Dulces y Narcisos

Capítulo XXVI: El pasado siempre vuelve

Dulces y Narcisos

Adaptación por Alexa Bauder
Basado en el dorama Boys Over Flowers (Corea)
éste a su vez, basado en el manga Hana Yori Dango de Yōko Kamio

 

La última maleta se cerró, Candy echó un último vistazo a la habitación para cerciorarse de que nada quedara olvidado; Anthony le esperaba en la estancia con manos en los bolsillos y al verla abatida, simulando la gran sonrisa, estiró su brazo, estaba dispuesto a recibirla y ella aceptó. Entre sus brazos suspiró muy profundo, con todo el pesar que le suponía volver a empezar en un sitio que por el momento no sabía cuál sería. Brower besó la coronilla de su cabeza, en silencio, hubo un primer sollozo, pero él la contuvo.

 

Karen bajó rápidamente de su auto, su guardia y chofer ayudaron con algunas bolsas y cajas camino al bloque de departamentos de Candy, encontró la puerta abierta y qué mejor que dale una sorpresa.

 

—¡Candy! Mira lo que te… —Su nueva amiga asomó la cabeza echa un lío de entre el pecho de Anthony Brower, por sus ojos mojados, estuvo segura de que había interrumpido algo. Aclaró la garganta, desviando la vista. —Perdón, Candy, ¿te pasa algo? —las maletas a su lado la confundieron, ambos chicos retomaron su postura.

—Hola, Karen. —Saludó Anthony, precisando que era bueno dejarlas un momento a solas. —Estaré en el auto. —Avisó a Candy, quien asintió. El personal de la inglesa también supo que necesitaban privacidad.

—¿Qué es todo esto? No entiendo.

—Tengo que desocupar el departamento. Me alegra que sea una familia que realmente lo necesita quien ahora lo tenga.

—¿De qué hablas? Si este es tú lugar, te fue cedido a ti. —Candy, a pesar de la visible molestia de Karen, sacudió la cabeza, sonriente.

—No importa, si con mi lugar alguien más puede beneficiarse, es mejor así.

—¿Y qué harás?

—Por ahora, creo que estaré con Anthony. —Karen abrió los ojos sorprendida, ahora ella negó, tomando además la mano de la rubia.

—No, no, Candy, no puedes estar con él, así como así. No des pie a que la gente hable.

—Pero Karen, no tengo otro remedio.

—La hay, yo te conozco, yo se que esto te incomoda, ¿cierto? No quisieras que pensaran mal. —Y tenía razón, pero había cedido por ni siquiera tener un lugar dónde pasar; no podía molestar a los familiares de Annie. —Quédate conmigo, ¿sí?

—No te preocupes, será solo por hoy, creo que sí regresaré a Chicago.

—Nada de eso.

 

Pero antes de que Karen desplegara los mil planes para convencerla, una hermosa mujer totalmente desentonada con el lugar sonrió al ver a Candy cuando asomó la cabeza a la puerta. La famosa actriz, Eleanor Baker, tía de Terry, estaba ahí y Karen no tuvo ni oportunidad de decirle cuánto la admiraba, no iba a ser tan imprudente para hacerlo.

 

—¿Y esto? —Lena se mostró de inicio contenta de encontrarla, pero había llegado justo a tiempo.

—Van a ocupar este espacio y es mejor que me vaya.

—Diles que te corrieron. —Interrumpió Karen, disculpándose inmediatamente.

—¿Es verdad eso? —En respuesta, la menor de las tres sonrió, dando las presentaciones respectivas.

—Mucho gusto —Karen ocultó sus nervios y Lena, amable como siempre, correspondió; pero aun necesitaba la respuesta de Candy, quien, encogiéndose de hombros tomó su equipaje.

—Anthony me espera. —Tanto Lena como Karen negaron, pero fue la mayor quien le sacó la manija de la maleta más grande de la mano.

—No, Candy, yo me haré cargo. —Candy miró a Karen, ella asintió, aprobando esto.

—Deja que te ayuden. —Fue casi una súplica por su amiga.

 

Candy aceptó y, tras una breve explicación a Brower, Lena lo convenció de volver a casa. Karen admiró la nobleza del amigo de Candy, él se despidió a lo lejos con esa dulce sonrisa que la hacía suspirar y también lamentarse. Antes de que Lena se llevara a Candy, teniéndola ya dentro del auto, se acercó.

 

—Lena, había traído unos obsequios para Candy. Son algunos electrodomésticos y ahora no sé qué hacer con ellos.

—Si quieres que Candy te lo agradezca, sé de un lugar donde los necesitan. Te enviaré la dirección para que el lugar donde los adquiriste los sepa remitir a América.

—¿América? —Lena asintió, posó su mano sobre su hombro.

—Sí. Y gracias por preocuparte por ella, eres una buena amiga.

 

El auto partió, los ayudantes de la chica volvieron con los paquetes a la cajuela de la camioneta, en espera de alguna instrucción, pero ella, exhalando tras pensar en las palabras de Eleanor Baker, decidió que haría su parte para entonces sí, darle a Candy el camino libre para ser feliz. Algunas cosas son destinadas a ser y con algunas de ellas, se aprende a vivir.




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