ADARA
Lo extraño, extraño, todo de él, su voz, sus manos, su perfume y el calor de su piel.
Lo había deseado desde que tengo memoria, el verlo por primera vez llegar a casa, como amigo de mi padre, cuando tan solo tenía once años de edad.
Fue y es mi primer amor y el primer hombre en mi vida.
Cada noche, pensaba en él, en tenerlo entre mis piernas, disfrutando de mi coño cada noche.
Mis dedos frotaban mi botón de placer al imaginarlo, mordiendo la almohada para callar mis gemidos al imaginarlo dentro de mí.
— Max…- susurró su nombre en un gemido, mientras mi cuerpo temblaba al sentir el placer que causaba masturbarme al pensar en él.
— Oh baby…
Mis dedos entraban y salían en mi coño mojado, una y otra vez sin parar.
En mi mente, Max me follaba sin parar, teniéndome en cuatro dándome duró.
— ¡Fuck!…
Mi cuerpo ardía, pues se sentía a punto de estallar en mil pedazos.
— ¡Máximo!.- gimo su nombre, al venirme por completo, derramando mis jugos en una explosión de placer.
Mi pecho subía y bajaba agitadamente, gracias a el gran orgasmo que había tenido.
Mis piernas temblaban y mis jugos salían sin parar, mojando mis piernas y mi cama por completo.
Era la tercera vez en todo la noche que me venía pensando en él.
Había pasado una semana de no verlo y de no sentir su polla grande y venosa dentro de mí.
Casi toda la semana me la pasé de malas, pues a la tonta de su esposa, se le había dado la gran idea de cambiar ciertas partes de la casa por sí sola, cayendo por las escaleras a la hora de cambiar un cuadro.
Aún recuerdo la gran decepción que tuve, cuando supe que se iba a casar, con una mujer que lo había amarrado a él por la simple razón de que ella no podía vivir sin él y a la depresión que ella llevaba.
Máximo ya había querido dejarla, pero aquella estúpida, tomó la decisión de cortarse las venas, por el abandono de su marido que ni siquiera la amaba.
Gran parte del tiempo, Máximo venía a casa a cenar con el pretexto de hablar de los negocios con papá, aunque la verdadera razón era por verme y follarme en mi cuarto, cuando mis padres creían que él ya se había ido, cuando la realidad era que me metía la polla por todos los agujeros que había en mí, derramándose a chorros en mi coño o culo.
Recuerdo la primera vez que cayó en mis encantos, fue en una fiesta de mis padres, pues estos cumplían más de 26 años de casados.
Máximo se había resistido muchas veces a mis encantos, tanto así que me pidió conocer a jóvenes de mi edad, pues según él era muy mayor para mí y yo, como una niña muy obediente le hice caso.
Tome la decisión de hacer un plan y ver si le ocasionaba celos y aquella noche de la fiesta, les presenté a mis padres a Christopher, un chico de la universidad que estaba coladito por mí, así que utilicé aquella oportunidad para sacarle celos a la hora de presentarlo a mis padres con el presente.
Su mirada penetrante me quemaba y excitaba a la vez al verlo enojado y muy celoso, pues se dio cuenta de que yo no andaba con rodeos.
Gran parte de la noche no me quito la mirada de encima sin importarle que su esposa estaba a su lado, quien le hablaba sin que él le prestara atención para nada.
La pista de baile se abrió y la música empezó a sonar muy fuerte, moviendo mis caderas de un lado a otro, como si fuera una puta en la pista de baile, llevándome más de una mirada de los amigos de papá e hijos de estos en mi cuerpo, pero a mí no me importaban esas miradas, yo solo quería una y era de Máximo Ferrari.
Quien me aniquilaba con la mirada al darse cuenta de que no era el único que disfrutaba de mi baile.
— Necesito ir al baño, ya vuelvo.- le dije a Christopher.
— Bien, aquí te espero.
Subo las escaleras que me llevaban hasta el segundo piso de mi casa, dirigiéndome al baño de mi habitación, pues ni loca pensaba ir al que se encontraba abajo, sabiendo que muchos lo estaban utilizando.
Me meto al baño, haciendo lo que ya saben, para luego acomodarme mi ropa en el espejo, después de lavarme las manos, hasta que en un momento a otro un cuerpo masculino me acorrala en el lavabo de mi baño.
— Espero que terminas con este jueguito ahora.- dijo Máximo con voz áspera y gruesa, notando el enojo en su voz y al verlo en el espejo.
Se veía muy guapo y caliente en ese traje negro que llevaba puesto.
— Yo solo te obedecí.- respondo, mirando hacia el espejo y poner rostro de inocencia.- conozco a chicos de mi edad, tal y como me lo pediste.
— No te quiero con ese idiota.- contesto, presionó su cuerpo con el mío y sentir su polla entre mis nalgas.
— ¿Por qué?, ¿Celoso?.- pregunto
— y mucho…- respondió, colocando su rostro entre mi cuello y rostro, oliendo mi perfume y besar mi cuello, expuesto para él.
Sus manos bajan desde mi cintura hasta mis pechos, apretujándolos asu antojo, mientras que yo soltaba ligeros gemidos al disfrutar de sus caricias y frotar mi culo con su polla.
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Editado: 24.03.2024