Durmiendo con el enemigo.

18

No quise preguntar qué haríamos, ni adonde iríamos. Quería que fuera una sorpresa.


Tenía algunas teorías en mi cabeza.
—Tal vez iríamos a algún club a bailar.


—Tal vez iríamos a un bar.


—O simplemente regresaríamos al hotel.


No conocía mucho este lugar pero por lo visto estábamos haciendo el mismo recorrido que habíamos hecho 3 horas atrás, pero al revés, por lo tanto estábamos regresando al hotel.


Un nudo se formó en mi garganta y sentí como mariposas revoloteaban en mi estómago.


Obviamente esto era imposible, ningún ser humano puede tener mariposas en su estómago es físicamente imposible, salvo que alguien con una mente muy retorcida coma mariposas pero ni siquiera así las mariposas estaría vivas.


— ¿En que piensas?—dijo apartando por unos segundos la vista de la calle.


No quería contarle mis locas teorías sobre ellas y gente que come mariposas ,así que no respondí.


— ¿No vas a decirme? 


Negué con la cabeza,


—Está bien.


Eso me gustaba de él. Sabía que no era una persona que solía hablar mucho, que prefería muchas veces el silencio y había veces en los que lo disfrutaba. No era la clase de persona que rellenaba los silencios incómodos con idioteces. Realmente odiaba a ese tipo de personas.


Luego de un viaje de 10 minutos estábamos en el hotel.


El viaje en ascensor tampoco fue incómodo a pesar de que sabía que Lewis intuía que yo lo estaba, mi nerviosismo se podía palpar literalmente.


El hecho de no saber qué pasaría en la próxima hora me ponía nerviosa y ansiosa pero lo que me ponía más nerviosa y ansiosa era el hecho de que no sabía que pasaría después, que consecuencias traerían. 
Solía ser una de esas personas que pensaban mucho lo que harían y que consecuencias traerían, rara vez hacía algo de manera impulsiva, me daba miedo.


Es por eso que tarde tanto en decirle a Lewis que si quería estar con él.


Mi mente viajo a ese día tan especial que marcó un antes y un después.

— ¿Quieres ser mi novia? Eso decía un mensaje de texto que me mandó a las 12 de la noche una noche de febrero mientras estaba en el cumpleaños de mi tío.


Debo admitir que tuve que hacer un gran esfuerzo por no salir corriendo a gritar a la calle o saltar encima de la mesa. Tal vez era una reacción exagerada, pero cuando la persona que amas te dice algo así, la alegría que se siente es indescriptible y no se puede medir.


Luego de retomar la compostura, respondí el mensaje.


—No lo sé. ¿Qué dirán tus padres, que dirán los míos, que dirá Lottie? 


— ¿Puedes dejar de pensar en los demás y pensar en nosotros? 


—No lo sé, déjamelo que lo consulte con la almohada.


—Emma basta—respondió—Es un sí o un no.


No tuve que pensar mucho la respuesta,y teclee un sí. 
Tenía apenas 12 años y una mentalidad Disney Channel, donde pensaba que todo saldría bien, que sería mi príncipe azul, nos casaríamos y tendríamos hijos. No fue así, las cosas se empezaron a complicar a medida que los meses pasaban, los primeros meses todo era color de rosas, estábamos en la fase de luna de miel, gastaba mucho crédito de mi celular en él y el hacía lo mismo, me mandaba canciones que componía y ese tipo de cosas cursis, pero luego por la rutina o por otras cosas empezamos a distanciarnos y llegó un momento en el que nada pudimos hacer para evitar la separación. Aun así debo decir que me hizo la persona más feliz del mundo en esos 3 años y medio.


Un dedo me sacó de mi ensoñación, trayéndome de vuelta al presente.


Ahora la realidad, la vida y el destino me habían devuelto esa posibilidad de soñar con una familia junto a él, pero no tenía idea de cuánto iba a durar o cuantas chances habían de que eso se volviera realidad, no éramos las mismas personas que éramos antes, queríamos y sentíamos cosas distintas y tenía muy en claro que si no fuese por Olivia no estaríamos juntos.


— ¿En que piensas?—volvió a preguntar mientras abría la puerta de nuestra habitación.


—En nada—dije con una sonrisa estúpida en la cara que posiblemente me delataría si Lewis fuese la clase de personas que tiene en cuenta esa clase de cosas.


— ¿Para que me trajiste aquí? 


Empujó mi cuerpo contra la fría pared de la habitación y susurró en mi oído.


—Para hacer algo que hace mucho tiempo no hago. Quiero que seas mía.


Y sin previo aviso, me besó. Me besó como nunca antes lo había hecho... 




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