Dylan miraba a través de la ventana como los últimos muebles de su hogar eran trasladados al enorme camión de mudanza. Luego, echó un vistazo al hermoso atardecer, mirando el cielo mezclado en tonos rosas y naranjas que daba un gran aspecto dramático a la escena.
Enseguida supo que ya no hay vuelta atrás.
Volteó a ver por última vez su ex habitación totalmente vacía. Tan triste. Tan gris. Recorrió los lugares tocando con suma melancolía las paredes del lugar, observando cada detalle.
Enseguida recordó, sus pósters de sus bandas favoritas a un lado de su cama, entre ellas sex pistols, my chemical romance, y el gran póster de the ramones justo en el medio.
Ni hablar del póster gigante de ariana grande justo dentro de la puerta de su armario. Ese si que era secreto. Dylan realmente amaba a esa chica. Para él ella es tan gloriosa, tan bonita y tan femenina que a veces hasta lo hacía dudar de su orientación sexual.
El llamado de su madre entrando a la habitación anunciandole la hora de partir lo sacó de sus pensamientos. Antes de hacer nada, contempló por última vez ese santuario privado que alguna vez llamó habitación, miró por la ventana y luego bajó antes de hecharse a llorar como niñita.
Al salir, miró por última vez su hermoso vecindario. Saludó a sus vecinos con la mano obviamente, a ellos si que no los iba a extrañar.
Observó alrededor, ninguno de sus amigos fue a despedirse. Sus padres realmente se encargaron de que todo este asunto de la mudanza sea sumamente confidencial hasta que llegara el día de marcharse, por lo tanto, ninguno de sus amigos sabía que él se mudaría. No se opuso en lo absoluto. Si hay algo que Dylan odia realmente son las despedidas.
Cansado de las llamadas de sus padres grabó en su memoria cada detalle de ese vecindario y subió al auto cerrando con seguro, mientras veía como lentamente su vieja vida se alejaba más y más.
"No me preocupo. ¡Que hagan lo que quieran! ¿Quieren mudarse? ¡Adelante! Sea como sea, sé que no será la última vez que pise este lugar. Lo prometo. Me verán volver" gestionó en su mente con dicha seguridad.
Por instinto sacó su teléfono y tomó una foto de la ciudad alejándose desde el auto y la guardó para siempre en su galería y desde luego, en su corazón.