—Candy... —Annie movió a su amiga el sábado muy de mañana, sus padres aún dormían. — Candy... Te sigue esperando.
—No me he despertado. —se tapó completamente la cabeza girándose.
—Tiene media hora.
—Dile que no estoy.
—Oye, pecosa, ¿piensas quedarte a invernar? —sintió de pronto cómo unas manos le tomaron por los tobillos jalándola por debajo del sofá-cama que los padres de Annie le habían acondicionado en la misma recámara.
—¡Cuidado! ¿Qué haces aquí? ¿Qué nadie te enseñó a respetar las casas ajenas?
—¡Invernas como león!
—¡Esos son los osos! Y ya suéltame. —Candy pataleaba y una vez que pudo liberarse estuvo a punto de volver a subir a sus colchas, pero Terry se interpuso con mirada amenazadora.
—No me obligues a sacarte así en pijama.
—Oh, no te atreverías.
—Como que lo hago ahora mismo. —hizo un ademán para cargarla, sus brazos se abrieron para seguirla si fuera necesario, y después de unas vueltas alrededor de Annie, Terry la pescó, la alzó y la puso delante del armario. — Tienes quince minutos. Annie, ayúdala por favor. —La amiga asintió sonriente, sacando más ropa de lo normal para una salida.
Cuando estuvo lista, Terry entró a la recámara, Candy y Annie discutían porque ésta última no querría decirle el por qué le preparaba una maleta y un neceser. Terry aclaró la garganta y el cepillo que su novia tenía en mano salió volando a su dirección.
—Imprudente, toca antes de entrar —. Terry río bajo volviendo al ataque.
—Si ya sé que estás presentable
—¿Y cómo puedes saber eso? ¡¿Me viste?!
—Te vi, pero no te miré.
—Eres un...
—Shhh… Tranquilízate Candy —silenció Annie que se apresuraba a cerrar la maleta y tomar un abrigo para su amiga. —Mis padres aún duermen, y si ven su escena, no dudarán en castigarnos a las dos una semana, ¡y yo no voy a cancelar mi cita!
—¿Qué cita? —Candy se detuvo cuando ya estaba llegando a la puerta de la habitación, Terry la tomó de la mano, pero ella se resistía. — Espera Terry, Annie tiene que decirme algo.
—No es nada, ya te había dicho.
—Sí, pero ahora cuéntame.
—Dile Annie o si no, la tendré que llevar a rastras.
—Es un chico que conocí en Candy Cakes, un cliente.
—Dicho esto, vámonos.
—No, Terry, espera. ¿Cómo se llama?
—Vámonos, pecosa.
—Está bien, está bien... Pero llegando me cuentas. —Annie le extendió a Terry el pequeño equipaje de su amiga
—Traicionera. —susurró la rubia, Annie hizo un ademán de despedida con su palma, sabiendo que bromeaba.
A punto de abordar la limosina, Candy se detuvo frente a la puerta que Terry le abría.
—¿Qué pasa ahora, se te olvidó algo?
—A ti es a quien se le olvidó algo. —se cruzó de brazos. — Dijiste que me dirías todo.
—¿Y acaso tú me lo dices todo, pecosa? —el rostro de Terry se acercó a ella, tanto que creyó que la besaría, dio un paso atrás con ojos bien abiertos.
—Por supuesto. —Terry sonrió despacio asintiendo.
—Luego discutiremos eso, pero ahora, me vas a acompañar. Te lo diré en el camino. — Candy miraba por la ventana tratando de reconocer las calles y negocios que le orientaran a una posibilidad. Cuando entraron al complejo camino hacia el aeropuerto que reconoció cuando llegó a Londres, se alertó.
—No, ¿adónde vamos?
—Vacaciones.
—¿Otras? No, Terry, no de nuevo a esas malditas islas, no.
—¿Por qué querría llevarte ahí?
—Yo qué sé. —Terry bufó, pero el rostro le cambió al notar que Candy no se resistía tanto como pensaba lo haría, se dirigieron a una sala especial y privada. El secretario Takarai los esperaba como siempre impecable en su traje negro y corbata. En cuanto los vio se dirigió a ellos y les dio los papeles de abordaje.
—Pobre Takarai, seguramente hasta en días festivos trabaja para ti. —la voz no fue lo suficiente baja para que el secretario no escuchara, y se le escuchó una risa baja.
—El ama su trabajo. — El caminaba detrás de ellos en el camino, donde solamente ellos eran los únicos pasajeros.
—Pues sí, pero... —ella caminaba tomada de la mano de Terry que la dirigía, mirando atrás. —Déjale vacaciones de vez en cuando, no sean crueles.
—No hables como si no estuviera presente.
—Tú lo hiciste primero. —Terry se detuvo un momento para mirarla.
—Cierto. Yo odio que hagan eso conmigo. Puedes dirigirte a Takarai directamente.
—Takarai, ¿cuál es tu nombre? —Antes de alguna respuesta, escuchó una voz femenina.
—Un momento, por favor. —Candy se detuvo en seco cuando una señorita se cercioró de que el abordaje por la pista era seguro, el avión estaba a unos metros. —Pueden abordar.
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Editado: 04.03.2022