AYLA
☳☲♥❖♥☲☳
Odio mi vida.
Eso siempre ha sido así. No he tenido libertad desde que nací en esa familia de porquería. Por llevar sangre de ellos, tuve que pasar por mucho. Reteniendo mi verdadero yo, solo para no quedar mal. Sin embargo, ya me cansé de todo ese teatro. De esa falsedad que no soy.
Por ello, enfrenté a mi abuela.
Como consecuencia, estoy luchando con estos tipos.
—Tiene que venir con nosotros, señorita Ayla —dijo uno de los tipos de mi abuela. Me contesto, sino que me levanto y los miro molesta—. No queremos lastimarla.
¿Lastimarme?
Ya es tarde para que digan eso.
—No iré con mi abuela —repito con vehemencia, preparándome de nuevo para atacar. Fue buena idea aprender a pelear—. No pisaré esa casa. Ya dejé en claro que ya no formo parte de esa familia.
Los tres tipos se miran entre sí.
No será fácil escapar de ellos. Mi abuela es muy obstinada cuando se trata de la familia. No me dejará huir con facilidad de sus garras. Sin embargo, eso lo heredé de ella.
También soy obstinada.
Los tres tipos vienen encima de mí, mientras empiezo a pelear a puño limpio. Sé defenderme a la perfección, pero eso no quiere decir que sea fácil, ya que soy yo contra ellos.
Uno contra tres.
Le lanzo un puño fuerte a un tipo que lo manda al suelo. Observo a los dos que desean irse contra mí, mientras me preparo para golpearlos. Sin embargo, algo cae en mis ojos, imposibilitando mi visión.
—Lo sentimos, pero su abuela dijo que la lleváramos.
Algo fuerte cae en mi cabeza por detrás, haciendo que mi consciencia se nublara y un dolor se disipara en ese lado. Lo último que llevo, son las voces de esos tipos, junto a un toque en mi cuerpo.
Perdí.
●●●♦♥♦●●●
—No puedes enamorarte, Ayla —dijo mi abuela llamando mi atención. Su mirada se volvió fría—. Estás destinada a una persona en especial.
—¿Qué persona es esa, abuela?
—Un hombre que será el padre de tu bebé.
—¿El padre de mi bebé?
—Sí. Llevarás al heredero en tu vientre. Por eso, no puedes enamorarte de cualquiera que encuentres por ahí. ¿entendiste?
No entendí muy bien a lo que se refería.
Poco a poco, el tiempo me dio a entender que sus palabras fueron cadenas que iban a hacer mi vida un infierno por completo. Era presa de mi propia familia y ese concepto de abrir mis piernas solo para concebir a un descendiente de buen linaje, era ridículo.
Ya no quiero ser presa de mi propia familia.
Abro los ojos, encontrándome con el techo de un auto. Pestañeo, sintiendo el dolor en la parte posterior de mi cabeza. EN segundos, en mi menta llegan los eventos anteriores.
He perdido y sido secuestrada por los tipos de la abuela.
Debo escapar cuanto antes. Sin importar qué.
Sí. Eso debo hacer. Observo con rapidez el panorama. Esos tipos no se dan cuenta que he despertado del golpe que recibí. Espero paciente hasta que el auto se detenga en un semáforo. O algo así. Mi corazón late fuerte en mi pecho.
Respiro profundo y estiro la mano a la manilla del auto, abriéndolo enseguida. Mi mente no actúa en las consecuencias de mis acciones, solo deseo escapar cuanto antes. Expulso mi cuerpo, cayendo y rodando por el suelo.
Un dolor punzante ataca en mi brazo, pero no le hago caso.
—Maldición.
—¡¡Señorita Ayla!! —exclama ellos.
Con dolor y herida, me levanto y corro con desesperación, dejándolos atrás. Mi abuela me encontró de nuevo. Pensé que iba a tardar más, pero no fue así. ¿Dónde más podré huir? ¿Al exterior?
No quiero alejarme de aquí.
Estoy cansada de estar cambiando de departamento.
—Solo sigue lo que dice tu corazoncito de melón, Ayla —dijo mi madre sonriendo—. No le hagas caso a la abuela.
—Ella dijo que debo casarme con un hombre. ¡No quiero hacerlo!
—Oh, mi niña —musitó, agazapándose a mi altura. Acarició mi mejilla y depositó un beso en la frente—. A veces, los adultos tenemos ideas erróneas. Solo pensamos en nosotros mismos, en vez, de las personas que amamos.
—La abuela no me quiere, mamá.
—La abuela te quiere a su manera —replicó entre una risa—. Llevas su sangre y te pareces un poco a ella. ¿Cómo no quererte, mi niña?
No entendía a mi madre el motivo, por la cual, no hablaba mal de la abuela, sabiendo que no era bienvenida a esa casa. Siempre la pasaba sonriendo y no decía nada de los insultos que lanzaba la abuela.