Dulces y Narcisos

Capítulo XXI: El anillo errante

Dulces y Narcisos

Adaptación por Alexa Bauder
Basado en el dorama Boys Over Flowers (Corea)
éste a su vez, basado en el manga Hana Yori Dango de Yōko Kamio

 

Era la segunda cita de Annie y Archie luego de esa noche en que él estuvo a punto de besarla a las afueras del súper mercado. Habían quedado tan cerca y él había reaccionado a la orden de ser un chico bueno y dejar las cosas como estaban. Ahora no sabía qué quería demostrarle a su chica. Suya, así siempre se refería a ella en su pensamiento, aunque nada más lejano de la realidad.

 

—¿Te sientes mejor, Archie? Lamento haberte contagiado. —Negó al interior del auto, le había bastado un par de inyecciones su pronta recuperación, ¡y con lo que Cornwell las odiaba!

—Tengo un sistema inmune impresionante.

—Me alegra saberlo.

 

Ella ya había mejorado, pero a su tiempo y con medicamentos. Suspiró mirando por la ventana, preguntándose qué hacía ahí, con él, aceptando nuevamente una cita. Eran amigos, ¿cierto? Eso hacen los amigos, salir, pero ¿por qué arreglarse con tanto esmero?  Se sintió ingenua ahora al mirarse en el regazo la bonita tela de su vestido color crema, el peinado de su cabello oscuro, el cual comenzó a enredar por un mechón en su dedo.

 

—¿A dónde iremos, Archie?

—Es un buen lugar para cenar. —Confió en su buen gusto, la pregunta fue para sacar un tema. Ahora, guardaban un silencio algo incómodo, hasta que llegaran a su destino.

 

Cuando Archie abrió la puerta del auto y Annie salió de éste, la admiró por un momento, ella se miró a sí misma.

 

—¿Qué pasa? ¿No estoy vestida adecuadamente?

—Estás perfecta. —Aprobó, ofreciendo su brazo hacia la entrada, a lo cual, aceptó.

—Eres incorregible, Archie. —Sonrió negando, y el, le siguió el juego.

—Es mi naturaleza cuando veo una niña bonita.

—Es la segunda vez que dices eso.

—Yo no miento, Annie.

 

Alzó una ceja, no dándole mucha credibilidad. Un hombre sonriente los recibió interrumpiendo su pequeña conversación. Los condujo a una de las terrazas del restaurante, donde cenarían solos bajo la luz de la luna reflejada en el río Támesis, rodeados de columnas a las que las flores y sus hojas verdes se trepaban; lucecitas pequeñas daban el efecto de que, además, eran acompañados de luciérnagas que titilaban.

 

Archie supo que había atinado cuando su chica miró alrededor. Sin embargo, ella volvió al ataque luego de tomar asientos, “Moon River” en voz de Audrey Hepburn sonaba en algún lado.

 

—Así que tú, no mientes.

 

Cornwell sonrió pícaro, alzó la vista, pero por dentro no sabía cómo salir de la situación.

 

—Hay cosas que digo sinceramente. A veces, simplemente omito.

—Imagino que no mientes cuando ves a una chica bonita y cuando ya no quieres seguir frecuentándola, omites sus llamadas.

—Las mujeres no se enamoran de los hombres, Annie.

 

Eso si la sorprendió, rio bajo, pero ahora ansiaba por escucharlo.

 

—¿Cómo es eso? Explícame.

—Se enamoran de la idea del romance. —Se encogió de hombros, el mesero dispuso los menús, las recomendaciones, Archie hizo los honores de pedir algo que no fuese demasiado para Annie. —Los inteligentes, tratamos de cumplir con sus expectativas, los tontos, de que ustedes cambien por nosotros.

 

Annie lo consideró, podría ser cierto, pero quería saber más del mundo en el que un Casanova habitaba.

 

—¿Y los hombres, de qué se enamoran, Archie?

—De nosotros mismos. De lo que nos convertimos cuando estamos con ustedes. —Annie asintió, eso le dio pie a otra pregunta.

—¿A ti te gusta el hombre que eres cuando estás solo, Archie?

 

Y era por eso por lo que, a él, nunca se le veía solo.

 

* * *

 

La puerta en la habitación de Candy sonó anunciando servicio a la habitación, aunque ella no hubiese pedido. Al asomarse por el ojillo, reconoció a sus amigos sonriéndole a sabiendas que ahora sería tan precavida como para cerciorarse antes de abrir.

 

—Pensé que ya estarías con Terry, instalada en la Villa Grandchester. —Anthony se mantuvo en el sillón individual en tanto, los parientes bromeaban e inspeccionaban el lugar, pero atentos a la plática. Candy negó, parte del plan había fallado para el rubio.




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