Dulces y Narcisos

Capítulo VII: El dragón rojo

Reminder:

Dulces y Narcisos

Adaptación por Alexa Bauder

Basado en el dorama Boys Over Flowers (Corea),

éste a su vez, basado en el manga Hana Yori Dango de Yōko Kamio

 

 

Mientras tanto, en el salón de los F4 se discutía algo evidente, la permanencia de Candy en la vida de Terry.

 

—De verdad, no sabes en lo que te metes, Terry —Stear se ajustó los lentes sin poder concentrarse en el libro que tenía en manos.

—Terry nunca lo sabe. —Archie giraba el globo terráqueo, lo paraba con el índice y anotaba el país que había tocado.

—Deberías saber, mi amigo, que estás jugando con fuego, esta broma está saliéndose de tus manos.

—¿Quién dice que estoy bromeando? —Ambos parientes se miraron dejando de hacer lo que hacían, viéndolo a él trabajando en su portátil, sonriente.

—¿Estás yendo en serio con Candy, acaso? —Preguntó Archie, acercándose a él.

—No bromeo.

—Tu bien sabes que eres hijo de un duque, ¿verdad? Y que con quien te relaciones debe ser aprobado no solo por tu madre.

—¿Crees que Patricia O’ Brian sea del agrado de tu madre, Stear? — Alzó las cejas Archie.

—Cállate, no estamos hablando de mí. —Siguió su perorata a Terry, en tono serio— Debes ser responsable de lo que vas a hacer Terry, nadie, en esta habitación tiene asegurado el futuro que nosotros mismos elijamos, dependemos de los acuerdos y aprobaciones de nuestras familias.

—Stear, un hombre no es su familia, ni su apellido. Un hombre de verdad hace lo que cree correcto, lo que siente y va tras ello. Eso es ser responsable de su propia vida.

—Todavía no entiende lo que es “ir en serio” en nuestro estrato social. — Concluyó Archie, volviendo a su globo terráqueo, no había nada que hiciera cambiar de opinión a Terry, más que confiar en el buen juicio de Candy.

 

 

En casa de Patty, Candy le esperaba pacientemente a que terminara de arreglarse, su anfitriona le había invitado a salir, la ropa era prestada para la ocasión. Le aseguró que distraerse le haría olvidar esta última broma de Terry, no importara que fuera lunes, debía aprovechar su día libre en Candy Cakes.

 

—Patty, ¿qué te decía Elisa antes del almuerzo?, parecía que quería tener problemas contigo.

—Nada, es una tonta. —Contestó poniéndose por último los pendientes en su vestidor, buscando un bolso que le combinara a su atuendo en color amarillo.

—Si tienes un problema con ella, solo dímelo. Parecías asustada.

 

 

Algo en el librero de su majestuosa habitación le llamó la atención, un libro forrado en piel con el título de “Escuela Elemental de Colegio San Pablo”. Sonrió al imaginarse a Patty siendo pequeña, lo tomó, pero sin abrirlo la escuchó en la puerta del armario.

 

—No querrás verlo.

—Me gustaría —dijo sonriendo.

—Es en serio Candy, no querrás ver lo que hay ahí.

—Es solo un álbum, fotos de niños. —Patty se acercó extendiendo su mano para que se lo devolviera.

—Me da vergüenza, en otra ocasión será.

—Está bien. Discúlpame, Patty. —Ésta sonrió metiéndolo en un cajón con llave.

—Gracias a ti por entenderlo.

 

Enseguida salieron hacia un lugar nocturno, la música inundaba el lugar estrepitosamente, en otra sala el estilo era otro más tranquilo.

 

—Es bonito, nunca había venido a uno de estos.

—Sólo relájate. ¡Vamos a bailar!

—No sé, no tengo pareja.

—Aquí no se necesita, Candy— sonrió abiertamente— Mira, voy por unas bebidas y nos vemos aquí; si te animas, nos vamos a la otra sala a bailar.

—Está bien, Patty, no tardes.

—No, claro que no. ¡No te muevas de aquí!

 

 

Patty caminó entre la gente hasta llegar al bar. Ahí, el barman atractivo le saludó.

 

—Hola Patty, qué gusto volver a verte.

—Hola Robbert.

—¿Qué te voy a servir?

—Dos de mis favoritos. Sin alcohol. —El chico asintió, trabajó en ello.

—¿Vienes con alguien?

—Sí.

—Así que Patty O’ Brian vuelve a estar en circulación. ¿Cuándo me aceptarás una invitación?

—Robbert, por favor, no bromees.

 

 

Patty se sonrojó sintiéndose incómoda. No se creía atractiva en ningún aspecto. Usaba gafas y su cabello, aunque bonito, era oscuro, sus ojos eran del color de la miel bajo el sol, su piel limpia cubría unas facciones que no tenían mucho qué decir, más que las innegables raíces americanas y la adoptada aristocracia de apenas una generación en Londres. Quizá por eso se sentía tan identificada con Candy, ella también fue señalada por no pertenecer a la crema y nata de una familia antigua en este país, aunque se sintiera parte de él, los demás nunca lo habían visto así.

—Es en serio, Patty, eres bonita, eres diferente a las demás que frecuentan el lugar, siempre lo has sido, ¿lo recuerdas?

—¿Recordar el qué?

—Antes, cuando tenías otras amistades. No eres como todas ellas, ¿no te das cuenta?

—Sí, me doy cuenta, todos los días. No soy como ellas.




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