Durmiendo con el enemigo.

20

Cuando volvimos a nuestra casa éramos una verdad.


Por fin Liv iba a poder llevar una vida normal. Podría dejar atrás el dolor y cuando nos pregunte por su mamá y por quien era ella le diríamos las cosas como son.


Está claro que no era una bebé, que no recordaba cosas de ella, porque no es así. Olivia había vivido muchos momentos lindos con Lottie, pero aún era pequeña y con el tiempo iría olvidándose de ciertas cosas sobre su mamá. 


Era normal, ¿quién no se iba olvidar de sus seres queridos que habían muerto ya hacía tiempo? No estaba mal, solo pasaba por algún extraño motivo.


Pero por suerte ella nos tenía a nosotros quien no dejaríamos que eso pasara y le contaríamos todo lo que fuese necesario a medida que el tiempo fuese pasando.

 
Volver a casa suponía también volver al trabajo, y lo que suponía pasar menos tiempo con Lewis y Liv. Me costaría eso era seguro pero podría lidiar con esto. Además después del trabajo volvería con ellos.


Me pasé la mañana pensando en que les haría de cenar .Tal vez les haría algo elaborado, no era una buena cocinera pero la intención era lo que contaba, ¿o no? 


O tal vez podríamos ir a cenar a McDonalds, después de todo los niños amaban eso o me equivocaba? Ya había olvidado lo que  un niño ama, hacía tanto que había dejado de serlo. Y las generaciones eran muy distintas. 


No estaba en mis planes criar a un niño  hasta tener 30 y no estaba lejos de cumplirlos pero la vida me sorprendió y ahora me encontraba criando una hermosa niña con el hombre más maravilloso del mundo 
Puras cursilerías lo sé, pero no me importa.


Mientras pensaba en todo eso a mi escritorio llegaban literalmente toneladas y toneladas de papeles, la montaña de carpetas que debía revisar llegaban a la altura de mis hombros. No era fácil manejar tu propia empresa pero era feliz.


Mi teléfono comenzó a sonar en mi cartera.


Lo saqué y una sonrisa se dibujó en mi rostro.


— ¿Qué haces?—dijo Lewis del otro lado del teléfono.


—Trabajar.


— ¿Solo eso? 


—Trabajar y extrañarte demasiado.


—Solo demasiado.


—Ya Lewis.


—Solo quería saber cuánto me extrañabas.


Resoplé despacio.


—Te extraño tanto que si se lo dijera a alguien me trataría de loca.


—Esa respuesta me gusto más. ¿Cuánto me extrañas tú? 


—Digamos que si a ti te tratarían de loca por extrañarme tanto y estarían más que dispuestos a llevarte a un manicomio, no tendría problema de compartir habitación contigo.


—Tengo que tomar eso como cumplido.


— ¿Hazlo, quieres?—suplicó—Ahora debo irme a trabajar. Nos vemos esta noche. Te amo.


—Yo más.


— ¿Cuánto más? 


—Lewis—grité.


Pude escuchar su risa ronca antes de que colgara el teléfono.


Cuando dieron las 8, apagué todas las luces de mi oficina y me dirigí al auto. Le diría a Lewis que fuéramos a cenar a McDonalds.


En el camino a casa prendí la radio y comenzó a sonar una canción bastante pegajosa, buena letra buena melodía, era genial. Desvié mi vista de la carretera unos segundos para subir el volumen a la radio y fue lo último que hice. 


Mi auto se desvió y cayó del puente o eso era lo que escuchaba que los médicos decían mientras yo yacía en un cama inmóvil.


Eso no era lo que atemorizaba, lo que me atemorizaba fue lo que escuché que los médicos le dijeron a Lewis. Que sí mi estado no mejoraba tendrían que inducirme al coma para que dejara de sufrir y en el peor de los casos deberían dejarme morir.


Pero no iba a permitir que eso pasara no los iba a dejar solos. No podía. No.




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