Durmiendo con el enemigo.

26

Entramos a un restaurant familiar, el olor a comida nos envolvió a penas pusimos un pie en el lugar y mi estómago comenzó a rugir. Cómo no.


—Sé que tienes que decirme algo importante—le dije a Lewis—pero sinceramente me estoy muriendo de hambre, te molesta si pido primero.


—Ve, se libre—dijo riendo pero de nuevo esa sonrisa no permaneció mucho en su rostro.


Me preguntaba qué era lo que lo preocupaba tanto. Debería de ser algo realmente grave porque se estaba comportando como el Lewis de antes, el Lewis, serio, sombrío y cínico, el Lewis que siempre odie. 


Pedí 2 hamburguesas completas para los dos y le encargue a la chica que guardara un poco de esa torta en forma de corazón glaseada para el postre, le pedí que la guardara especialmente para el postre, quería darle una sorpresa a Lewis, quería ver si con eso se alegraba un poco.


Lo que no sabía era que era el, el que me iba  a dar la sorpresa a mí  no yo a él.


Volví a nuestra mesa con la comida y me senté frente a él. No toque mi comida hasta haber arreglado mi vestido.


Lewis se rio fuerte y esta vez su sonrisa permaneció en su rostro.


Y con ella volvió a mí la esperanza.


—Es como una manía que tienes.


—  ¿Eh? 


—Arreglar tu ropa antes de sentarte, como cuando muerdes tu  labio cuando estas nerviosa, o haces esa cosa chistosa con tu nariz cuando te pica.


— ¿Qué cosa?—dije arrugando la nariz.


—Esa. Todas esas manías son las que voy a extrañar.


—Wow nunca las considere manías. ¿Pero porque vas a extrañarme ?Explícame más no llego a entender.


—Me transfirieron a Italia.


Esperen. ¿Qué? No acaba de decir que se va a vivir a Italia. Porque mis oídos escucharon claramente que dijo me transfirieron a Italia. No nos transfirieron a Italia, además si no tuviese que ir solo porque me diría que me extrañaría.


—Qué lindo—tome su mano— ¿Cuándo nos vamos? Avísame con tiempo para que arreglé las cosas en mi ofi…


Tomó  mi mano y la estrujó provocándome un mínimo dolor.

—No. no iremos. Iré.


— ¿Pero aceptaste aun sabiendo que deberiamos separarnos? Qué pasará con Liv.


—Vendré cada 15 días a visitarlas y en mis vacaciones .Lo prometo. Liv estará bien, hago esto sobre todo por Liv y tu entiende por favor.


Mi malhumor habia vuelto.


—Entiendo.


—No te enojes, por favor. No aún.


— ¿Cómo que no aún? 


—Hay más.


—Dime.


—Tendremos que divorciarnos. La empresa no busca hombres con ataduras, de ningún tipo. Ni esposa, ni hijos, nada.


— ¿Acaso soy una atadura para ti? ¿Eso represento? 


—Creo que no estás entendiendo bien.


—Ohh claro que entiendo bien, quédate tranquilo. Para ser una atadura soy bastante inteligente—intenté pararme pero él me obligó a sentarme de nuevo.


—No entiendes. Solo será en apariencia. Nunca sabrán la verdad allá, ni acá. Acá seguiremos casados, tú usarás tu anillo y cuando yo esté aquí usaré el mío, pero allá debo permanecer soltero.


— ¿Sabes?—dije pasando una mano por mi pelo mientras sentía como las lágrimas se agolpaban en mis ojos—Siempre quise tenerte para mí y nunca me gustaron las cosas hechas a la mitad, así que si no puedo tenerte completamente no te quiero.


—Ten cuidado con lo que dices.


—Lo hago. A partir de ahora lo único que me une a ti es Liv y es como dices tú solo estaremos juntos en apariencia. Fingiremos.


—Basta.


—No—dije levantándome finalmente de la mesa viendo como la sonriente camarera se acercaba a la mesa con la torta—Espero que disfrutes la torta, la había pedido para sorprenderte, pero al final tú me sorprendiste a mí. Te veo mañana a las 5, a esa hora firmaremos los papeles de divorcio.


Salí de ahí deseando varias cosas.


Que todo esto fuese esta pesadilla.


Que él hubiese pensando mejor antes de aceptar el nuevo trabajo.

 
Que me hubiese tomado de la mano para retenerme más tiempo.


Pero por sobre todas las cosas, fui todo el camino arrepintiéndome por haber tomado esa estúpida decisión y haber aceptado lo que Lottie había impuesto. Porque de no ser por ella, ahora estaría en mi casa, posiblemente con otra persona, con mi trabajo, disfrutando de mi vida y no estaría llorando a plena luz del día con la calle llena de gente camino a  mi auto, esperando a que se hiciera la hora de firmar mi divorcio.


—Te odio—dije mirando al cielo 




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