Miranda
Serví en mi tazón una cantidad descomunal de cereales, necesitaba aplacar estas ansias de alguna manera y la comida siempre ha sido mi refugio.
— ¿Lo llamaste?— Tamara dejó la chaqueta de mezclilla en un sillón para luego entrar a la cocina y servir sumo de jugo.
— Si, no contesta.
Ayer lo llamé después de mi pequeña crisis existencial por la carta enviada.
— ¿Si lo sorprendes en su oficina?
— ¿Si seguridad no me deja entrar?— eso era casi imposible, mi apellido no lo permitiría y podría excusarme con la carta ganadora.
— Por favor, Thed es un acosador de primera Miri, imposible que no quiera que su cachetes pase trabajo buscándolo— me quitó el tazón antes de siquiera poder meter la cuchara, me dieron ganas de matarla—, me lo agradecerás, ahora, ve a bañarte te llevaré al despacho Lenpad.
Hice un gesto raro con mi rostro, levanté mi hermoso trasero. Jamás pensé en hacer eso por un hombre, ahora mira que me tocaba avergonzarme con esto y dejar el orgullo de lado.
Me bañé con calma y luego entré para vestirme con un corto vestido morado de tirantes cruzados decorado con un fajón negro, la cintura me lucía un poco más pequeña, mi máxima jugada es exhibir mis pechos, sabía lo mucho que a él le gustaban recuerdo que lo mencionó borracho en la fiesta de la playa. Pulcramente el vestido mostraba el inicio del valle de mis nenas y el tatuaje en mi clavícula. Me calcé con unas lindas plataformas en charol negro de Jimmy Choo, apliqué mi mejor perfume.
— ¡Estas caliente!— Tamara recogió las llaves del auto y la chaqueta—, si no te perdona con ese vestidito bien puedes plantarle cara y venir conmigo.
— ¿Desde cuándo te viene lo doble?
— Desde siempre.
— ¿Qué?— levantó los hombros, tomé mi bolso y salimos de casa.
— No eres mi tipo, son ofender— eso lo sentí como mil puñaladas en mi espalda.
— Que perra eres.
De camino, nos detuvimos en la floristería para comprar un arreglo para Thed, esto es cursi pero si sirve con mujeres también lo hará con hombres. En poca más de una hora, ya estaba frente a la firma Lenpad y Asociados. Me quedé de pie frente a la cantidad de escaleras, las conté y eran cerca de unas 35. ¿Por donde suben los sedentarios como yo?
Tamara con la mano izquierda en el volante, empuñó la derecha como signo de ¡Tú puedes!
La gallina en mí quería esconderse ya mismo, si él no me disculpa espero que la dignidad que me queda me de valor para irme.
Inhalé, exhalé.
Me despedí de mi amiga y subí las escaleras para entrar por las puertas de cristal. Agitada y un poco sudada llegué a la recepción.
— Firma Lenpad y Asociados ¿en qué podemos ayudarle?— una linda señorita tras un escritorio con el logo de la oficina me miró. Llevaba todo el cabello rubio recogido en una coleta, una chaqueta azul turquesa enmarcaba delicadamente los hombros, quizá era el uniforme porque varias chicas lo tenían puesto.
— Hola— saludé nerviosa—, busco a Theodore Lenpad.
Sara, como dice el nombre pegado en su uniforme me miró con desdén y me escaneo hasta el último mechón de cabello.
— ¿Quién lo busca?
— Miranda Dale.
Sacó unos documentos amarrados con un sujeta papeles y tras verificarlo 2 veces dijo:
— No se encuentra disponible, necesita cita previa para consultar con él.
Cerré los ojos, ya estaba aquí, tuve el valor y no pienso desperdiciarlo.
— ¿A qué hora está disponible?
— El día de hoy no tiene disponibilidad— volvió a ojear las hojas—, hasta el día miércoles.
¿Qué?
¿Por qué no sabía que el acosador tenía una agenda tan apretada?
La chica seguía mirándome mal, ya caí en cuenta que no le agrado.
— Bien, ¿entonces podría decirle que Matthew Lavalle le ha enviado unos documentos para firmar?
La expresión de la chica cambió completamente al escuchar el condenado apellido y pensar que eso todavía sirve.
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Editado: 12.08.2019