Dulzura Destruida

CAPÍTULO 4

Se la había pasado muy bien con Ricardo, aunque solo hubiese sido una hora, por aquello del temor que sentía de que sus padres la supieran compartiendo la tarde con el empleado de confianza de su padre. Dulce gozó mucho esos minutos junto a él, al principio fue un poco vergonzoso porque no hallaba que decirle mientras la miraba ya en la cafetería sentados uno frente al otro. Gracias a que Ricardo mostraba mucha empatía y comenzaba a incluir temas que a ella le llamaban la atención, pudo desenvolverse y tomarle mayor confianza.

Cuando estaban sentados en ese lugar, Dulce notaba como algunas mujeres desviaban su atención hacia Ricardo, ocasionalmente la miraban a ella y esta misma hacía lo posible por que el logotipo de su camisa escolar no se distinguiera tras la mochila que aferraba a su pecho. Sin embargo, ella reconoció que más que interesarse porque fuera una estudiante de preparatoria, la miraban por el acompañante que le sonreía.

No es que Ricardo fuese un hombre de otro mundo, no, pero era muy guapo y distinguido. Más ese día que llegó ataviado con una camisa formal de seda en color azul claro que acentuaba el hermoso color gris en sus ojos, que a veces se veían azules. Por encima de la camisa, llevó un saco oscuro sin abotonar que cada que lo miraba la hacía suspirar. Evidentemente fingía que todo estaba en orden, cuando debajo de la mesa sus pies se movían liberando un poco el nerviosismo que sentía.

Pero a pesar de todo lo que pudo haber vivido, de todo ese temblor en su cuerpo por estar tan cercana a él y embriagarse con su adorable colonia masculina que a cada minuto le golpeaba el rostro, logrando que sintiera la necesidad de abrazarlo y suspirar por la eternidad ese olor. Se olvidó por unos momentos de sus desconciertos y comenzó a charlar con Ricardo como si fueran buenos amigos. De hecho él alcanzó que así fuera.

Dulce nunca antes se había sentido en libertad charlando con hombres, a menos que no fueran su padre, porque por lo regular se embargaba de vergüenza y las palabras se le trababan en los labios al querer expresar algo, esto incrementaba si se trataba de algún chico que le gustara. Porque literalmente se bloqueaba.

En cambio Ricardo, él a pesar de fascinarle, de manera inesperada había logrado que ese lado elocuente en ella aflorara. Con las palabras que usaba para llamarla, para aludir los temas de los cuales conversarían, además de su excesiva caballerosidad. Ricardo parecía un verdadero príncipe salido de un cuento de hadas, era como de ensueño. Que poco había sido el tiempo desde que lo conoció, pero que mucho lo que le ocasionaba en el interior.

— Dulce, Dulce —escuchó un golpeteó en la puerta de su habitación mientras terminaba de escribir la última hoja de su diario, en donde describía lo sucedido el día anterior. Elevó la vista hasta la puerta de madera y rodó sobre las sabanas de su cama, terminando boca arriba.

— Ya escuché, Carmencita —respondió con voz alta para ser percibida.

— Bien, hija. Apresúrate porque el joven Ricardo ha venido por ti. Dice que tu padre le pidió que viniera a recogerte —En menos de lo esperado Dulce se levantó como resorte de la cama, aun en pijama y despeinada, para aparecer frente a su nana.

— ¿Escuché bien, Carmencita?, ¿Has dicho que Ricardo vino por mí? —quiso saber la joven con el rostro cargado de confusión. Su oyente asentó—. No puede ser, nadie me lo dijo antes, entonces... ¿Dónde están mis padres?

— Ellos viajaron ayer por la noche, no quisieron venirte a despertar porque su vuelo salió a las diez. Pero me dijeron que te informara por la mañana que el joven Ricardo viniera —dijo Carmen arrugando más de lo que ya estaban sus parpados, con la sonrisa que le mostraba a Dulce. Esta misma muchacha permaneció boquiabierta.

Ella no tenía la menor idea de lo que su padre había planeado junto a Ricardo, incluso la tarde del día anterior, este mismo pese a convivir a su lado, jamás mencionó algo referente. Claro que la desconcertaba mucho el hecho de que sus padres no le informaran nada de ese repentino viaje, ocasionalmente viajaban, sí, lo hacían seguido. Aunque la mayor parte del tiempo le avisaban, a excepción de cuando lo hacían de improviso mientras ella estaba en el colegio.

En este caso, habían tenido tiempo suficiente de informarle que se marcharían, mucho más sabiendo que su padre le había hecho una promesa. Y esta era la primera que no cumpliría en persona. Porque al parecer su intención era llevarla a cabo por medio de Ricardo.

Minutos más tarde, después de ducharse, terminar de espabilarse bien y arreglarse con lo mejor que encontró en su armario. Se sentía lista para ver a Ricardo, apenas la tarde anterior habían platicado, pero tenía una enorme ilusión de volver a verlo sonreír y escuchar su voz. Esa voz fuerte, grave y varonil, llena de seguridad que poseía. En verdad ese hombre parecía ni titubear al hablar. Todo lo que emitía lo tenía bien estudiado, no se arrepentía de sus palabras, como lo hacía ella en ocasiones.

Ejemplo de lo anterior había sido esa misma mañana, mientras escribía en su diario, recordando la cita que habían tenido. Dulce sacudía la cabeza arrepintiéndose de algunos argumentos que dejo salir de sus labios sin meditarlo, temía haberse visto como una tonta ante Ricardo. Parecía tan difícil no decir las cosas, tal cual, menos con él fijamente mirándola, sin pestañear. Con aquella mirada penetrante, libre de vacilaciones.

Era viernes por la mañana, no demorarían mucho tiempo fuera de la ciudad, pero si tiempo suficiente para seguirse conociendo. Lanzando un largo suspiro, dulce se aliso el pantalón de mezclilla azul que había elegido de su repertorio de ropa similar. Avanzó con pasos firmes hacia las escaleras que la conducirían al vestíbulo en donde aguardaba Ricardo e intentando que le dejaran de sudar las manos, frotándoselas a los costados de sus caderas. Mientras bajaba, pudo verlo de espaldas, sus anchos hombros lucían como los del personaje del Capitán América, uno de sus héroes preferidos de los Avengers. Aún no le daba la cara, así que al llegar al primer peldaño ya casi pisando el suelo de la antesala, carraspeo.



#45625 en Novela romántica

En el texto hay: celos, primer amor, venganza

Editado: 08.08.2022

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