Callie mantenía una mano sobre la puerta, sin poder moverse de su lugar. Su mirada se intercala entre Grant, la diseñadora Bells Merriweather, y los preciosos vestidos de novia.
El fuerte carraspeo de Grant, atrajo la atención de Callie, sacándola de sus ensoñaciones.
—¿Podrías darnos un minuto, Bells?. —Grant se dirigió a la mujer, quien no tardó en asentir.
—¡Claro!. —musitó con todo de emoción—. Creo que tomaste a tú prometida por sorpresa, les daré algunos minutos para hablar y observar. —con una sonrisa, se dirigió a Callie—. Soy Bells Merriweather, diseñadora.
Ambas mujeres se estrecharon la mano de forma cordial. —He escuchado mucho sobre usted, es más, admiro su trabajo.
—Es un halago, que la futura señora Blackstone me lo diga. —la mujer le guiño el ojo—. Con su permiso.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella, llevó una mano a su cadera, sin dejar su postura profesional. —¿Podría explicarme esto, señor Blackstone?.
—Solo es Grant... —este levantó la mano para señalarle la mesa—. Toma asiento, te lo explicaré todo mientras almorzamos.
—¿Y la señora Merriweather?. —cuestiono Callie, dando por inercia algunos pasos hacia la mesa.
—Mi asistente lo tiene cubierto, no te preocupes por eso.
—Esta bien. —Callie dejo que Grant se mostrará como un caballero. La ubicación de la mesa, ofrecía una vista completa de la cuidad—. ¿Para que es todo esto?.
—Para el viernes, es decir, mañana. Quiero asegurarme de que ambos estuviéramos en la misma página.
—¡Oh!. —el feroz gruñido de su estómago acalló cualquier cosa que intentara decir, y no era para menos, su estómago pareció tener vida propia al sentir el inconfundible olor de la comida de The Harold, su tienda favorita—. ¿The Harold?.
—Sí. —comentó Grant, con una sonrisa de megavatios.
—¿Cómo supiste que...? —sus labios formaron una delgada línea, a sabiendas de quiénes estaban jugandola a ser casamenteros—. ¿Antonio o Juliet?.
Grant empezó a reírse del tono serio de Callie. —Tuve un poco de información interna, y mis labios están sellados con respecto al delator. —él miro las bolsas con comida—. Además, soy un hombre de spaghetti y sándwich.
Callie decido no seguir protestando, estar en contra de su jefe nunca tendría fin, y la única que podría salir perdedora era ella.
Ambos se acomodaron para empezar a comer, aunque Callie no podía dejar de pensar en cómo podrían prepararse o estudiar para una degustación de pasteles.
Era algo estúpido.
Pero iba a dejar que Grant tomara las riendas de la situación.
Grant se excuso por algunos minutos, dejando a Callie más curiosa con respecto a lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
—Esto es para tí. —informó dejando un caja colo lila frente a ella.
—Grant. —ella entrecerró los ojos en dirección a su falso prometido—. ¿Que hiciste ahora?.
—Ábrelo, después puedes seguir creando teorías.
Un tanto emocionada y curiosa por saber el contenido de aquella caja mediana, deshizo todos los listones, hasta quedar con una sencilla caja de zapatos.
A pesar de ser una fachada un tanto simple, conocía la marca, y cuánto costaban un par. Callie no podía darse el lujo, o talvez, pero comprándolos muchas temporadas después, o en tiendas de segunda.
—¡Dios!. —jadeo al ver los hermosos zapatos, se veían tan delicados, que no quería ni sacarlos de la caja. Pero a pesar de eso, su mente estaba a la negativa. Grant le había tantos regalos durante toda la semana, que se sentía un poco incómoda aceptar más de él, como si fuera una oportunista—. No puedo... aceptarlos.
—Pareciera que sigues un patrón. —comentó Grant, después de escuchar sus susurros—. Tomalos, por qué siendo franco... —miró los zapatos bajos de Callie— los necesitas.
A ella se le escapó una risa interminable, recordá do el desastre en sus pies. Grant tenía razón en eso, como siempre.
Reflexionó un poco ¿No había ningún daño en aceptar otro regalo de Grant? ¿No?.
Suspiró antes de hablar. —No es que tenga ningún patrón, simplemente no estoy acostumbrada a que la gente me haga este tipo de regalos... Simplemente no pueden permitirselo. —admitió en voz baja—. Por eso quizá actuó en patrón. —se encogió de hombros.
Grant sabía que si alguien se merecía eso y más, era Callie. Llevaba poco tiempo conociendola en persona, pero sus acciones, superaban con creces a muchas personas de su estatus. Su simpleza resultaba ser agradable, al igual que su despreocupada manera de ser generosa con los que la rodeaban. Él se trago todo eso, y como un acto mágico, la puerta los sacó del momento íntimo e incómodo.
—Pasen. —manifestó Grant, rodeando la mesa.
Callie emitió un suspiro de alivio, regañandose mentalmente por mostrar más de lo que había prometido hacer. Estaba siendo sumamente sincera con su jefe.
Bells Merriweather volvió a entrar, junto con su asistente, cargando bolsas y percheros, todo eso lleno de ropas femeninas.
—Okey... —la diseñadora de modas se giró a la pareja—. Tú debes ser Callie, es un placer poder conocerte después de todo lo que Grant me comentó de tí.
Callie tosió, disimulando la sorpresa de que su diseñadora favorita estuviera feliz de conocerla.
Error.
No estaba feliz de conocer a ella, sino a la prometida de Graham Blackstone.
—El placer es todo mío. —murmuró—. Pero, ¿Que son todas estas cosas, Grant?.