Durmiendo con el enemigo.

8

Los nervios se habían apoderado de mí  y podía sentir como millones de mariposas revoloteaban en mi estómago provocándome ganas de vomitar.

En cuestión de minutos cruzaría esa puerta y mi vida daría un vuelco tan radical que no estaba segura de que si sería capaz de afrontarlo sin volverme loca.

Lamentablemente ya era demasiado tarde para echarme atrás. Y si lo hacía debía a enfrentarme a terribles consecuencias que pondrían en juego el bienestar y futuro de Olivia. Nunca me perdonaría a mí misma si eso ocurría.

Así que si, básicamente estaba condenada y nadie podría salvarme de esto. Solo quedaba rogar que un asteroide cayera del cielo y le pusiera fin a mi tortura, y todos aquí sabíamos que eso no pasaría.

Miré mi reflejo en el espejo y suspiré resignada, dándome cuenta de que ya no había nada más por hacer. Con suerte podría emborracharme lo suficiente esta noche como para hacer de esta situación algo más llevadera.

La puerta de la habitación que me habían asignado se abrió y el organizador asomó su cabeza con una mirada desquiciada en sus ojos.

—15 minutos —gritó para luego cerrar la puerta, dejándonos a mis damas de honor y a mí solas en la habitación.
—15 minutos para que tu vida cambie—exclamó entre grititos de felicidad Cheryl. 

Ella había sido una de las personas junto con Charlotte que había hecho hasta lo imposible para que Lewis y yo termináramos juntos. Y fue una de las personas que se puso muy triste cuando pasó todo eso.

Casi sin quererlo mi mente viajó a esa oscura época de mi vida en la que había perdido más de lo que había ganado. Sucesos horribles habían ocurrido y hasta el día de hoy me costaba recuperarme de ellos. Aún tenía pesadillas en las que ese terrible accidente me atormentaba, el cual en el que había perdido a mi bebé, al bebé que Lewis y yo íbamos a tener.

Recuerdo el día en que todo acabó y la charla que Cheryl y yo mantuvimos en su casita del árbol. Un lugar que estaba segura que había sido pensado por sus padres para que ella mantuviera reuniones inocentes con sus amigas y el cual ella usaba durante esa época para llevar a chicos y enrollarse con ellos.

En esa ocasión había robado unas botellas de cerveza del refrigerador y las había colado allí. Según ella “no hay mejor manera de olvidar un corazón roto que bebiendo hasta olvidar nuestros nombres”.

— ¿Cómo pudo hacerte eso? 


—No, no lo sé—respondí limpiando mis lágrimas con el puño de mi sweater.


—Es un imbécil. Ya encontrarás a alguien mejor—me aseguró tratando de consolarme.


Y ciertamente llegaron otros. Llegó Mark, Aron, e Ian y Laurent, y finalmente Simon pero ninguno de ellos era Lewis.


Ian había roto mi corazón de la peor manera posible, incluso me ocasionó más daño que Lewis, Laurent sentía algo por mí pero siendo sincera yo no sentía nada por él, además era el amigo de mi primo y de alguna manera era extraño, Aarón era bueno pero era demasiado bueno para mí, nunca entendí porque terminó fijándose en mí. Y Simon luego de Lewis había sido una de las personas que más huellas habían dejado en mi vida. 


Sabía que estaba mal comparar a uno con otro pero esa era la manera en la cual mi cerebro funcionaba y supongo que no había manera de controlarlo  o arreglarlo. Él mismo había sido el que pensaba que fuese conveniente que todos estuviesen ese día en la boda. ¿La razón? Aún estoy intentando descifrarla.


Lo que hacía a todo esto más extraño era el hecho de que Ian se hubiese ofrecido a ser el padrino de la boda aunque tenía la impresión de que solo lo hacía para coquetear con Solange, una de las damas de honor.


—Toma —dijo Amber—Algo azul, algo nuevo  y algo prestado—dijo acercándome un brazalete que pertenecía a Lottie.


—Gracias—la abrazé con fuerzas e intenté no llorar en pos de cuidar mi maquillaje.


—Sé que ella hubiese amado estar aquí, pero sé que tiene una vista fenomenal de todo esto allá arriba.


—Lo sé—dije riendo –Debe estar observando todo esto con un gran balde de palomitas.

—De eso no queda duda alguna. Ya no tendrá que pelear con nadie por ellas.


Alguien llamó y la cabeza de un hombre se asomó nuevamente.


— ¿Lista?—preguntó mi padre.


—Lista—sonreí y tomé el ramo de rosas que Cheryl me entregaba.


—Que larguen la música—dijo una voz detrás de él que supuse que provenía de Claude, el encargado de llevar todo esto adelante, y quien parecía estar al borde de un colapso nervioso, ya que a cada rato hablaba con alguien por el pequeño micrófono que llevaba en la solapa de su traje.


Por el ventanal pude ver como Mark le indicaba a la orquesta que comenzaran a tocar. 


La marcha nupcial llenaba el lugar mientras avanzábamos por el pasillo a paso lento. Yo agarraba fuerte el brazo de mi padre, con miedo. Estaba casi segura de que le estaba dejando las uñas marcadas en su brazo.


— ¿Estás bien?—me miró por el rabillo de su ojo.


—Dejando de lado el hecho de que creo que me desmayaré. Estoy perfecta.


—Todo saldrá bien—respondió, dándome una palmadita en mi mano tratando de tranquilizarme.


Mientras nos acercábamos al altar no podía sentir otra cosa que no fueran nervios. Al fin de cumpliría lo que había soñado desde que tenía más o menos 12 años, y lo haría de una extraña manera pero se cumpliría .
Lewis estaba excesivamente guapo y cuando decía que estaba excesivamente guapo no mentía. Ese traje le sentaba más que bien y una vez más yo sentía que era demasiado poco para él.


Llegué a su lado y el sacerdote nos miró a ambos luciendo una gran sonrisa en su rostro. 


—Estamos aquí reunidos para celebrar el enlace entre estos dos jóvenes... 


Dejé de escuchar el discurso del sacerdote en el mismo momento en el que comenzó a pronunciarlo.




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