Dulzura Destruida

CAPÍTULO 3

Aun no olvidaba la mirada trémula de Dulce cuando la defendió de ese tonto niño engreído, hijo de papi, que no hacía más que ser un tipo despreciable. Era increíble que una chica mimada y consentida como la unigénita de Álvaro Valencia, fuese tan delicada y retraída. Si algo pudiese haber jurado, sería que eso era distinto.

Aquel día en que la vio por primera vez, y luego de haber almorzado a su lado, suponía cosas muy diferentes de ella. Sin embargo, la conclusión más adecuada, sería que desde un principio envió señales de esa actitud tímida. Ayer, justo después de darle su merecido a ese chico cobarde tan solo con palabras. Logró llevarla de vuelta a casa, parecía que ya mostraba mayor empatía.

Mientras transitaban en el auto, ella le agradeció por defenderla, pero a su favor alegó que ese joven que había hecho esos comentarios groseros, era así con todas las demás mujeres de su clase. Un tipo "desesperante" en sus propias palabras. A Ricardo no le pareció del todo sincera esa explicación de Dulce, mucho más porque cuando ella hablaba, se tronaba los dedos de las manos, incesante. Miraba para todos lados y jamás lo contempló a los ojos.

«Parece no ser su hija. En nada se le asemeja, a excepción de los ojos», gruñó Ricardo para sí mismo, dándole una prolongada calada a su cigarrillo y expulsando el humo hacia arriba. Era fácil sopesar las actitudes opuestas que mostraban Álvaro y su hija. El primero era un tipo extrovertido, por completo lleno de orgullo, tenacidad, ambición, arrogancia y demás aspectos que caracterizan a una persona difícil de subestimar. Sin embargo, Dulce, ella asomaba fragilidad, temores, timidez, inseguridad, cobardía. Tal como el agua y el aceite.

— Mi amor, ¿Por qué te levantas de la cama?, quiero que vuelvas a mi lado. Es medianoche, bebé —la cálida mano de una mujer posándose sobre uno de sus hombros desnudos, le impidió continuar reflexionando.

— No podía dormir. Además quise fumar antes de irme, ya casi lo hago —le respondió a la mujer. Esta se decidió a rodearlo entre sus brazos haciendo que la mirara, evitando que él le rozara con la mano que sostenía el cigarrillo.

— ¿Irte?, no Ricardo. No quiero que te vayas, no seas injusto. Sabes muy bien que tenemos todo el fin de semana libre. Rubén volverá hasta el lunes, vamos bebé... volvamos a la cama, quiero que me hagas de nuevo el amor —susurró la mujer colgándosele del cuello y tirando de este para besarlo ansiosa sobre los labios. Él cedió por unos momentos.

— Lo siento —y la desprendió de su nuca tomándola por los brazos para liberarse. Ella frunció el ceño—. Pero no puedo quedarme, tengo cosas que hacer Raquel. No me importa que tu marido no regrese pronto, conoces bien mi vida. Así que lo mejor será que aceptes, de otro modo...

— De otro modo, nada mi amor —lo interrumpió suavizando los gestos—. No quiero que me dejes Ricardo, conozco tu trabajo y lo comprendo. Gracias a eso te conocí... y si te hago una transferencia más a tú cuenta. ¿Aceptarías quedarte lo que resta de la noche? —Ricardo dio un paso atrás arrugando las cejas.

— No soy un prostituto Raquel. Estoy contigo porque me... agradas —confesó dándole la última calada a su cigarrillo, para terminar por depositarlo en un cenicero colocado sobre una pequeña mesa cercana.

— ¿Te agrado?, ¿O te agrada mi dinero? —expresó la mujer indignada—. Por qué dices "no soy un prostituto", y sin embargo durante todo el tiempo que hemos estado saliendo, acostándonos. No he hecho más que darte dinero siempre, todo lo que me pides Ricardo —le reclamó tensando la mandíbula.

— Ya te dije que solo han sido préstamos. Pero si quieres... bien, al diablo. Mañana tendrás tu dinero en la cuenta y también... mi adiós definitivo —reiteró, decidido a irse sosteniendo la manija del cancel de aluminio que dividía la recamara del balcón en donde se encontraban. En cuanto tiró de esta y antes de adentrar un pie a la habitación, la mujer se aferró a su cintura llorando.

— No Ricardo, no me devuelvas nada. Pero no me dejes, te lo suplico. Perdóname, entiendo que tengas que regresar a tu trabajo, aceptaré que me llames cuando puedas... ¿De acuerdo mi amor?, pero prométeme que volverás. Que si te llamo al celular, tendré noticias de ti —musito sollozando la mujer. Él dejó salir un largo suspiro de desespero.

¿Cuántas veces había escuchado lo mismo de diferentes labios?, ni él mismo llevaba la cuenta exacta. Pero esa vida lo hartaba, ya lo había fastidiado. Esas mujeres repletas de inseguridades lo colmaban, hacían brotar lo peor de él. Pero sin duda lo merecían, por ser unas ingenuas a infieles. Por confiar en un cretino que lo único que buscaba era su dinero.

Pero que tontas que no se daban cuenta, o si lo hacían les daba igual, de todos modos no salía ni un solo peso de sus bolsillos. Pero si de sus maridos, esos tipos imbéciles, a quienes no hacía más que compadecer. No obstante, solo de ese modo podía lograr que alguien más pagara todo aquello que a él alguna vez lo atormentó y que aún seguía haciéndolo.

El dinero. Por eso se acostaba con ellas, por eso es que muchas habían desistido de él, a pesar de amarlo tanto, por el dinero. Al estar convencidas de que lo mejor sería dejarlo ir, a tener que confrontar a sus importantes maridos, con un escándalo de un amante, el cual las haría ver como lo que realmente eran; unas mujeres que solo vivían de apariencias. De una imagen de dama sumisa y llena de amor por su esposo, imposible de quebrantar. De una falsa pantalla, donde cualquiera metería las manos al fuego, antes de aceptar que pudieran ser unas deshonestas, que le robaban dinero al hombre con el que compartían la vida, para regalárselo a otro. «He llegado hasta donde he querido, esto pronto terminará» pensó Ricardo.

Se marchó de esa habitación de hotel conduciendo su auto hasta el departamento donde ocasionalmente dormía. A la mañana siguiente tendría una importante junta con algunos otros ingenieros y arquitectos del complejo, para verificar avances en la obra que construían. Así que como odiaba la impuntualidad, no se daría el lujo de amanecer en la cama con una mujer y que esta le impidiera hacer bien su trabajo.



#49460 en Novela romántica

En el texto hay: celos, primer amor, venganza

Editado: 08.08.2022

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