eché agua en el rostro, la puerta se abrió y se cerró dejando pasar a una cachetona preocupada. Cogí papel de la despensa.

— Déjame ayudarte— se lavó las manos con jabón y yo me apoyé contra el mesón para levantar la pierna y ella se agachó—, lo bueno es que no necesitas ir al hospital, no es grave, solo una raspadura.

Arremangó el blazer por los codos, tomó más papel del dispensador, lo dobló y mojó las puntas—. A ver— se agachó a la altura de mis rodillas y pasó el papel mojado por mi dedo, mis ojos se aguaron del dolor.

— Espérame aquí, iré al mercadillo, quizá pueda encontrarte algo— tiró el papel a la basura— ¿Cuánto calzas?

— Soy del 12,5.

Sonrió.

— Por poco y eres pie grande— ambos salimos y me senté en una de las mesas libres, ella se fue.

¿Qué me garantizaba que ella volvería? Sin saber nada le apostaba a mi confianza.

En una hora recibí cuatro llamadas del trabajo, estoy de intermediario en una negociación entre dos multinacionales a fin de intercambiar materia prima para desarrollar tecnología de última generación, en pocas palabras, soy abogado comercial.

Pasaron minutos y nada que llegaba Miranda, como conclusión de esta experiencia, me han timado. Me puse en pie, organicé la silla.

— ¿A dónde vas?— miré por encima de mi hombro y era cachetes con una bolsa blanca en mano—, seguramente pensaste que había huido, ¿me equivoco?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.