Dulcemente Locas

Capítulo 18

 

Miranda

Le tengo miedo a la vida, esa fue la conclusión que saqué a mis 17 años y hasta el día de hoy no he cambiado de parecer, antes se ha asentado con mayor fuerza. Mi temor a lo desconocido y perderme en el flujo cambiante de la vida me han hecho ser la persona que soy ahora, controladora y planeadora, aunque perfectamente eso podría pasar desapercibido cuando la mayoría de mis decisiones las tomo en un acto impulsivo y de rebeldía esperando escuchar una respuesta del más allá, en este caso, de mi padre.

No he dejado de pensar en la cantidad de veces en que actué de mala fe en espera de que mi padre me prestara un poco de atención, pero ninguna de ellas fue suficiente, me pregunto si genéticamente tengo un error para causar que la gente alrededor mío no me vea como yo quiero que me vean, antes los ojos del mundo soy una víctima más, mi madre es un ejemplo de ello.

¿Cómo carajos se le puede ayudar a alguien con depresión y desaparecerla? Te tengo la respuesta, ayudándola a que sea feliz, la depresión jamás desaparecerá, le gusta jugar a las escondidas y cuando menos lo pienses ¡Bum! Ahí está, haciéndose notar más fuerte que la última vez, es una enfermedad silenciosa que acaba contigo lentamente cuando tus muros de soledad y descontento con la vida van bajando. Psicológicamente soy inestable sumando el hecho de mi buena amiga tiene trastorno de ansiedad.

Esperé que Liz saliera de la habitación de Tamara para poder descansar, estar al lado de ella es un sobreesfuerzo emocional para no llorar y demostrar todo el odio y tristeza que tengo acumulado en mi interior. Liz es una viva imagen del mundo que me estoy perdiendo pero que no me puedo dar el lujo de experimentar.

— Toma— Thed se acercó con otro vaso de café en menos de dos horas, sentada con las piernas encogidas contra mi pecho y una manta cubriéndolas, él se sentó junto a mí, desde hace día y medio no me ha dejado sola y de verdad lo aprecio— ¿Quieres dormir un poco?

Me acomodé para quedar en el arco de su axila, di un sorbo a mi café y puse mala cara al ver que no tenía azúcar. No dije nada, capaz que abro mi boca y él se va a conseguir todo el azúcar existente en este hospital.

Es increíble todo lo que una persona con falta de amor de pareja puede hacer. Thed tiene la necesidad mandante de ser querido, él tiene mucho amor para dar pero no tiene a quién, ¿Estaré dispuesta a recibirlo? Aparentemente ahora es algo que anhelo.

 

Tamara

Vislumbré las luces de la ciudad que se colaban por la ventana del hospital, todo parecía irreal, no sentía que mi cuerpo me perteneciera, de alguna forma me sentía tan ajena, tan lejana del ahora. Sin embargo, la ansiedad de mis dedos moviéndose me recordaba el gran problema que tenía entre mis manos.

Soy drogadicta.

Y por más que intente alejarme, ellas siempre vuelven a mí.

Maxwell decidió hacerme compañía, ya conocía mi estado y no puedo evitar pensar que ahora solo ve en mí un paciente con adicción al que debe rescatar. Temía que ya no me viera como una alternativa para ser su pareja.

— Relájate, si te preocupa que te mire como psicólogo eso no pasará, tú y yo intimamos lo suficiente para saber que no puedo tratarte.

Sonreí cansinamente, eso no me lo creo ni yo.

— ¿Qué te parece si terminamos con esta estupidez? No tengo tiempo para ti— dije cortante.

— ¿Ahh no? ¿Y qué harás en tú tiempo libre? ¿Buscar a tú proveedora para que te de lo último en el mercado de estupefacientes?

Eso dolió, fue un golpe bajo.

— Maxwell…

— No Tamara, ya no eres ninguna niña para que tenga que endulzar mis palabras al hablarte, si no te gustan, pues te jodes.

Mis lágrimas comenzaron a salir sin autorización previa, sabía que el nudo en mi garganta no podría camuflarlas por mucho. Sollocé y me hice en mil pedazos.

— Sé que no soy perfecta, pero lo intento, de verdad que si— comencé a hipear—, pero escucho voces en mi cabeza y no puedo simplemente dejarlo pasar, están ahí…y no sabes cómo me torturan.

— Shh, está bien, tranquila— abandonó la para nada cómoda silla y se sentó a mi lado para acariciarme la cabeza, me sentía tan pequeña a su lado.

Seguí llorando, una vez que salen no puedo detenerme.

— Déjame ayudarte— susurró.

 

Miranda

Apoyé mi cabeza en el pecho de Thed y este pasaba sus dedos entre mi enredado cabello tratando de deshacer los nudos que se atraviesan, era un gesto bastante tierno.

— Debes ir a casa a descansar, mañana trabajas, ¿no?— internamente solo quería que me dijera que no, quería estar a su lado por más tiempo.

— Sí, debería irme, pero no encuentro otro motivo racionable para hacerlo, algo en mi ser me domina y suplica que me quede a tú lado— susurró, mi corazón dio un brinquito de felicidad, con él no había nada que temer, sus intenciones son más claras que el agua y me siento segura. Al parecer él hace que en mi salgan todos mis instintos primitivos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.