Dulzura Destruida

CAPÍTULO 16

Esa misma tarde, ya casi al anochecer, arribó a su residencia junto con Daniel. Estuvo buscando por doquier a su esposa sin éxito alguno de hallarla. No se encontraba por ningún lado, así que dedujo que estaría en la habitación alistándose para ir a casa de sus padres. A esa celebración de aniversario a la que los habían invitado.

Al abrir la puerta, la encontró mirándose al espejo con una expresión inescrutable. La rodeo entre sus brazos y besó sus mejillas, ella continuó impasible, tan solo parpadeo y se separó de su lado alegando que necesitaba espacio para ir al sanitario.

La observó caminar seria y con la mirada fija en el trayecto hasta el tocador que tenían en la recamara. Se le hizo extraño que no correspondiera a su saludo con un beso, un apasionado beso, de aquellos que últimamente se demostraban. Inclusive, sintió una especie de impacto en el pecho al advertir el comportamiento evasivo que tuvo.

Pese a lo anterior, decidió no brindarle demasiada importancia, ¿Se suponía que no debía escudriñar tanto al respecto?, ni él mismo se explicaba los motivos por los cuales estaba tan atolondrado y percibía ese sin sabor al ser rechazado con aquel gesto cariñoso. Sacudió la cabeza y decidió no indagar más. Posiblemente estuviera sacando conclusiones precipitadas de algo poco relevante.
Por lo cual mejor se fue a la otra habitación y allá se introdujo en el sanitario para darse una ducha.

Mientras se duchaba recordaba las palabras de su amigo. Esa posibilidad respecto a una metamorfosis en sus sentimientos. Elevó ambas manos a la cabeza y dejo que el agua de la regadera le cayera en el rostro.

Sintiendo el agua tibia sobre su piel emitió un largo suspiro y tomó una decisión al respecto. Daniel tenía razón, Dulce merecía conocer la verdad, saber los motivos específicos por los cuales él había llegado a su vida. Así debía ser, pero lo mejor era que nunca se enterara.

Salió de la ducha con una toalla enrollada alrededor de la cintura, yendo hacia su armario, le echó un vistazo al buró en donde había dejado su móvil, así que primero fue hasta este. Necesitaba hacer una importante llamada.

— Hola, Susana. Necesito que hablemos mañana al mediodía, es un asunto sumamente importante. Tiene que ver con el dinero que le hemos estado quitando a Álvaro —mencionó al teléfono. Detrás de la línea esperó tener respuestas para proseguir—. De acuerdo, allá te veré. Adiós.

La llamada fue breve, pero con ella resolvía un aspecto importante que necesitaba sanar. Había hecho una elección, esperaba que resultase positiva. Si Daniel estaba en lo correcto con sus consejos, seguro lo sería.

………….

Al salir del tocador, a Dulce no le pareció tan fuera de lugar el no encontrar a Ricardo aguardando por ella, estaba acostumbrada a sus rechazos, aunque últimamente hubiese cambiado. En parte, se sentía rara al haber sido ella quien esta vez lo evitara. La verdad es que sufrió comportándose así con él. Pero después de haber escuchado a esa mujer, ya nada sería igual.

Estaba ataviada y lista para partir, la cena en la residencia de sus padres sería en menos de una hora, por lo que el tiempo era muy significativo.

Recogió su bolso, esa noche escogió uno pequeño y cubierto de piedras brillosas, hacía juego con su vestido de seda negro, que le llegaba hasta los talones. Perfecta combinación con sus zapatillas del mismo tono y ese peinado alto muy natural.

Se quiso arreglar tanto porque ya formaba parte de una costumbre.

Cada ocasión en que sus padres celebraban un aniversario de bodas especial como este, la noche se vestía de gala en su residencia. Invitaban a varias personalidades importantes de la ciudad e incluso del país. Aunque esta vez, tan solo llegarían algunas cuantas personas. Los más allegados.

La razón; falta de solvencia económica a años anteriores en los que podían echar la casa por la ventana. Pese al auge que tenía el nuevo complejo que se estaba construyendo y las enormes ventas que se sabía eran registradas a diario, estaba el problema de las fluctuaciones en los ingresos. Esas de las cuales Ricardo era sospechoso, y el principal.

Lanzando un prolongado suspiro al viento, intentó no recordar respecto a ese tema. De solo pensar en todo lo que en un día se había enterado, le provocaba una jaqueca tremenda. Así que mejor se armó de valor y parpadeo intentando que las lágrimas que comenzaban a asomarse en sus ojos, no rodaran sobre sus mejillas.

Continuó caminando hasta que llegó al salón de estar, allí esperaría a Ricardo y tal como quedó con Susana, no mencionaría nada respecto a lo que charlaron.

— ¿Candelaria? —expresó sorprendido Daniel. Ella tuvo que tragar en seco al verlo frente a sus ojos. Sabía que Ricardo lo llevaría, pero no esperaba encontrarlo tan de repente. Daniel continuó mirándola incrédulo, estudiándola de los pies a la cabeza. Era lógica su sorpresa, así como andaba, bien arreglada, era demasiado lejana de aquella humilde jovencita que el conocio en la hacienda—. ¿Qué haces, así vestida? —terminó por decir Daniel, aun aturdido, parpadeando sin comprender.

— Daniel… yo

— Ah, mi amor ya se conocieron por fin —apareció tras sus espaldas la voz de Ricardo, volcó los ojos hacia él y venía arreglando las mancuernas de su camisa, pronto lo advirtió acercándose a Daniel quien la miraba con el ceño fruncido y visiblemente descolocado—. Dani, ella es Dulce... mi esposa —Ricardo lucía tan normal y despreocupado, parecía no tener la minima sospecha de los rostros tensos.

— Claro... mucho gusto, señora —extendió la mano Daniel, saludando a Dulce. Aparentando que no la conocía y que jamás había charlado con ella cuestiones tan intimas como el secreto que le confesó en el establo aquella noche lluviosa, al considerarla su amiga. Cuando en realidad solo lo estaba engañando para saber más sobre Ricardo. Dulce le correspondió al saludo un tanto nerviosa, en ese instante estaba sintiendo los acelerados latidos de su corazón.



#49460 en Novela romántica

En el texto hay: celos, primer amor, venganza

Editado: 08.08.2022

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