Por quinta vez en el día me encontraba con el mismo afiche, una chica se había desaparecido, mientras yo estaba en la búsqueda de los espectros, ella nunca llego, se llamaba Ambar; tenía dieciocho años, vestía ropas sobrias además de su cabello es rojizo. Su madre había detallado en una lista todas sus características por si su fotografía no era lo suficiente evidente.
-Dylan.- Me grito en susurros Kenai.
-Ey.- Conteste sin sacar mi mirada del papel.
-¿Quién es esta vez?
-¿Qué?-Levante mi mirada
-Siempre que una persona desaparece, toda la isla es llenada por estos papeles, cada uno es hecho por la familia o vecinos.
-Es triste ya que, tenía mi edad, tiene madre y hasta hermanos, al igual que yo, mi madre haría hasta lo imposible para encontrarme si estuviese en la misma situación.- Termine musitando.
-Ella era muy distante con todos, no es como tú, a pesar de que no nos conocemos hace mucho, sé que puedes ser un poco receloso pero no por mucho.
-Yo no soy receloso, solo que las personas escapan por como veo, tu eres de las pocas que no sale corriendo.
-¿Pero cómo correr?- Desordeno mi cabello.- Si eres un pingüinito bebé
-Ey, tampoco exageres, no ves que las chicas si te escuchan, no querrán nada conmigo.
-No es que hayan muchas chicas, menos caminando por la vía.
-Eso me gustaría saber, mi tío me dijo que habían muchos adolescentes pero lo único que veo son ancianos, y adultos.
-Eso es porque se van a las demás islas, aquí es más turístico y van casi únicamente a el museo.
-Nunca creí que este lugar fuera más aburrido más aburrido que mi ciudad.
-¿De dónde eres?
-San pedro de Atacama
-No lo conozco
-No es que sea aburrido, pero no hay mucho que hacer, el calor te calcina antes de llegar a una parada de autobuses.
-Es interesante, podría de mandar a mis hermanos.- Bromeo
-Y ¿Que vuelvan como cenizas kun?
-No sabía eso de ti, mamá
Nos miramos por un segundo y no pudimos detener nuestra risa, las tres personas que pasaron cerca de nosotros, nos miraron un poco mal, pero no nos detuvimos a verlo sino que seguimos caminando.
-Ven.-Tomo mi muñeca.- Este se podría decir que es la segunda pastelería más rica que hay, la de tu tío claro que es la primera.
-Casi caes en un acantilado pero te salvaste.
-Oh que terrible.- Sonrió maliciosamente.
-Ya.- Trate de suprimir una sonrisa.- Después no vengas a por ricas empanadas de pera.- Comencé a correr con dirección contraria.
-Jo.-Grito sorprendido.- Dylan, ven, ahora sí que te tiro desde el puente.
-Pues primero debes de atraparme o eres muy lento para ello.
-Si logro atraparte, no solo hablaras con los peces sino que serás alimento de ellos.-Amenazo detrás de mí
-No creo, tengo mal sabor, mejor que vayas tú en mi lugar.
-Yo soy demasiado bello para morir.- Contesto casi tocando mí bolso
-Solté un taco.- No podrás de atraparme, mameluco.
Joseph
-Abuelo me voy.
-No traigas a zorras a la casa.
-Lo que se hereda no se hurta.
-Este hijo de puta.-Murmure, dándole de comer a Zanahoria.
-Princesa, tome su desayuno.
Ella respondió con unos ladridos mientras que comenzaba a comer
El cielo se veía nublado como de costumbre pero desde que el niño llego todo está mucho más animado, hasta he traído varios dulces a la casa, aunque si se me han perdido muchos repollos de manjar.
Siento que a pesar de que solo vendrá por unas semanas, va a disfrutar de sobre manera, como yo, llegue a esta isla en específico cuando me enamore, era nada más que un chico encaprichado por alguien mayor, en busca de un amor que me traiciono, no en las manos de otra persona pero si en lo hondo de mi corazón, aunque gracias a eso lo que comenzó como algo tan pequeño se transformó en una hermosa pastelería.
Las marcas en mis muñecas son una de las señales de que uno primero debe de saber perdonar para poder avanzar, sin embargo esto fue hecho con una cartonera sino que con algo mucho más profundo.
Un ladrido me desconcentra.
-¿Que sucede, tillgivenhet?
-No creo que tu Zanahoria tenga que recibir palabras de afecto tan fuertes como esas.
-Sal...-Murmure.
-Sí, soy yo.
-Uno ¿Cómo es que estas aquí? Y dos ¿Para qué?- A pesar de que trate se sonar frio, su rostro me trae recuerdos, mantenía su mentón sin marcar y sus ridículas pero tiernas cejas rectas, si no fuera que tiene un gran ego además de que parece una madre antes los problemas sería más tierno.
-Eso es muy fácil, tú me dejaste entrar, o ¿Ya no te acuerdas? Además estoy un poco preocupado.- Se fue a sentar a la isla de la cocina.
-Prosigue, labio salido.
-Ey, mis labios te dejan loco. Pero hoy no vengo a recordarte nada sino que al verrez quiero decirte algo, tú conoces a Kenai, es un niño, un osito y se está encaprichando con tu sobrino, tengo miedo que quiera ir detrás de él porque cree que lo conoció en un pasado.
-¿Qué no eras tú el que seguía ciegamente eso?
-Si.-pauso.-Pero de la misma manera supe que el amor es proteger y no ser egoísta.
-No hablemos de eso.- Le conteste, al mismo tiempo que me daba la vuelta no es que lo odiara pero me duele aquellos ojos de conejo.