Dulces y Narcisos

Capítulo XXXI: Revancha

Dulces y Narcisos

Adaptación por Alexa Bauder
Basado en el dorama Boys Over Flowers (Corea)
éste a su vez, basado en el manga Hana Yori Dango de Yōko Kamio

 

Capítulo XXXI

Revancha


 

Después de varios intentos al óleo, Annie logró replicar el cuadro de medio paisaje, aún con ese cielo ausente que ahora no se atrevía a completar. Había recibido la aprobación de su profesora el día anterior y estaba casi decidida a dejarlo de esa manera.  Esta vez, observó a Archie esperar fuera del salón del taller. La profesora Charlotte no se había presentado en esa ocasión y era turno de solamente dar los últimos retoques a los proyectos individuales.

 

Archie se acercó cuando el resto de los alumnos comenzó a disiparse, Annie le sonreía a lo lejos, el cuadro delante de ella. 

 

—Me pregunto qué habrás pintado. —dijo el chico, mientras la observaba guardar los materiales.

—¿Quieres ver o adivinar?

—Adivino. ¿Un florero? —Annie negó. —¿Una colina? Ya sé, un cachorro. —la chica rodó los ojos, sin que ninguna opción fuera atinada. Le indicó que fuera a su lado para que lo viera por él mismo. 

 

Nuevamente, a Archie se le fueron las palabras. Negó, buscando alrededor con la mirada, algún rastro de aquel fallido recuerdo. Cerca del escritorio del profesorado, se encontraba la obra original.  Era su obra.

 

—¿Quién te dio esto? —preguntó al fin, señalando el cuadro, calmo, pero con la impaciencia contenida.

—Archie, me estás asustando, es como si estuviera maldito. —lo tomó, colocándolo junto al resto de trabajos de sus compañeros.

—Es solo que… 

—¿Acaso hay solo uno en este mundo como este? 

—Sí, Annie, no sabes cómo funciona el arte.

—Cierto, yo ignoro tantísimas cosas. Será porque nadie me dice nada. ¿Nos vamos? —Un tanto molesta, tomó su bolso, dirigiéndose a la salida; mientras tanto, la mirada de Archie aún estaba anclada a esos cuadros, que, uno, aunque no idéntico, le recordaba a otros tiempos, cuando aún tenía esperanza.

 

Había sido muy tonto.

 

Londres, dos años atrás.

 

—Entonces, ¿no vas a decirme de qué se trata la sorpresa, Charlotte? —negó, sus cabellos largos ondularon por el lado de su dulce rostro. 

—Te lo diré este viernes. Solo tienes que prometerme que sea lo que te pida que hagas, lo harás. 

—Prometido, pero no sé si podré este fin de semana.

—Vamos, Archie, la reservaste para mí, ¿recuerdas? en tu estudio, ¿no? —Cornwell recordó apenas, asintió. 

—Está bien, tienes razón. Nos vemos este viernes por la noche y me dirás de qué se trata.

 

Contenta, se había despedido de él con el beso en la mejilla de siempre, deseando que, por algún impulso, deseo propio de él, un movimiento de su cabeza hiciera caer sobre sus labios; fuera por broma o capricho, pero eso nunca había ocurrido. Se alejó por el camino del parque, presurosa para llegar a casa y preparar lo planeado. Había trabajado tanto en el complemento del cielo pintado que Archie había dejado incompleto que esperaba que este fuera lo que él buscaba, o al menos, una idea para que él terminara el propio. No era algo que se hiciera comúnmente, solo un juego entre ambos, jugando a ser artistas.

 

Sin embargo, la noche pactada, a Archie le había costado varias horas y tragos recordar su compromiso; no fue sino hasta que, llegado a su estudio, del brazo de tres chicas tras una noche de fiesta que vio a Charlotte a la entrada, en espera. 

 

La pobre chica, fría de la impresión y de la helada noche no tenía mucho por decir; Archie la miró por un momento, como no reconociéndola y luego, sonriendo, la invitó adentro, con sus invitadas, quienes lo hicieron en seguida, resguardándose de la fría brisa. 

 

—Lo olvidaste. —quiso asegurarse su amiga, él negó, sonriente, como si eso le concediera algo de credibilidad. —Lo hiciste. 

—Oye, mira, no somos nada como para que te dé explicaciones, ¿o sí?

—Tienes razón. Es mejor que me vaya. —Charlotte suspiró, esperó unos segundos, quizá él quisiera detenerla, pero Archie no se movió en absoluto, hasta que ella dio la media vuelta para tomar paso.

—¡Espera! —Se giró, esperanzada. —¿Segura no quieres entrar? Trajimos vino.

 

Charlotte se cubrió la cabeza con la capucha de su chaqueta, las manos a los bolsillos de esta, donde arrugó una tarjeta pequeña, la cual, a su destinatario le importaba un carajo recibirla, apresuró el paso para irse de ahí.

 

Archie la miró sin entender su comportamiento. Mujeres. Pensó. Apenas se giró para entrar y atender a sus invitadas para ver sobre la banca donde Charlotte había esperado, un regalo del tamaño de un cuadro. Lo llevó adentro, luego lo desenvolvería. Fue bastante tarde cuando eso ocurrió, pues, al descubrirlo, dos días después, ella se había marchado, jamás la había vuelto a ver, jamás había de decirle cuán arrepentido había estado de no demostrarle sus verdaderos sentimientos; cuán ansioso se sentía por no ser lo que ella merecía y todo lo que había hecho por estupidez, tratando de crear un muro de defensa para que no saliera herida; y al final, justo eso había ocurrido. 




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