Dulces Mentiras

Final [Una apuesta segura]

Callie

Con rapidez, las chicas guiaron a Callie fuera del edificio y atravesaron las puertas delanteras donde un SUV negro polarizado las esperaba. Amber no dudo en adelantarse para quitarle las llaves al chico que mantenía la puerta trasera abierta para Callie.

 

—Puedes retirarte, me encargare de conducir.

 

—¿Y esto? —Callie mantenía su ceño fruncido, confundida ante todos los acontecimientos del día.

 

No estaba segura de que pensar ante ello.

 

—Es parte de tu súper salida. —comentó Joey, con una enorme sonrisa en su rostro.

 

Gabriella se situó a su lado. —Nosotras nos iremos en el otro auto.

 

Ninguna espero que Callie respondiera con más interrogantes, y por ello la ayudaron a subir al auto, mientras ella observaba el intercambio de susurros entre las demás mujeres, que señalaban el segundo SUV situado a sus espaldas.

 

Completamente extraño.

 

Amber se introdujo al auto, arrancando rápidamente para adentrarse en la concurrida carretera, y desde allí esta se encargó de distraerla con insinuaciones, bromas sin sentido, y relatos de su caótica vida.

 

Callie sabía que Amber era una platicadora sin fin, pero en esa ocasión especial, parecía que su orden era no dejar que pronunciara palabra alguna, o que intentara sacarle respuestas. También notó que recorrían las mismas cuadras una y otra vez, como si no tuviera una dirección específica a la que ir.

 

¿Qué estaba tratando de ocultarle?

 

Callie olía una inquietud en el ambiente, lo hizo desde que vio los accesorios lujosos.

 

—¡Amber! —replico, cuando volvió a ver el mismo restaurante por tercera vez.

 

Amber dejo de tatarear la canción que sonaba por la radio, mirando a Callie de reojo por el retrovisor. —¿Algún problema?

 

Callie se cruzó de brazos. —¿Cómo que "algún problema"? —enfatizó señalando la calle—. Hemos rodeado la misma cuadra por tercera vez, el tiempo suficiente como para llegar a la otra punta del condado, pero estamos a tan solo minutos de casa ¿A dónde quieres llevarme? ¿Qué está pasando con ustedes?

 

Amber soltó una serie de maldiciones en voz baja, sin darle una respuesta certera a Callie, quien no dejaba de mirarla con la barbilla levantada y las cejas fruncidas.

 

—¡Te llevare a un lugar especial! Es una sorpresa… ¡Sí! Solo no hagas demasiadas preguntas, mi cerebro de pollo no es apto para tu promedio IQ.

 

Ella se detuvo en un semáforo en rojo, punto en el cual Amber volvía a iniciar el recorrido, Callie ya se encontraba preparada para ver las mismas calles por cuarta vez. Pero el sonido de un celular la saco de su ensoñación y la hizo observar a Amber, quien asentía a lo que fuera que estuviera leyendo.

 

—¡Hora de que conozcas tu destino, cariño!

 

Sin ni siquiera mirar, Amber piso el acelerador y avanzo rápidamente por la autopista principal. Lo que logro una ola de bocinas e insultos.

 

—¡Aprendan a conducir, malditos bebes! —devolvió Amber, provocando una estruendosa risa en Callie.

 

Minutos después se detuvieron frente a un lujoso y desolado restaurante, ubicado en el corazón de la cuidad. Amber salió del auto y acorto la distancia para ayudar a Callie a salir sin dañar el exclusivo vestido.

 

—¿Qué… porque estamos aquí, Amber?

 

Amber chasqueo los dedos frente a Callie, deteniendo su palabrería. —Detente. Es momento que solo dejes que las cosas sigan su curso, sin pensar en qué repercusiones tendrán esas acciones. Todo tendrá sentido en unos minutos. Sabes que todos te queremos ¿cierto? —Callie le dio un breve asentamiento—. Queremos lo mejor para ti, y eso involucra el hecho de que debes seguirnos la corriente, porque es lo mejor y tu única opción en este momento. —Amber señalo la entrada— Es tu momento, vívelo.

 

Un asistente abrió las puertas para que Callie procediera a entrar, y tras eso dio la vuelta y desapareció. Dejando a Callie confundida y sin saber qué dirección tomar. Las grandes columnas blancas, las estatuas de oro y cristalinos candelabros era lo único que deslumbraba en el primer salón, pero a medida que avanzaba miraba pétalos de rosa esparcidos por el suelo, junto pequeñas tarjetas, que Callie no dudo en tomar para leerlas.

 

La primera la dejo con la garganta apretada.

 

 

 

"Nunca me arrepentiré de haberte conocido".

 

 

 

No tenía dudas con respecto al autor intelectual de toda esta dulce artimaña.

 

Grant.

 

Llevo la tarjeta a su pecho y giro en todas las direcciones, buscando al único hombre que hacia su corazón revolotear y mostrar su verdadera esencia.

 

Pero no había nadie cerca, por lo que acelero su paso hasta encontrar la segunda tarjeta.

 

 

 

"Ni de aceptar ser tu prometido falso".

 

 

 

"Te amé desde el primer momento, salvarte de tu pasado solo fue una excusa para estar cerca de ti y que me amaras".

 

 

 

Callie sentía que las lágrimas picar, pero se las arregló para reprimirlas y avanzar.

 

Sin pensar en nada más que en el precioso momento.

 

Se detuvo frente a un conjunto de puertas dobles, que se abrieron en el momento en el que Callie levantaba su mano para empujarlas. Era un gran salón de baile, exponiendo un escenario que parecía haber sido sacado de un cuento de hadas.

 

Rodeada de arreglos que brillaban por los magníficos cristales a juego con los inmensos candelabros. Y sin lugar a dudas, sus flores favoritas eran las que más inundaban la estancia.




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