Dulzura Destruida

CAPÍTULO 12

El domingo por la mañana se irguió temprano de la cama, tendiendo las sabanas en cuanto se espabilo un poco. Ya no hacía falta que alguien la levantara, empezaba a adaptarse en despertar puntual a las 6:00 am. Había logrado que Ricardo le cediera una hora más de sueño, no empezando el día a las 5:00 am, como él lo hacía. Al principio parecía zombie, en el transcurso de la mañana andaba medio adormitada por donde caminara, pero esta vez ya no, el cuerpo se le estaba adaptando a los cambios bruscos en su estilo de vida.

Era toda un ama de casa, en cierta forma se sentía orgullosa, aunque se entristecía también al recordar que su matrimonio no era como aparentaba ser el de sus padres, lleno de amor. A ella Ricardo le prestaba atención cuando se sentía paciente de hacerlo, la mayor parte del tiempo, la ignoraba. Ya había llorado demasiado, derramado muchas lágrimas, pero lo amaba, con todo el corazón. Para ella el lazo que los unía como casados, era sagrado, guardaba la esperanza de vivir por la eternidad con su esposo y si debía sacrificar y poner todo de su parte para lograrlo, lo haría.

Otras tantas ocasiones, la furia le corroían las entrañas y sentía enormes deseos por salir corriendo de aquel lugar hostil en donde vivía. Tirar todo y olvidar, pero después de sollozar y enterrar el rostro acongojado entre sus manos, algo la devolvía a la realidad, a ese cariño que tenía por el hombre con el que vivía. La mayor parte de las veces, Ricardo al verla llorar frente a él, se conmovía y la abrazaba. Le parecían extraños esos cambios de proceder en él, inclusive empezaba a suponer que había un trasfondo ante ese comportamiento que mostraba.

Tal vez, siendo la hacienda el lugar donde había crecido, posiblemente hubiera personas que lo conocieran, que supieran que escondía tras esa fachada sombría y pensativa que solía mostrar desde que llegaron a establecerse ahí. Pareciese que los recuerdos lo atribularan.

Dulce recordó que cierta noche, tuvo la osadía de dirigirse hacia la habitación de Ricardo, había una gran tormenta eléctrica en el exterior que ondeaba los árboles proporcionándole un aspecto macabro, así que temerosa intentó ser audaz y esperar que su esposo la acobijara a su lado sin objetar. Pero en cuanto abrió la puerta girando el pomo, y se acercó a pasos de gato sigiloso, empezó a escucharlo hablar, más bien balbucear, estaba sudoroso y se movía frenéticamente de un lado a otro.

Por lo anterior, creyó conveniente despertarlo, eso hizo, se pasmó al verlo abrir los ojos como platos, incluso pensó que él podría enojarse. No lo hizo, contrario a ello le dirigió una mirada perdida y desorientada, segundos después se volvió a recostar y le pidió que se fuera de su habitación. Ella se sorprendió ante esa pesadilla que lo estaba abrumando, quiso ignorar el que le haya pedido que se fuera y correr hacia sus brazos a abrazarlo, pero se contuvo mientras lo veía darle la espalda acurrucado en el extremo izquierdo de la cama.

- Buenos días, Ricardo. ¿Irás a la planta también hoy?, no se supone que los fines de semana no se labora -inquirió Dulce con intriga al verlo listo y dispuesto a partir tan temprano y en domingo.

- No iré a la planta. Voy a la ciudad, tengo que hacer algunos pendientes. Te veré por la noche -resolvió intentando pasar sin más a su costado. Dulce lo detuvo por el antebrazo.

- ¿Por la noche?, Ricardo es domingo, creí que la pasaríamos juntos. Bueno, al menos podría ir contigo. Hace tiempo ya que no voy y me gustaría...

- ¿Hablar con tu familia? -la interrumpió con sus suposiciones. Si bien era cierto que eso tenía en mente, no lo haría si él no estaba de acuerdo-. Pues déjame decirte que mi salida no es de placer, sino de negocios, dulzura. Así que te veré luego -quiso zafarse, pero Dulce lo apretó con fuerza entre sus menudas manos, Ricardo observó el agarre con el talante rígido.

- No creo que tengas que resolver negocios en fin de semana, Ricardo. Me parece absurdo, ilógico. Mi padre trabajaba extenuantemente toda la semana, pero los domingos para él eran sagrados, por eso me sorprende que lo tuyo sea distinto -objetó Dulce sintiendo una impotencia acrecentarse en su pecho.

- ¿Cuántas veces debo repetirte que no soy Álvaro? Y mucho menos espero que me compares con él, yo nunca seré tu padre Dulce -se soltó con brusquedad y le lanzó chispas con los ojos. Ella pudo sostenerle la mirada sin amedrentarse, pero sus lágrimas se vencieron. Siempre que le hablaba de ese modo, la hacía sentir mal, triste, dolida-. Y por si lo olvidas, antes de casarnos, él no hizo más que dedicarse a salir a sus viajes de negocios, sin importarle que fuese fin de semana. ¿O me equivoco? -Dulce agacho la cabeza por fin, dándole la razón-. ¿Ves?... Ya Dulce, por primera vez en tu vida, deja de seguir pensando que tu padre debería ser elevado a un pedestal. Por qué no es así, también es un mortal, un hombre que se esconde bajo una máscara de empresario exitoso, bondadoso, cuando no es más que un...

- ¿Un que, Ricardo? -lo interrumpió fastidiada-. ¿Por qué comienzo a pensar que odias a mi padre, eh?, ¿Qué te hizo, maldita sea? -continuó encarándolo con el rostro sonrojado del enojo. Apretando también los labios-. Será mejor que me lo digas por qué no lo entiendo, yo solo sé que desde que llegaste a la empresa, te trató bien, por sobre todos los demás trabajadores. Te brindó su confianza y que hiciste tú... ¿Qué?... no entiendo, Ricardo, no. Necesito que me expliques ¿Por qué te comportas así conmigo?, ¿Qué debo hacer para obtener tu gratitud, qué? Si es que en verdad ya no me amas, tan solo dilo. Anda, no te quedes en silencio -negó llevándose ambas manos a la cabeza.

- Hablaremos más tarde, cuando te encuentres tranquila. Nos vemos en la noche -Avanzó sin acceder a la petición que le solicitaba.

Luego de algunos segundos de haber permanecido estática mirando el camino que recorrió Ricardo hacia las escaleras con la esperanza de que se diera la vuelta y se disculpara con ella, corrió a la ventana en su habitación y pudo notar desde ahí que ya arrancaba la camioneta y se marchaba en esta. Suspiro confundida, las dudas la desarmaban, ¿A dónde podría haber ido?, ¿Acaso se veía con otra mujer y por eso la trataba así?, por eso era tan brusco y evasivo o es que en verdad tenía un sentimiento de aversión por su padre, tal y como su alocada mente lo llego a imaginar alguna ocasión.



#49460 en Novela romántica

En el texto hay: celos, primer amor, venganza

Editado: 08.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.